¿Qué animales tienen los bebés más grandes (y pequeños)?

Una mamá panda gigante es 900 veces más pesada que su cría, mientras que un bebé jirafa tiene una décima parte del tamaño de su madre.

Por Rachel A. Becker
Publicado 9 nov 2017, 4:18 CET

Cuando el panda gigante del Smithsonian's National Zoo, Mei Ziang, dio a luz a una cría minúscula el 23 de agosto de 2015, parecía como si el diminuto bebé sin pelo hubiera caído directamente de su interior. Un par de horas después, aparecía un segundo bebé.

Con un peso de solo 86 gramos y 138 gramos respectivamente, las dos crías ciegas parecían enanas en comparación con su madre de 108 kilogramos, que pesaba unas mil veces más que su bebé más pequeño.

La pequeñez extrema de estos bebés puede parecer inusual, pero las madres panda normalmente pesan 900 veces más que sus recién nacidos, mientras que las madres humanas son solo unas 20 veces más pesadas que sus bebés. El hecho es que las crías de los mamíferos llegan al mundo en una enorme variedad de tamaños.

Bebés animales
Fuentes: Zoo de San Diego; Web de Animal Diversity, Universidad de Michigan; Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos.
Fotografía de EMILY M. ENG y KELSEY NOWAKOWSKI, NG STAFF

¿Por qué son tan diminutos?  

Que un animal tenga crías grandes o pequeñas depende de lo autosuficientes que necesiten ser esos bebés al nacer. Las crías que necesitan muchos cuidados se denominan crías altriciales, mientras que los animales que nacen con un mayor nivel de desarrollo se llaman precoces. Tanto los pandas como los humanos se clasifican sin duda en la parte altricial de este rango.

Las crías de panda dependen de sus madres para todo: calor, alimento e incluso para que les ayuden a orinar y defecar. Una de las razones por las que gran parte del desarrollo tiene lugar fuera del úteros podría ser que la leche materna sería mejor para la transmisión de nutrientes a la cría de panda que la placenta, según explica Megan Owen, directora asociada de ecología animal aplicada en el zoo de San Diego. Sin embargo, su diminuto tamaño en relación a la madre les pone en peligro de ser aplastadas mientras su propia madre las cuida.

En contraste, los pequeños precoces como las jirafas pueden caminar (con torpeza) poco después de nacer. Estos animales más autosuficientes tienden a ser relativamente grandes en comparación con sus madres, según Owen. Cuando las jirafas nacen, por ejemplo, ya tienen un 10 por ciento del tamaño de sus madres.

Para saber más: Seis curiosidades que quizá desconozcas de las jirafas

Bebés del tamaño de gominolas  

En el extremo de la pequeñez se encuentran los marsupiales como el canguro, que cuando nace es 100.000 veces más pequeño que su madre. Los marsupiales carecen de placentas y sus crías son tan altriciales cuando nacen que se encuentran prácticamente en estado fetal.

«Pueden nacer con el tamaño de una gominola, y por nacer nos referimos a que salen del útero del mismo modo que lo haría un bebé humano», explica Alistair Evans, profesor de morfología evolutiva en la Universidad Monash de Australia. «Son tan diminutos que no pueden sobrevivir por sí mismos, y necesitan mucho tiempo para poder agarrarse al pezón y obtener leche materna».

Los bebés de canguro rojo salen del útero, trepan hasta el marsupio y se quedan ahí, unidos al pezón durante gran parte de su desarrollo temprano.

«Son capaces de crear un pequeño embrión y ponerlo en una especie de animación suspendida durante un año o más mientras esperan hasta que haya un buen entorno, con lluvia o hierba abundante», explica él. «Nosotros no podríamos hacerlo tan fácilmente».

Que una especie dé a luz a un bebé diminuto e indefenso o a uno más grande y más desarrollado depende en parte del entorno al que se haya adaptado dicha especie, según afirma Evans.

Barbara Finlay, profesora de psicología en la Universidad de Cornell que estudia el desarrollo animal, explica que los carnívoros en la cumbre de la cadena alimenticia, por ejemplo, no se enfrentan a demasiada depredación cuando cuidan de sus pequeños indefensos. Además, muchos de ellos tienen madrigueras en las que pueden criar a sus bebés. Sin embargo, los animales de presa generalmente tienen que ser capaces de huir de sus depredadores desde una edad muy temprana.

Como ocurre con todas las reglas, esta también tiene excepciones: los ratones no son grandes depredadores, pero tienen crías indefensas, y Finlay afirma que, de hecho, las cobayas son bastante precoces.

Evans dice que en última instancia todo se reduce a las probabilidades del bebé para sobrevivir, y utiliza una metáfora bastante adecuada: «No te lo puedes jugar todo a una sola carta».

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