La arawana asiática: el pez de acuario más caro del mundo
Los riesgos que suponían los terroristas, cazadores de cabezas y la «mafia de los peces» no detuvieron a esta mujer en su viaje para ver una arawana asiática en estado salvaje.
Cuando Emily Voigt empezó a investigar a la arawana asiática, el pez de acuario más caro del mundo, no tenía ni idea de que eso la arrastraría a un mundo de negocios turbios y traficantes. Viajó a 15 países, se enfrentó al peligro de los cazadores de cabezas y a una guerra civil para seguirle la pista a un pez que normalmente es transportado por guardas armados. En su camino, descubrió la atracción de la naturaleza y los peligros de la obsesión, como reveló en su libro The Dragon Behind the Glass: A True Story of Power, Obsession, and the World’s Most Coveted Fish (El dragón tras el cristal: una historia verdadera de poder, obsesión y el pez más codiciado del mundo).
Cuando National Geographic la entrevistó por teléfono en su casa de Nueva York, explicó cómo, paradójicamente, un esfuerzo conservacionista para proteger a la arawana, con fines positivos, ha incrementado su atractivo para los coleccionistas. También nos contó cómo su vida pasó a centrarse en esa búsqueda y por qué poner un pez en una pecera es algo que forma parte de nuestro deseo por conectar con otras especies.
En el centro de tu historia se encuentra un pez con el que la mayoría no estamos familiarizados. Háblanos de la arawana —también conocida como pez dragón— y de por qué se ha convertido en una especie tan valiosa.
La arawana asiática es el pez de acuario más caro del mundo. Es un pez de agua dulce tropical que vive en el sureste asiático y que puede crecer hasta los 90 centímetros en estado salvaje. Ese es prácticamente el tamaño de una raqueta de nieve. [Se ríe.] Es un depredador fiero que se remonta a la era de los dinosaurios. Tiene grandes escamas metálicas, como monedas; bigotes que sobresalen de su barbilla; y ondula como los dragones de papel que se pueden ver en los desfiles del Año Nuevo chino. Este parecido ha dado lugar a la creencia de que el pez trae buena suerte y prosperidad, y por eso se ha convertido en un pez de acuario tan buscado.
Una vez asistí a la Competición Internacional de peces Aquarama, que es algo así como un concurso de perros, pero para peces. De repente vi a 10 rarísimas arawanas albinas que aparecieron seguidas de un convoy policial, protegidas por guardas armados, para que nadie pusiera veneno en los tanques. El precio más alto del que he oído hablar [para un solo pez] es 300.000 dólares (más de 268.000 euros), que supuestamente se vendió a un miembro de las altas esferas del partido comunista chino.
Has dicho que «el pez dragón asiático es el ejemplo más espectacular de una paradoja moderna única: la producción en masa de especies en peligro». ¿Podrías explicarnos esta idea?
Me llevó un tiempo entender esto. La importación de este pez es ilegal en Estados Unidos, pero en los últimos años se han transportado unos 2 millones de arawanas a través de fronteras internacionales. Las piscifactorías del sureste asiático donde se crían son como prisiones de alta seguridad, con muros de hormigón, protegidas por perros guardianes, torres de vigilancia y alambradas. ¡Todo esto por un pez! [Se ríe.]
Se trata de un ejemplo impresionante de una paradoja: este pez ha mermado en gran medida en estado salvaje, pero está siendo criado en piscifactorías que producen cientos de miles de ejemplares cada año. La historia de este pez condensa la historia de la conservación moderna. En la década de 1970, cuando la comunidad internacional comenzó a organizarse en torno a la idea de proteger a las especies en peligro, la iniciativa fue prohibir [el comercio de] todas ellas. Esto es lo que ocurrió con la arawana asiática. En aquella época era un pez común que servía de alimento, algo que consumían algunas personas que vivían cerca de los pantanos. Ni siquiera se consideraba un pescado particularmente bueno. Tiene muchas espinas y es insípido. Pero es un superdepredador y un pez de reproducción lenta, así que acabó en la lista de especies protegidas y se prohibió su comercio a nivel internacional. Pero esto produjo un efecto no deseado, ya que creó una percepción de excepcionalidad, lo que generó un mercado dentro del comercio de peces de acuario. Se convirtió en un producto muy deseado.
