18 de enero de 2013
Vuelven las condiciones climáticas extremas: una tormenta de nieve en Jerusalén, incendios en Australia, una ola de frío en China y una de calor en Brasil. Si nos basamos en las primeras dos semanas del año, podemos afirmar que 2013 sigue donde lo dejó 2012.
En Jerusalén cayeron 20 centímetros de nieve el jueves pasado, provocando el cierre de varias carreteras. Es la primera tormenta de nieve en 20 años. Cayeron veintenas de árboles por el peso de la nieve, hubo peleas de bolas de nieve en los parques y el presidente israelí Shimon Peres fue fotografiado haciendo un muñeco de nieve con la ayuda de sus guardaespaldas.
En Australia, donde la ola de calor está marcando récords, la agencia climatológica ha añadido dos colores en los mapas ante la posibilidad de alcanzar temperaturas sin precedentes: morado oscuro para temperaturas por encima de los 50°C y rosa para las que superen los 52°C. Los ocho primeros días de años fueron de los más calurosos que se recuerdan, siendo el 7 de enero el más caluroso en la historia de Australia, con una temperatura media de 40°C. En algunas playas hacía tanto calor que los bañistas no podían llegar al agua sin quemarse los pies con la arena.
En otras partes del planeta el clima también ha sido extremo. Mientras que en la zona oriental de Estados Unidos y el norte de Europa se disfrutaba de un tiempo primaveral, en Tokio (ver mapa) cayeron 7,6 centímetros de nieve este fin de semana, casi la mitad de la cantidad habitual total de todo un año.
En China, la temperatura media cayó hasta los -4°C a principios de enero, la más baja en casi tres décadas. Más de mil barcos se quedaron atrapados en hielo en la Bahía de Laizhou.
Al mismo tiempo, una ola de calor y sequía en el noreste de Brasil ha llevado a las autoridades a considerar el racionamiento de la electricidad por primera vez en diez años. La temperatura en Río de Janeiro ha alcanzado los 43°C.
Una nueva normalidad
Según un informe preliminar elaborado por 240 científicos norteamericanos publicado el viernes, las temperaturas extremas se están convirtiendo en la norma. En una carta abierta, los autores de la última evaluación nacional del clima afirman que la frecuencia y duración de condiciones extremas como éstas son pruebas evidentes del cambio climático.
«Los veranos son más largos y calurosos y para los americanos los periodos de máximo calor duran más que nunca», afirman. «Los inviernos son generalmente más cortos y templados y las fuertes tormentas son habituales, aunque en muchas regiones se dan en medio largos periodos de sequía».
En su opinión, el impacto de estos cambios es fácil de observar. «Los productores de maíz de Iowa, de ostras del estado de Washington y de sirope de arce de Vermont han confirmado cambios climáticos que no habían experimentado antes, al igual los ingenieros de costas desde Florida hasta Maine, los expertos en gestión de agua del suroeste de Estados Unidos y zonas del sureste, así como los nativos americanos a lo largo y ancho de todo el país».
Por su parte, el Centro Nacional de Datos Climáticos de la NOAA (Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos) catalogó 2012 como el año más caluroso conocido en los 48 estados continentales de Estados Unidos. Más de 99 millones de personas sufrieron temperaturas por encima de los 38°C durante más de diez días. La temperatura media del año pasado fue más de 1,5 grados superior a la media del siglo XX.
Además, el país ha sufrido 11 desastres naturales con daños de al menos mil millones de dólares cada uno, incluida la grave sequía del Medio Oeste y la tormenta Sandy en la Costa Este.
El hielo y el agua tampoco se libran
Otra preocupante prueba del cambio climático: la cantidad de hielo que cubre el océano Ártico se redujo a su nivel más bajo a finales de 2012. Casi la mitad del océano se quedaba sin hielo a mediados de septiembre, según el Centro Nacional de Datos de Hielo y Nieve. Algunos científicos creen que el calentamiento del océano está cambiando el patrón de la corriente de chorro sobre el Ártico, aumentando así la posibilidad de temperaturas extremas en latitudes bajas.
A pesar de todo esto, las cosas se habrían puesto peor si las condiciones de El Niño se hubieran dado este invierno, como predijeron varios expertos. Durante una fase de El Niño, los patrones de tormentas a lo largo del Pacífico suelen aumentar las temperaturas en sitios como Australia, provocando graves sequías y fuertes olas de calor.
Sin embargo, el pasado noviembre El Niño no se hizo presente. «Gracias a eso las condiciones han sido menos extremas», afirma el meteorólogo Jeff Masters.
Pensando en la primavera, Masters advierte de que Estados Unidos podría enfrentarse todavía a condiciones climáticas extremas. «La sequía de 2012 es ya una sequía de dos años», comenta refiriéndose a la sequía que acabó con los cultivos de Medio Oeste el pasado verano. «Si llegamos a la primavera en condiciones igual de intensas y extendidas que ahora, corremos el riesgo de sufrir otro verano de extrema sequía, con el coste de decenas miles de millones de dólares otra vez».