¿Por qué algunos perros son tan agresivos?
Un nuevo estudio demuestra que las hormonas oxitocina y vasopresina podrían intervenir en la conducta canina agresiva.
Los perros pueden ser el mejor amigo del hombre, pero esa amistad a veces atraviesa baches. El meneo de las colas y los besos llenos de babas pueden dar paso a ladridos, gruñidos y mordiscos. Algunos perros hacen esta transición con más facilidad que otros, y Evan MacLean quería entender el porqué. MacLean, psicólogo y antropólogo en la Universidad de Arizona, creía que las hormonas podrían explicar esta diferencia.
En un nuevo estudio en Frontiers in Psychology, MacLean y sus colegas revelaron que los niveles de oxitocina y vasopresina influyen en los comportamientos sociales de los perros y en la agresividad. Los perros de asistencia, criados para tener un temperamento apacible, tienen niveles mucho más altos de oxitocina en sangre respecto al perro promedio. Los perros que eran más agresivos hacia otros perros, sin embargo, tenían más vasopresina.
«Este es el primer estudio que ha examinado la vasopresina y la agresividad en los perros, un trabajo que abre nuevas oportunidades de tratamiento», según Sue Carter, bióloga en el Instituto Kinsey de la Universidad de Indiana, coautora del estudio que ha estudiado estas hormonas durante décadas.
Si se dan las circunstancias adecuadas, la mayoría de perros puede mostrar agresividad. Los desencadenantes habituales incluyen las amenazas a su comida e incluso ver a otros perros o humanos. Es un problema común para los dueños de perros, según explica Julia Meyers-Manor, experta en cánidos de la Universidad de Minnesota que solía ayudar a entrenar perros en Twin Cities Humane Society y que no participó en el estudio.
«Nuestras clases siempre están llenas», afirma.
Estar atados a una correa puede ser especialmente difícil para algunos perros al principio, según Meyers-Manor. «Se sienten atrapados, como si no pudieran escapar. Y a veces su mejor defensa es un buen ataque».
El resultado: 4,5 millones de mordeduras de perros en Estados Unidos cada año, según el Centro de Control y Prevención de Enfermedades del país. La agresividad es también la razón principal por la que se entrega a muchos perros a refugios de animales. Entender y prevenir la agresividad en los perros podría salvar vidas, tanto humanas como caninas.
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En busca de la causa
Como ocurre en la mayoría de las conductas caninas, la agresividad es una combinación de naturaleza y educación. Las experiencias a etapas tempranas pueden provocar agresividad en fases adultas en el caso de los perros, pero la causa también puede encontrarse en el temperamento del animal, una característica controlada parcialmente por las hormonas.
Carter comenzó su trabajo preguntándose si la oxitocina, conocida por su papel en el parto y en el establecimiento de vínculos madre-hijo, podría también explicar por qué los topillos de la pradera (Microtus ochrogaster) son monógamos. Los niveles de oxitocina se disparaban en estos topillos tras haber construido una madriguera y comenzado a aparearse. Pero Carter también observó algo inusual. Tras aparearse, los topillos macho se volvían más agresivos hacia otros topillos (aunque no hacia su pareja). Otros experimentos revelaron que la vasopresina era la hormona culpable. Si se bloqueaba la vasopresina, los topillos macho volvían a ser pacíficos.
Otros científicos mostraron resultados similares en una serie de especies, pero nunca se había realizado este estudio en perros domésticos. MacLean empezó a considerar el papel de la oxitocina y la vasopresina tras una búsqueda infructuosa en publicaciones científicas, que no revelaron un candidato probable. Algunos investigadores señalaban a los altos niveles de testosterona como culpables de la agresividad, pero los perros macho castrados no siempre se mostraban menos agresivos que aquellos que no lo estaban. Otros investigadores habían descubierto resultados dispares en cuanto a la serotonina, hormona implicada en la ansiedad y la depresión. Sin embargo, los efectos de la oxitocina y la vasopresina eran similares en una amplia variedad de animales, lo que dio esperanza a MacLean.
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Nuevas respuestas, nuevas preguntas
En un primer momento, estudió a perros que mostraban agresividad hacia otros perros sin ser provocados y los comparó con perros no agresivos que eran idénticos en edad, sexo y raza. Los investigadores tomaron muestras de sangre para medir los niveles de vasopresina y oxitocina antes de empezar los experimentos.
Después, MacLean hizo que sus dueños pasearan a sus perros frente a uno de los tres perros de peluche diferentes para registrar sus respuestas. A continuación, volvieron a extraerles sangre para analizarla. No es de extrañar que los perros agresivos gruñeran, atacaran y ladraran más a los perros de peluche que sus compañeros menos agresivos. También tenían mucha más vasopresina en sangre.
En un experimento aparte, MacLean y sus colegas expusieron a perros guía a una persona extraña amenazante o a un perro desconocido. En ambos casos, los animales de servicio permanecieron tranquilos y registraron niveles de oxitocina en sangre más altos que los perros domésticos normales.
«Antes de trabajar para modificar la agresividad, necesitamos entender la biología básica. Nadie había estudiado el papel de estas hormonas», señala MacLean. Estos resultados proporcionan un novedoso punto de partida, aunque MacLean advierte que todavía no está claro si la vasopresina es lo que provoca la agresividad o si es una respuesta a la agresividad.
El estudio podría ayudar a que los dueños de los perros agresivos entendieran el porqué de la conducta de su mejor amigo.
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