Tu viaje comenzó en un lugar inusual: el Bronx. Háblanos sobre John Fitzpatrick y el tráfico ilegal de especies en Nueva York.
[Se ríe.] ¡Teniente John Fitzpatrick, detective de mascotas! Estaba escribiendo un artículo sobre el tráfico de mascotas exóticas en la ciudad de Nueva York y le llamé una tarde de verano. Empezó a ofrecerme un montón de historias increíbles: 1.300 tortugas que vivían en un solo acuario en un loft de Tribeca, donde su dueño ni siquiera tenía sitio para una cama; y un hombre de Harlem que vivía con un tigre y un cocodrilo, ¡en el mismo apartamento diminuto!
Acompañé a Fitzpatrick al sur del Bronx porque un hombre había intentado vender su cocodrilo en Craigslist. [Se ríe.] No encontramos al cocodrilo, pero el teniente Fitzpatrick me siguió hablando sobre unos peces ilegales y extraordinariamente caros que estaban llegando a la ciudad y suponían la cruz de su existencia. Al principio no me interesó. No me gustan mucho los peces. Los peces como mascota me parecían un tema aburrido. Pero después empecé a profundizar en ello.
Escribiste que «la especie humana es única en su obsesión por domar y criar a casi todas las criaturas vertebradas». ¿Por qué la gente tiene peces como mascota?
Para mí ese fue un gran misterio. No solo el porqué de que la arawana asiática fuera tan increíblemente valiosa, sino qué es lo que nos impulsa a meter un pez en una pecera en primer lugar. Tiene relación con lo que escribió E. O. Wilson sobre la biofilia, nuestro deseo innato por conectar con otros animales. Nunca me he sentido inclinada a tener una arawana, pero sí que me obsesioné con encontrar a este pez en estado salvaje. Durante años esto dio un giro a mi vida. Viajé por 15 países en la búsqueda de este pez. Esa obsesión procedía del mismo lugar que el deseo por tener peces en un acuario. Es un deseo por conectar con la naturaleza.
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Esa es una presentación perfecta para uno de los personajes más originales del libro. Preséntanos Kenny, el Pez.
Cuando empecé a investigar a la arawana asiática, siempre aparecía el mismo nombre: Kenny, el Pez, también conocido como Kenny Yap. Él es el cerebro del glamuroso mundo de la acuicultura asiática. Es el propietario de una de las mayores piscifactorías de peces ornamentales de Asia y es famoso en Singapur por posar desnudo detrás de mascotas acuáticas, colocadas de forma estratégica. [Se ríe.] Cuando fui a su piscifactoría estaba sentado tras una mesa rosa y turquesa bajo sus fotografías posando desnudo, imposibles de ignorar. [Se ríe.]
Kenny es el responsable del lavado de imagen de esa industria y es apreciado por esa razón. Había oído hablar mucho sobre la oscura base de su negocio. Cuando pregunté a Kenny sobre la ola de robos de peces que había asolado la región me dijo: «no sé de qué me estás hablando. Robar peces no es tan fácil como robar joyas».
Otro personaje clave en esta historia es el ictiólogo estadounidense Tyson Roberts. Háblanos un poco sobre su historia.
Es una persona muy especial. Le llamo el gran ancestro de la ictiología porque probablemente ha disecado y conservado más especies de peces que nadie. Tiene una mente extraordinaria. Cuando hablas con Tyson, te sientes absorbida por los extraños giros y curvas que toma la conversación. Aunque ya tiene más de 70 años, todavía recorre el mundo. A veces eres incapaz de localizarle durante meses. Hubo un momento mientras escribía el libro en el que ni siquiera estaba segura de que siguiese con vida.
De alguna forma él mismo es una especie en peligro de extinción. Hasta mediados del siglo XX, los biólogos se especializaban en un grupo animal. Había gente que estudiaba los peces o las aves o los gusanos de tierra. Pero tras la revolución molecular y el descubrimiento de la estructura del ADN, la biología empezó a clasificarse de forma diferente. La biología molecular monopolizó la financiación, mientras que los expertos en grupos de organismos fueron poco a poco dejados al margen. Como resultado, estamos perdiendo una gran cantidad de conocimiento. Cuando la generación actual muera, no quedarán expertos en muchos grupos de organismos.
