Estas tumbas sugieren que las pandemias medievales generaron miedo a los «no muertos»

El análisis de varias tumbas desvela un repunte de los entierros boca abajo en la época en que las epidemias de peste devastaban la Europa germanoparlante. ¿Qué trataban de conseguir los vivos?

Por Andrew Curry
Publicado 8 sept 2020, 12:49 CEST

En este dibujo del siglo XVI de Hand Baldung Grien vemos a un mercenario alemán hablando con la Muerte. A medida que las pandemias asolaban Europa, las historias de los «no muertos» hambrientos y vengativos en las zonas germanoparlantes podrían haberse reflejado en las prácticas de enterramiento.

Fotografía de DEA Picture Library, De Agostini, Getty

En 2014, la antropóloga suiza Amelie Alterauge solo llevaba unos días trabajando en el Instituto de Medicina Forense de la Universidad de Berna, Suiza, cuando la llamaron para investigar una tumba extraña en un cementerio de siglos de antigüedad que estaban excavando antes de un proyecto de construcción. Una tumba llamaba la atención entre las casi 340 sepulturas del cementerio: pertenecía a un hombre de mediana edad enterrado boca abajo en un rincón descuidado del camposanto. «Nunca había visto un entierro como ese», afirma Alterauge.

Los excavadores encontraron un cuchillo de hierro y una bolsa llena de monedas en el pliegue del brazo, colocado como si hubiera estado oculto entre su ropa. Las monedas ayudaron a los arqueólogos a datar el cuerpo entre los años 1630 y 1650, en torno a la época en que surgieron una serie de brotes de peste en esa región de Suiza. «Era como si la familia o el sepulturero no quisieran registrar el cadáver», apunta Alterauge. «Quizá estaba en avanzado estado de descomposición cuando lo enterraron o puede que padeciera una enfermedad infecciosa y nadie quisiera acercársele».

El hallazgo hizo que Alterauge empezara a buscar ejemplos de entierros boca abajo (o pronos) en Suiza, Alemania y Austria. Aunque son muy poco comunes, ese tipo de entierros se han documentado en otras partes, sobre todo en zonas eslavas de Europa del Este. A menudo se comparan con otras prácticas, como la mutilación o lastrar los cadáveres con piedras, que según se cree se empleaban para frenar a los vampiros y los no muertos impidiendo que escaparan de sus tumbas. En cambio, Alterauge dice que nadie había analizado de forma sistemática el fenómeno de los entierros boca abajo en las zonas medievales germanoparlantes que constituyen las actuales Suiza, Alemania y Austria.

Ahora, en un nuevo estudio publicado en la revista PLOS One, el equipo de investigación de Alterauge revela su análisis de casi 100 entierros pronos a lo largo de 900 años que han sido documentados por arqueólogos de la Europa germanoparlante. Los datos apuntan a un gran cambio en las prácticas de enterramiento que los investigadores vinculan a las muertes por brotes de peste y a la creencia de que las víctimas podrían volver para atormentar a los vivos.

Una tumba medieval en un cementerio de Berlín revela a un hombre enterrado boca abajo. Los entierros pronos aumentaron en la Baja Edad Media y podrían ser una reacción a las muertes por la peste.

Fotografía de Landesdenkmalamt Berlin, Claudia Maria Melisch

Durante la Alta Edad Media europea (c. 950 a 1300), los pocos cuerpos enterrados boca abajo en cementerios regionales solían colocarse en el centro de los camposantos de las iglesias o incluso dentro de las estructuras sagradas. Algunos de ellos eran enterrados con joyas, ropa elegante y útiles de escritura, lo que sugiere que los sacerdotes y los nobles de alto rango podrían haber optado por ser enterrados de esa forma como muestra de humildad ante Dios. Un ejemplo histórico es el de Pipino el Breve, el padre de Carlomagno, que supuestamente pidió que lo enterraran boca abajo frente a una catedral en el año 768 como penitencia por los pecados de su padre.

Sin embargo, los arqueólogos empezaron a observar un aumento de los entierros boca abajo en Europa a principios del siglo XIV, entre ellos algunos en la periferia de los cementerios cristianos consagrados. Este cambio coincidió con las epidemias de peste que devastaron Europa a partir de 1347 y que mataron a millones de personas en el continente.

«Algo cambia», explica Alterauge, que también es estudiante de doctorado en la Universidad de Heidelberg.

Las comunidades eran incapaces de hacer frente a tantos muertos tan rápidamente, por eso la imagen y el sonido de los cuerpos en descomposición se convirtió en una presencia familiar pero perturbadora. Los cadáveres se hinchaban y se movían y los intestinos llenos de gas emitían ruidos inquietantes e inesperados. La carne se descomponía y se secaba de formas inexplicables, y parecía que el pelo y las uñas crecían a medida que la carne se encogía a su alrededor.

