Descubren restos del antepasado de los gatos domésticos en cuevas polacas

El hallazgo de restos del gato salvaje africano de 7000 años de antigüedad en Europa añade un nuevo capítulo a la historia evolutiva del felino.

Por Virginia Morell
Publicado 20 jul 2020, 16:02 CEST
Gato montés europeo

El gato montés europeo (en la foto, un animal del Parco Natura Viva en Italia) compartió hábitat con el gato salvaje africano en Polonia hace 7000 años.

Fotografía de Joel Satore, National Geographic Photo Ark

Cuando los agricultores neolíticos salieron del Creciente Fértil hace unos 7000 años, se llevaron consigo a sus animales recién domesticados, como cabras, ovejas, vacas y perros. Pero es probable que no se percataran de que llevaban un polizón: el gato salvaje africano también se había sumado al viaje.

Cuando los migrantes llegaron a Polonia hace unos 6000 años y empezaron a convertir los bosques en pastos abiertos y campos de cultivo, con ellos también se instalaron los roedores y los gatos salvajes, antepasados de nuestros gatos domésticos. Esa es la conclusión de un nuevo estudio que describe los primeros restos óseos de gatos salvajes africanos hallados en cuatro cuevas polacas cerca de asentamientos agrícolas.

«Fue muy inesperado», afirma Magdalena Krajcarz, líder del estudio y arqueóloga en la Universidad Nicolás Copérnico en Toruń, Polonia. Un descubrimiento destacado fue el húmero de un gato incrustado en una capa de sedimentos con vasijas de cerámica.

Krajcarz apunta que se desconoce si el gato tenía una relación con una persona; los pueblos neolíticos visitaban cuevas de vez en cuando y es probable que un depredador introdujera el hueso en una de ellas. Con todo, la presencia del felino sugiere que se encontraba cómodo viviendo cerca de —si no con— los humanos, lo que supone un paso importante hacia la domesticación total, según indica Krajcarz.

Todos los gatos domésticos modernos son descendientes del gato salvaje africano, que se domesticó por primera vez en Oriente Próximo hace unos 10 000 años. Ahora, el descubrimiento del gato salvaje africano en Europa podría dar otra vuelta de tuerca a la historia, según el estudio, publicado el 13 de julio en Proceedings of the National Academy of Sciences.

Por ejemplo, en las mismas cuevas también se desenterraron huesos de cuatro gatos monteses europeos, una especie autóctona y emparentada con el gato salvaje africano. Eso quiere decir que los gatos salvajes africanos debieron de encontrarse con un pariente lejano cuando llegaron a su nuevo hogar (ambas especies compartieron su último antepasado común hace unos 200 000 años).

Según Krajcarz, esto plantea muchas preguntas intrigantes, como si los dos felinos competían por las presas o si hibridaron. De ser así, eso podría significar que nuestros gatos domésticos tienen un pasado evolutivo más complejo del que imaginábamos.

Pistas en los huesos

Para conocer la relación entre ambos gatos, se investigaron los alimentos que consumían analizando los isótopos de nitrógeno en los huesos de los felinos.

Otros estudios han demostrado que los pueblos del Neolítico utilizaban estiércol para fertilizar sus cultivos. Esto se dedujo a partir de la presencia elevada de nitrógeno en sus huesos, así como en los huesos de sus perros y su ganado. Sin embargo, los huesos de los gatos salvajes africanos tenían una concentración de nitrógeno inferior, una señal de que «tenían una relación bastante relajada con los hueso» y de que sin duda dependían de ellos para comer, escribió por email Claudio Ottoni, paleogenetista de la Universidad La Sapienza de Roma.

En cambio, es probable que los gatos se alimentaran de los roedores que vivían en los campos de los agricultores, posiblemente el ratón doméstico de Oriente Próximo, así como especies autóctonas, como los ratones de campo y los topillos.

Un análisis de los huesos de los gatos monteses europeos reveló un patrón similar, lo que quiere decir que también se aprovecharon de las presas que había en los campos y graneros de los agricultores. El análisis también demostró que los gatos monteses europeos cambiaron su dieta, pasando de pequeñas criaturas de bosques a aves salvajes migratorias (como los tordos), que probablemente se vieron atraídas por los nuevos campos agrícolas abiertos.

«Así que los dos gatos salvajes no competían directamente», explica Krajcarz. «Podían coexistir» en este nuevo hábitat y es muy probable que hibridaran, añade. Los estudios genéticos futuros podrían revelar hasta qué punto llegó esa hibridación y si la inclusión de los genes de los gatos monteses europeos influyó en la evolución del gato salvaje africano.

Por ejemplo, los genes europeos podrían haber impedido que los gatos salvajes africanos de esta parte de Europa se domesticaran por completo durante más tiempo. Esto tendría sentido, ya que en Polonia no aparecen huesos de gatos domésticos hasta el 200 d.C. En la actualidad, los gatos domésticos y los gatos monteses europeos aún hibridan, lo que supone una amenaza para la salud genética de las especies silvestres.

Ottoni, que no participó en la investigación, ha alabado el estudio por su análisis de las dietas de los gatos antiguos. Indica que «representa un avance importante» en lo que sabemos sobre la evolución de los gatos domésticos.

Rastrear su recorrido hasta nuestras casas

Los arqueólogos sospechan que los gatos salvajes africanos —que son un poquito más grandes, pero casi idénticos en forma a los gatos domésticos modernos— abandonaron el desierto para aprovecharse de presas más fáciles: los ratones domésticos que correteaban por las granjas del Creciente Fértil.

Eran comensales, o animales que explotan los recursos de los demás —como la comida almacenada o la basura—, mientras evitaban establecer una relación más cercana. «Se cree que los lobos y los cerdos emprendieron el camino hacia la domesticación de forma parecida», afirma Krajcarz.

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    Es probable que las personas toleraran a estos carnívoros peludos —podrían haber apreciado su labor autoimpuesta de controlar las poblaciones de roedores— y que finalmente los dejaran entrar en sus casas.

    La tumba más antigua de un gato doméstico que se ha documentado (de 9500 años) se descubrió en 2004 en la isla de Chipre, a unos 69 kilómetros de la Turquía continental. Junto al gato de ocho meses había objetos decorativos, como conchas y piedras pulidas, y los restos de una persona de 30 años (de sexo desconocido), que quizá fuera el dueño o dueña del gato. Como no hay gatos salvajes autóctonos de Chipre, algunos científicos creen que los marineros trajeron a los felinos a la isla hace unos 10 000 años.

    Aún hay muchas incógnitas respecto a los cambios genéticos y de estilo de vida que convirtieron a los gatos salvajes en gatos domésticos. Por ejemplo: ¿se dispersaron por el planeta a bordo de barcos o fueron caminando poco a poco de asentamiento en asentamiento?

    Krajcarz espera que los análisis genéticos futuros revelen la compleja trayectoria del gato salvaje desde el desierto hasta el campo agrícola y, finalmente, hasta nuestros hogares.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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