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Tu búsqueda se centra finalmente en la legendaria arawana «superroja» en Borneo. ¿Puedes hablarnos de tus desventuras mientras intentabas llegar al remoto lago de Sentarum?
[Se ríe.] Todo empezó cuando me sumergí profundamente durante seis semanas en el mundo de los peces. Al final de esa etapa, cancelé mi vuelo de vuelta a casa desde Asia y me arriesgué a perderme mi propio banquete de boda porque estaba decidida a encontrar este pez en el corazón de Borneo. Me advirtieron de una tríada de «hombres del saco» por así decirlo: una supuesta mafia de los peces, los terroristas islamistas y los Iban, una tribu que vive en la región de los lagos y que tradicionalmente son cazadores de cabezas.
Yo era probablemente una de las personas peor equipadas para intentar encontrar este pez sola, y más la arawana, de naturaleza escurridiza. No había ido a pescar en toda mi vida. No hablaba el idioma ni tenía experiencia en la naturaleza. [Se ríe.] Por suerte, conseguí la ayuda de Heiko Bleher, conocido como «el Indiana Jones del mundo de los peces tropicales». Es un explorador ictiólogo de tercera generación. Su abuelo abrió una de las primeras piscifactorías en Frankfurt a principios del siglo XX. Su madre se llevó a Heiko y a sus otros tres hijos a una región sin cartografiar de la selva amazónica en la década de 1950, en busca del que entonces era el pez de acuario más caro del mundo: el «pez disco», un pez con forma redonda perfecta que se parece mucho al disco lanzado por los antiguos griegos. Desde entonces, Heiko ha pasado su vida buscando de forma desenfrenada nuevas especies por todo el mundo.
Al final conseguí llegar al Sentarum. Desafortunadamente, fue en la peor época del año. Los sistemas de lagos se secan de forma estacional. Llegué justo cuando el nivel del agua era demasiado bajo para navegar por el pantano, pero demasiado alto para llegar a pie.
Charles Kingsley, el autor británico de libros infantiles, escribió que «el placer de encontrar nuevas especies es demasiado grande; es moralmente peligroso». ¿Te sentiste «corrompida» durante tu búsqueda obsesiva de la arawana?
Sí, creo que sí. Hay un elemento peligroso en hacer de un pez un fetiche: pones a la especie en un pedestal, intentas poseerlo y mantener que se trata una especie emblemática. Mi propia búsqueda, aunque tenía buenas intenciones, se convirtió en el centro de mi vida. El primer síntoma de problemas fue cuando cambié de nombre para entrar en Myanmar. Me preocupaba no poder conseguir un visado de periodista así que asumí el apellido de mi marido después de casarme. Al llegar a ese punto debería haberme dado cuenta que quizá me estaba comprometiendo demasiado. [Se ríe.]
Pero la mía no es la única vida que ha sido corrompida por este pez. Mientras estaba haciendo el reportaje, alguien acabó en una cárcel de alta de seguridad en Nueva York por su implicación con este pez. Cuando piensas en un pez como mascota lo ves como algo inocente, un recuerdo de la infancia. Pero la arawana asiática es un agente del caos en todo el mundo.
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Viajaste a 15 países en busca de la arawana, en avión, en jeep y en canoa. ¿Cuáles fueron los mejores —y peores— momentos de esa búsqueda?
Durante toda esta búsqueda, nunca hubo un momento en el que pensara «¡pero qué aventura tan divertida!». Fue bastante dolorosa. Uno de mis peores momentos fue en Myanmar (anteriormente Birmania) cuando me colé en una zona cerrada por la guerra en busca del pez. Fue bastante angustioso. En términos de sobrecogimiento, nada puede superar a la selva amazónica. Era la primera vez que estaba en Sudamérica y estaba a días de la civilización, dentro de la jungla. La cuenca del Amazonas tiene el mismo tamaño que la parte continental de Estados Unidos. Puedes decir y tener la sensación de que es un río enorme, pero cuando estás allí, intentando llegar a uno de sus afluentes, resulta asombroso.
Esta entrevista ha sido editada por razones de claridad y longitud.
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