Los «cuerpos [en descomposición] se mueven y emiten sonidos. Puede parecer que se están comiendo a sí mismos y los sudarios», señala Alterauge.

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    Un dibujo del siglo XIV representa el entierro de las víctimas de la peste. Los cuentos alemanes hablan de los nachzehrer (cuya traducción aproximada sería «devoradores de cadáveres) y los wiedergänger («los que caminan de nuevo»), que podrían haberse inspirado en las muertes masivas provocadas por la peste.

    Fotografía de Hulton Archive/Getty

    Los europeos del medievo trataban de explicar lo que veían y oían y puede que echaran mano de las ideas sobre los no muertos que ya circulaban en las comunidades eslavas de Europa del Este: «No tenemos [el concepto de] vampiros en Alemania», explica Alterauge, «pero existe la idea de cadáveres que se mueven», importada de zonas eslavas del este a Europa occidental poco después de los primeros brotes de peste a mediados del siglo XIV.

    La lógica de los no muertos

    Antes del siglo XIV, las historias medievales de la Europa germanoparlante describían a fantasmas serviciales que regresaban para advertir o ayudar a sus seres queridos. Pero en una era de epidemias adoptaron una forma diferente: los resucitados o muertos vivientes.

    «Este cambio a espíritus malignos se produce en torno al 1300 o 1400», afirma Matthias Toplak, arqueólogo de la Universidad de Tubinga, Alemania, que no participó en el estudio.

    En busca de pistas, Alterauge y sus coautores recurrieron al folclore medieval y descubrieron cuentos sobre los nachzehrer, cuya traducción aproximada es «devoradores de cadáveres»: unos cadáveres inquietos y hambrientos que se consumían a sí mismos y sus mortajas y se alimentaban de la fuerza vital de sus parientes vivos en el proceso.

    “No tenemos [el concepto de] vampiros en Alemania, pero existe la idea de cadáveres que se mueven.”

    por AMELIE ALTERAUGE, ANTROPÓLOGA

    «Las fuentes históricas dicen que los nachzehrer surgían de muertes insólitas o inesperadas», indica Alterauge. «Había una teoría que decía que alguien se convertía en nachzehrer si era el primero de la comunidad en morir durante una epidemia».

    En la Europa pandémica, la leyenda poseía una lógica convincente: como los parientes cercanos de la víctima empezaban a desarrollar síntomas y sucumbían pocos días después del funeral, debía de parecer que los estaban maldiciendo desde la tumba.

    «El contexto de todas estas creencias sobrenaturales debe ser la muerte súbita de varios individuos de una sociedad», afirma Toplak. «Tiene sentido que la gente culpara a los espíritus sobrenaturales y tomase medidas para impedir el regreso de los difuntos».

    En aquella época también se tenía miedo a los wiedergänger, o «los que caminan de nuevo»: cadáveres capaces de salir de la tumba para atormentar a sus comunidades. «Cuando hacías algo mal, dejabas tus asuntos sin terminar en vida por una muerte inesperada o tenías que expiar o vengar algo, puedes convertirte en un wiedergänger», explica Alterauge.

    El nuevo estudio revela un incremento del número de cuerpos colocados boca abajo en los límites de los cementerios cristianos entre los siglos XIV y XVII. Los investigadores sostienen que, al menos en esta parte de Europa, enterrar a la gente boca abajo era la forma preferida para impedir que los cadáveres malvados volvieran para causar daños.

    Otros arqueólogos sostienen que podría haber más explicaciones. En un mundo devastado por pandemias letales, enterrar a la primera víctima de la comunidad boca abajo podría haber sido simbólico, un intento desesperado de evitar más calamidades.

    «Si alguien enfermaba de gravedad, debía de parecer un castigo de Dios», afirma Petar Parvanov, arqueólogo de la Universidad Centroeuropea de Budapest que no participó en el estudio. «Los entierros pronos eran una forma de indicar algo a las personas que asistían al funeral. De algún modo, la sociedad había permitido demasiado pecado, así que querían mostrar penitencia».

    El siguiente paso, según la arqueóloga Sandra Lösch, coautora del estudio y directora del departamento de antropología física del Instituto de Medicina Forense de la Universidad de Berna, sería analizar los entierros boca abajo para descubrir si hay vínculos más evidentes con los brotes de enfermedades. Si se analiza el ADN antiguo de los individuos enterrados boca abajo, por ejemplo, podría ser posible secuenciar microbios específicos, mientras que el análisis isotópico de los huesos y los dientes de las víctimas «podría mostrar pistas de una dieta u origen geográfico diferente del resto de la población», lo que ofrecería otra explicación a sus entierros poco comunes.

    Como los registros de excavaciones locales no suelen publicarse, Alterauge espera que aparezcan más pruebas en los próximos años, a medida que los arqueólogos revisan evidencias antiguas o ven los entierros medievales inusuales desde una nueva perspectiva. «No me cabe duda de que hay más ejemplos por ahí», afirma.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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