5 de septiembre de 2010
Las arañas camello se convirtieron en la sensación de Internet durante la guerrra de Irak de 2003, cuando empezaron a circular por la red rumores acerca de su naturaleza sanguinaria. Se publicaron muchas historias acompañadas de fotografías que supuestamente mostraban arañas de la mitad del tamaño de un hombre.
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Durante muchos años, rumores llegados de Oriente Medio describían a las arañas camello como grandes y ponzoñosos depredadores, capaces de correr a la misma velocidad que un ser humano y con un apetito voraz por los grandes mamíferos. Estas leyendas son falsas. Las arañas camello no devoran los estómagos de los camellos ni a los soldados mientras duermen, y tampoco son demasiado grandes. Pero sí es cierto que son depredadores terribles.
La falsa leyenda de la araña camello comienza con una identificación falsa de su especie. Falsa, porque las arañas camello ni siquiera son arañas. Al igual que las arañas, pertenecen a la clase de los arácnidos, pero son en realidad solpúgidos.
Las arañas camello, también llamadas escorpiones de viento y solpúgidos gigantes de Egipto, miden apenas 15 centímetros de largo. Las fotografías que pretenden mostrar criaturas de un tamaño seis veces mayor se han tomado con una perspectiva engañosa: la araña se sitúa siempre en primer plano, donde la lente le hace parecer mucho mayor que su tamaño real. También es cierto que son veloces, pero únicamente en comparación con otros arácnidos. Se calcula que pueden alcanzar una velocidad máxima de 16 kilómetros por hora.
Las arañas camello no son letales para el ser humano (aunque su picadura es dolorosa) pero son crueles depredadores que pueden llevar a la muerte a insectos, roedores, lagartos y pequeños pájaros. Estos duros habitantes del desierto cuentan con grandes y potentes mandíbulas, del tamaño de hasta un tercio de la longitud de su cuerpo. Las usan para reducir a sus víctimas y convertirlas en pulpa con un movimiento que las tritura o las corta como con una sierra. Aunque las arañas camello no son venenosas, utilizan sus jugos digestivos para licuar la carne de sus víctimas y así poder absorber mejor sus restos en el estómago.