Una nueva foto de la NASA muestra un enorme cúmulo de ciclones en Júpiter

La sonda Juno ha revelado imágenes de ciclones gigantescos que se agitan sobre la superficie del mayor planeta del sistema solar.

Por Nadia Drake
Publicado 9 mar 2018, 13:27 CET
Ciclones en Júpiter
Los ciclones giran unos junto a otros en un nuevo mosaico infrarrojo del polo sur de Júpiter creado por la sonda Juno de la NASA.
Fotografía de NASA, SwRI, Jpl, Asi, Inaf, Iaps

La mayor parte de la superficie de Júpiter es de color blanco y rojo, con hermosas rayas y manchas pintadas sobre su faz. Pero resulta que sus polos son de un color azul oscuro y están marcados por una multitud de ciclones que ahora hemos conseguido ver de cerca.

Las observaciones de la sonda Juno de la NASA —la primera en obtener una imagen clara de los polos del gigante gaseoso— muestran estas florituras tempestuosas agrupadas en formaciones geométricas con varias tormentas que rodean la espiral central. En el norte, las tormentas están dispuestas de forma octogonal. En el sur, componen un pentágono.

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Juno lleva orbitando alrededor del planeta desde julio de 2016 y ha sacado imágenes del planeta en luz visible e infrarroja. Estas han permitido a los científicos calcular el tamaño y la temperatura de las violentas espirales, la mayoría de las cuales son tan anchas como Estados Unidos.

«Sus centros están dispuestos en las esquinas de polígonos imaginarios», afirma Alberto Adriani, del Instituto italiano de Astrofísica y Planetología Espacial, que describió las tormentas en la revista Nature.

Dentro de cada grupo, los ciclones tienden a desviarse o migrar, pero nunca desaparecen (al menos no desde que Juno los observa) y las agrupaciones poligonales no se parecen a nada que hayamos observado en otro planeta del sistema solar. Saturno, el gigante gaseoso vecino de Júpiter, tiene una forma hexagonal en su polo norte, pero dicha figura geométrica es obra de una sola tormenta. Ahora, los científicos tratan de averiguar cómo se formaron y se mantienen los polígonos jovianos.

«Creo que esperábamos ver lo que observamos en Saturno, donde hay un enorme hexágono o algo bastante parecido», afirma Fran Bagenal, de la Universidad de Colorado, Boulder.«Pero aquí estamos».

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    Un planeta ventoso

    Esta nueva información sobre los polos jovianos figura entre las diversas revelaciones descritas en Nature. Tres estudios describen el funcionamiento del interior del planeta y, por primera vez, resuelven un debate sobre si los patrones de la superficie son solo superficiales o si reflejan los procesos que se suceden en el interior del planeta.

    «La gente lleva peleándose por este tema desde antes de que yo naciera», afirma Jonathan Fortney, de la Universidad de California, Santa Cruz. «No existía ningún conjunto de datos capaz de responder a esta pregunta hasta Juno».

    Júpiter es 11 veces más ancho que la Tierra, pero da un giro completo sobre sí mismo en solo 10 horas. Es esa rotación rápida inconmensurable la que crea sus icónicas franjas nubosas, azotadas por vientos que soplan alternativamente hacia este y oeste, como una versión intensificada de los alisios terrestres. Pero durante mucho tiempo, los científicos no sabían si esos vientos se extendían a más profundidad dentro del planeta o si eran un fenómeno meteorológico superficial.

    Juno es la primera sonda que permite a los expertos pelar la piel rayada del planeta para responder a esa pregunta. A medida que orbita alrededor de Júpiter, Juno envía ondas de radio a la Tierra. Midiendo los cambios en la frecuencia de esas ondas al minuto, los científicos pueden cartografiar el campo gravitatorio de Júpiter y recopilar pistas cruciales sobre sus entrañas.

    Uno de los estudios en Nature revela que el campo gravitatorio de Júpiter es asimétrico, lo que significa que existe algún tipo de desequilibrio de masa entre el hemisferio sur y el hemisferio norte. «Ha adoptado forma de pera, por así decirlo», comenta Bagenal. «Quizá se igualará en el próximo milenio, o quizá en unas cuantas décadas. Desconocemos la escala temporal».

    Un segundo estudio identifica los feroces vientos del planeta como razón de la asimetría. Para mover tanta masa, los vientos deben tener raíces profundas, según los autores. Dicho estudio y un tercero sugieren que los patrones en superficie y las franjas tempestuosas están vinculadas a turbulencias que se extienden a al menos 3.000 kilómetros bajo la superficie del planeta.

    Un «colinabo giratorio»

    A más profundidad, según el tercer estudio, las presiones gigantescas dentro del planeta empiezan a unir átomos, convirtiéndolos en una bola sólida giratoria. Bagenal compara la presión del interior de Júpiter, que es aproximadamente 100 millones superior a la presión atmosférica de la Tierra, con la de mil elefantes uno encima de otro, con el elefante del fondo sostenido sobre una pata y llevando un tacón de aguja.

    Con tales presiones, existe una capa de hidrógeno metálico cuyo giro genera el campo magnético joviano. A más profundidad, existe un núcleo de roca disuelta y minerales envueltos en ese hidrógeno exótico.

    Juntos, estos estudios describen un planeta más sorprendente de lo que podíamos imaginar, como una cebolla que tiene aún más capas. O quizá no. «Podría parecerse más a un colinabo», afirma Bagenal. «Un colinabo enorme».

    Al igual que esa verdura, Júpiter tiene capas separadas pero conectadas y es más denso en su parte central. Pero los colinabos no giran sobre sí mismos una vez cada diez horas por sí solos con sus interiores girando como objetos sólidos bajo una piel arremolinada y turbulenta de vientos y nubes.

    «Quizá deberíamos haber previsto que habría más confusión o más estructura de lo que dicen los libros de texto», afirma Bagenal, que también señala que Júpiter podría ser fundamental para entender cómo funcionan otros planetas gaseosos gigantes, entre ellos Saturno. 

    «Me gusta pensar que Júpiter es el arquetipo de los planetas gigantes en otros sistemas estelares», afirma. «Pero ¿quién sabe?».

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