4 de octubre de 2010
El veneno de una de las serpientes más venenosas del mundo podría ser clave para el desarrollo de una nueva variedad de analgésico.
Los componentes del veneno de la mamba negra africana, a los que los investigadores han llamado «mambalgins», son igual de fuertes que algunos opiáceos, incluida la morfina, y no tienen los efectos secundarios de otros analgésicos, como dificultad respiratoria.
«Resulta sorprendente que esto sea posible a partir de un veneno mortal de una de las serpientes más peligrosas del mundo», afirma la autora del estudio Anne Baron, del Instituto de Farmacología Molecular y Celular de Francia.
Estudios anteriores han demostrado que ciertos venenos de serpiente contienen toxinas que pueden despertar el dolor al activar los canales iónicos sensibles al ácido en el sistema nervioso central y periférico. Baron y su equipo descubrieron que al aislar estos péptidos llamados mambalgins, el dolor puede reducirse, o incluso desaparecer, inhibiendo la producción de estos canales.
El nuevo estudio hizo la prueba con ratones: «Las vías del dolor entre ratones y humanos están bastante protegidas, lo que nos hizo pensar que los péptidos serían igual de eficientes en humanos», señala Baron, cuyo estudio será publicado mañana en la revista Nature.
Un uso que viene de antiguo
El veneno de serpientes y otros animales, como arañas y escorpiones, ha sido muy utilizado con fines medicinales, y muchas investigaciones se han centrado en el desarrollo de sustancias venenosas para la fabricación de fármacos.
Así, se ha descubierto que componentes del veneno de cobras reales, serpientes de cabeza de cobre, serpientes cascabel y víboras tienen efectos beneficiosos, pues pueden retrasar el desarrollo de células cancerígenas o ayudar a la disolución de coágulos de sangre.
«Las toxinas de los venenos animales tienen mucho éxito como medicamentos», afirma Zoltan Takacs, herpetólogo nombrado Explorador Emergente de National Geographic en 2010. «Y sin duda hay mucho futuro, ya que la mayoría de las toxinas no han sido investigadas todavía».
Las toxinas animales son especialmente valiosas para la biomedicina: «Sirven para determinar el objetivo (saber exactamente el fin del medicamento) y también como modelo para desarrollar el fármaco concreto», explica Takacs.
Aunque los avances son alentadores, el experto advierte de que no debemos esperar su aplicación inmediata humanos. «Para desarrollar un nuevo medicamento se necesitan entre 10 y 15 años y miles de millones de dólares, y aún así no hay garantías».
Baron y su equipo esperan llevar su hallazgo a niveles clínicos, aunque en cualquier caso necesitarán años para su desarrollo. Sin embargo, según Baron, ya cuentan con una patente y la empresa Theralpha trabaja para desarrollar los compuestos analgésicos.