Estas hormigas «paramédicas» socorren y curan a sus camaradas heridas en batalla

Un nuevo estudio determina que las hormigas matabele cuidan las unas de las otras con una tasa de éxito muy alta.

Por Christie Wilcox
Publicado 14 feb 2018, 15:28 CET
Esta especie de hormiga rescata y cura a sus compañeras heridas
Un nuevo estudio revela que, tras atacar un nido de termitas, las hormigas sanas cuidan de sus camaradas heridas.

Las hormigas matabele o Pachycondyla analis, originarias del África subsahariana, asedian las colonias de termitas y devoran a cientos de ellas, soportando los mordiscos potencialmente mortales de las termitas soldado, más grandes que ellas. Pero lo que llamó la atención del mirmecólogo Erik T. Frank sobre ellas era que llevaban de vuelta al nido a las hormigas heridas durante un ataque, un descubrimiento que hizo en 2017.

Resulta que los rescates en el campo de batalla son solo parte de la historia. Al regresar al nido, las hormigas se turnan para cuidar de sus camaradas heridas sosteniendo la extremidad herida en su lugar con sus mandíbulas y sus patas delanteras mientras «lamen» la herida durante hasta cuatro minutos cada vez.

El descubrimiento es el primer caso en que se observa a un animal no humano cuidando de sus heridos de forma sistemática. Frank y sus colegas han descrito esta conducta en un estudio publicado ayer en Proceedings of the Royal Society B.

«No pensaba que las hormigas tuvieran un tratamiento tan sofisticado de los heridos, o que fuera necesario», contó Frank a National Geographic.

La hormiga de la izquierda trata a su camarada herido sujetando su extremidad herida con las mandíbulas y las patas delanteras y «lamiendo» la herida.
Fotografía de Erik Frank, Julius Maximilians Universitat Wurzburg

Frank, que en el momento de la investigación era estudiante de doctorado en la Universidad de Wurzburgo, Alemania, se preguntaba qué les ocurría a las hormigas una vez sus camaradas las llevaban bajo tierra. Frank y sus colegas en la estación de investigación del parque nacional de Comoé, al noreste de Costa de Marfil, crearon colonias artificiales con una cubierta transparente para que una cámara infrarroja pudiera grabar lo que ocurría en el interior.

Observaron que, una vez en el nido, las hormigas examinaban con cuidado a sus compañeras heridas, explorándolas con sus antenas con más frecuencia que a sus compañeras sanas.

Esta conducta resultó ser vital: el 80 por ciento de las hormigas heridas de forma experimental morían tras 24 horas si se quedaban solas. Pero si sus compañeras las cuidaban durante una hora, solo moría una décima parte. Curiosamente, el 80 por ciento sobrevivía sin tratamiento si las colocaban en un entorno estéril, así que Frank cree que las infecciones son la causa principal de muerte y esta conducta de «lamer las heridas» podría evitarlas.

Aunque se ha observado con frecuencia a animales tratándose sus propias heridas, existen pocas anécdotas de animales que se curen entre ellos antes de este descubrimiento, incluido un ejemplo de un mono capuchino cautivo que trató una herida en la cabeza de su bebé.

Selección en el campo de batalla

En investigaciones previas, Frank descubrió que las hormigas heridas liberan una feromona que actúa como una señal de bengala, lo que alerta a las demás invasoras de que hay una hormiga caída. Pero esta vez se dio cuenta de otra estrategia: exageraban sus heridas. Cuando no había ayuda a la vista, las hormigas heridas iban derechitas al nido. Pero cuando sus compañeras estaban cerca, tropezaban y caían, aparentando estar «más heridas» como forma de atraer a otra hormiga que las ayudara.

Las hormigas solo lo hacían si sus heridas no eran mortales. Las hormigas atacantes abandonaban a la mayoría de las hormigas heridas de muerte —a las que Frank quitaba cinco patas en lugar de dos— tanto en experimentos sobre el terreno como en el laboratorio. Dicha selección tiene sentido, ya que garantiza que las hormigas no malgastan recursos cuidando de causas perdidas. Las hormigas heridas que se recuperaban seguían atacando pese a haber perdido extremidades. Frank descubrió que representaban más de una quinta parte del grupo de atacantes, aunque eran solo un cinco por ciento de la colonia en total.

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    Pese a que Frank roció a las hormigas heridas con la feromona de rescate, sus compañeras las dejaron atrás. Un detenido análisis de vídeos reveló el porqué: las hormigas sanas no se negaban a rescatar a las hormigas heridas de gravedad, sino que las hormigas heridas de muerte rechazaban cooperar, agitando las patas cuando las examinaban o las cogían y obligando a sus auxiliadoras a abandonarlas. Esto fue toda una sorpresa.

    «En humanos, en casos en los que es necesario un sistema de selección, la decisión de quién recibirá ayuda la toma el doctor: un sistema regulado desde arriba», explicó Frank. «En hormigas es todo lo contrario».

    Para Helen McCreery, investigadora posdoctoral en la Universidad Estatal de Michigan que estudia la conducta social de las hormigas, el estudio es emocionante, aunque el comportamiento obedece a la lógica evolutiva. «¿Por qué ibas a rescatar a tu compañera si no va a sobrevivir?», preguntó. «Cuando leí que llevaban a casa a las hormigas heridas, no imaginaba que trataran las heridas».

    Según McCreery, todavía queda mucho por aprender sobre cómo, cuando y por qué intentan rescatarse los insectos sociales. «Es bastante probable que haya otras especies de hormigas u otros insectos sociales que atiendan a sus heridos».

    Esto es algo que Frank, ahora investigador posdoctoral en la Universidad de Lausana, Suiza, está investigando. Quiere saber si otras hormigas tienen conductas de rescate similares. También pretende estudiar más a estas hormigas para comprobar si los tratamientos evitan las infecciones o si en realidad las tratan, ya que las hormigas podrían ser una nueva fuente de antibióticos.

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