La mujer en la Primera Guerra Mundial: ¿un nuevo camino hacia la igualdad?

La Primera Guerra Mundial supuso un avance en la incorporación de la mujer al mercado laboral y por consiguiente un importante paso en la lucha por una mejora de su consideración social.

Por Redacción National Geographic
Las mujeres en la Primera Guerra Mundial
Las mujeres en la Primera Guerra Mundial
Fotografía de NAtional Geographic

Este artículo se publicó el 8 de septiembre de 2014 y ha sido actualizado el 8 de marzo de 2023.

La Primera Guerra Mundial fue el primer gran trauma global de la sociedad industrial occidental que nació en el siglo XIX. La Gran Guerra obligó a las grandes potencias europeas a un tremendo esfuerzo bélico y mandó a las trincheras a una parte importante de su población masculina, que cuya aportación como fuerza laboral había sido hasta la fecha uno de los principales combustibles de la Revolución Industrial. Fue en ese momento cuando las mujeres dieron un paso adelante y tuvieron un mayor protagonismo en el mercado laboral.

Hasta ese momento la mujer había estado relegada a tareas domésticas o acompañar a su marido en los distintos actos sociales. Incluso durante el auge de la Revolución Industrial la mujer quedó relegada al cuidado de los hijos y sólo algunas – en la mayoría de los casos solteras –consiguieron entrar en el proceso productivo, pero siempre relegadas y con salarios inferiores al de los hombres.

(Relacionado: ¿Cuáles fueron las causas y consecuencias de la Primera Guerra Mundial)

El cambio de rol social de las mujeres durante la Primera Guerra Mundial

La guerra supuso un cambio: por un lado, el reclutamiento de gran parte de la población masculina para acudir al frente, y, por otro, las necesidades industriales derivadas del conflicto bélico, atrajeron a las mujeres al campo laboral. 

La Primera Guerra Mundial crea nuevos papeles para la mujer asumiendo trabajos y responsabilidades en los que antes habían estado excluidas: así, por ejemplo, las féminas que trabajaban en el sector bancario creció de unas iniciales 9500 a casi  64 000.

Además, desde que en 1909 se proclamara el 8 de marzo el Día de la Mujer, el movimiento feminista de principios del siglo XX contaba con otro cimiento sobre el que apoyarse y para cuando estalló la Primera Guerra Mundial muchas mujeres lo tenían en mente como momento reivindicativo clave. Según explica la historiadora Temma Kapla, quienes participaron en esta fecha conmemorativa durante la guerra "proclamaron sus derechos como mujeres y madres o como amas de casa en los ámbitos público y privado para interceder en temas en los que los líderes políticos habituales parecían incompetentes".

En marzo de 1917, las conmemoraciones del Día Internacional de la Mujer desembocaron en una revolución. Cuando decenas de miles de mujeres confluyeron en Petrogrado (actual San Petersburgo) para conmemorar el día (y para demandar el fin de la Primera Guerra Mundial y protestar por la falta de alimentos), las manifestaciones se convirtieron en una huelga masiva. En cuestión de horas, 100 000 obreros y obreras abandonaron sus puestos de trabajo para unirse a las protestas.

En cuestión de días, el movimiento alcanzó 150 000 trabajadores en huelga. Finalmente, hasta el ejército ruso se unió a los protestantes, retirando su apoyo al zar Nicolás. Fue el comienzo de la Revolución rusa.

La mujer en el mercado laboral durante la IGM

La incorporación de la mujer al mercado laboral alcanza unas cifras nunca vistas hasta el momento. Además, asumen trabajos tan dispares como como deshollinadoras, conductoras de camiones u obreras en la industria armamentística. Así entre Francia y Gran Bretaña más de un millón y medio de mujeres trabajaron en fábricas de armamento; mientras en Alemania el 38% de la fábrica bélica Krupp estaba compuesto por mujeres en 1918.

Uno de los hándicaps que se encontraron las mujeres fue lógicamente la resistencia de los hombres que permanecían en las fábricas. Éstos no aceptaban de buen grado que las mujeres pudieran desempeñar con la misma efectividad algunos de sus puestos laborales. Otra preocupación que tenían es si la disminución del salario con las mujeres podía finalmente perjudicarles. Son, sin embargo, las mujeres las primeras que se movilizan pidiendo una igualación salarial por ley para evitar esta discriminación.

El gobierno francés fue de los primeros que abordó el tema: así en 1915 establece un salario mínimo para las mujeres que trabajaban en la industria textil cosiendo una ingente cantidad de uniformes militares. Posteriormente en 1917 decreta que hombres y mujeres ganen lo mismo por pieza trabajada. Aun así, pese a la intervención gubernamental, al final de la guerra la desigualdad sigue existiendo.

El final de la guerra pudo parecer un final a este proceso: la sensación de temporalidad de las mujeres en el puesto de trabajo persistía, el regreso de los hombres del frente supuso su reincorporación al mercado laboral y el desplazamiento de las mujeres, la diferencia salarial se incrementa, etc.  

Todo ello se vio beneficiado por la escasez de derechos políticos “reales” de las mujeres: la inexistencia del sufragio universal en las democracias más avanzadas, pese a las reivindicaciones de movimientos feministas o ciertas tendencias políticas, llevaron a pensar que esta discriminación volvería al pasado.

Sin embargo, el final de la Primera Guerra Mundial supuso un cambio definitivo: las pérdidas humanas o el regreso de soldados cuya capacidad de trabajo era ya nula permitieron que esta puerta ya no se cerrara. Las mujeres asumieron puestos que muchos hombres no querían, demostrando su capacidad laboral. Además, la lucha por sus derechos sigue creciendo, convirtiéndose en una realidad que la clase política no puede evitar. Poco a poco las principales democracias instauran el sufragio universal, algo que supone un avance fundamental.

Lógicamente esto sólo fue el principio. Un camino que ha seguido (y continúa) en décadas posteriores.

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