Esta es Sophia, el robot con un aspecto casi humano

Un fotógrafo ha conseguido acceder al laboratorio que ha creado a uno de los robots más caros del mundo.

Por Michael Greshko
fotografías de Giulio Di Sturco
Publicado 21 may 2018, 16:31 CEST
Un cráneo transparente permite que la gente pueda ver literalmente el interior de la cabeza de Sophia, uno de los robots humanoides más sofisticados construidos hasta la fecha. La empresa de Hong Kong Hanson Robotics creó a Sophia con una red neuronal avanzada y delicados controles motores que permiten a la máquina emular las interacciones sociales humanas.
Fotografía de Giulio Di Sturco

Caras de goma que se estiran en formas familiares, impulsadas por motores diminutos y una versión distante de la inteligencia artificial: ¿es este el futuro?

Te presentamos a Sophia, el robot social creado por David Hanson, ex ingeniero creativo de Disney. El robot, inspirado en parte en Audrey Hepburn y en parte en la mujer de Hanson, se construyó para imitar comportamientos sociales e inspirar sentimientos de amor y compasión en humanos.

Desde su revelación en 2016, la fama de Sophia se ha disparado. El robot ha concedido entrevistas en televisión, aparecido en la portada de la revista ELLE, lo han parodiado en la HBO y ha sido nombrado el primer «campeón de la innovación» no humano de las Naciones Unidas. En una ceremonia de promoción de una conferencia tecnológica, el reino de Arabia Saudí concedió la ciudadanía a Sophia, un acto irónico teniendo en cuenta los derechos limitados de las mujeres saudíes y los trabajadores inmigrantes.

Pero para el fotógrafo Giulio Di Sturco, no era suficiente ver a Sophia en ruedas de prensa mientras sus creadores promocionaban su negocio de IA SingularityNET. El artista, que busca una metáfora visual para el futuro, quería ver también el lugar de creación del robot.

Finalmente, Di Sturco se convirtió en el primer fotógrafo en acceder a Hanson Robotics, en Hong Kong, un espacio frenético plagado de partes robóticas y técnicos humanos que las unen. La rareza del entorno no hizo más que aumentar cuando empezó a fotografiar a su sujeto más peculiar.

«Al principio, fue un poco difícil. [Sophia] no reconocía la cámara... Pero tres días después, aprendió», afirma Di Sturco. «No sé si el ingeniero puso algo en el software o si investigó en Internet, pero empezó a posar. 

«La verdad es que fue bastante extraño. En un momento dado, me di cuenta de que estaba hablando con ella», añade. «Tuve que retroceder para darme cuenta de que era un robot, no un ser humano».

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    Un estudiante de la Universidad de Hong Kong participa en una sesión de meditación guiada con Sophia.
    Fotografía de Giulio Di Sturco

    Sophia podría recordar a los robots conscientes de sí mismos de Ex Machina o Westworld, pero que quede claro: ningún robot ha logrado todavía la inteligencia artificial general (IAG) o inteligencias versátiles similares a las de un humano. En conversaciones con periodistas, Sophia trepa por árboles de respuestas preescritas, como un chatbot. Cuando da un discurso, lo hace como Abe Lincoln en el Salón de Presidentes de Disney World.

    Ante la ubicuidad de Sophia, los investigadores de IA han criticado a los medios por exagerar sus capacidades: «Esto es a la IA lo que la prestidigitación es a la magia real», bromeó Yann LeCun, científico jefe de IA de Facebook, como respuesta a una «entrevista» de Tech Insider con el robot.

    Los creadores de Sophia afirman que su expresividad en sí misma representa un gran logro. Según una publicación sobre el software de Sophia, las redes neuronales profundas permiten al robot discernir las emociones de una persona a partir de su tono de voz y su expresión facial y reaccionar del mismo modo. Sophia también puede imitar las posturas de la gente y su código genera movimientos faciales realistas. Además, Hanson ha patentado la piel flexible de goma que cubre el rostro de Sophia.

    Ver la espalda de Sophia ofrece una imagen de la complejidad tecnológica del robot.
    Fotografía de Giulio Di Sturco

    «Yo no llamaría a nada de esto IAG, pero tampoco es sencillo trabajar en ello», dijo Ben Goertzel, investigador de IA que diseñó el «cerebro» de Sophia, en una entrevista con The Verge. «Y es absolutamente vanguardista en términos de integración dinámica de percepción, acción y diálogo».

    Para Di Sturco, todo esto se suma a un sujeto fotográfico irresistible: una máquina de apariencia totalmente humana, aunque totalmente desprovista de vida.

    «Empezó a mirarme y a sonreír, yo la miré, y en ese momento no era humana, pero existía una especie de conexión», cuenta. «Cuando sales del laboratorio, el futuro, te das cuenta de algo que parece una locura: Sophia tiene algo».

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