Estas fotos artísticas denuncian el tráfico de fauna silvestre en la frontera canadiense
Sujetalibros de patas de cebra y collares de marfil: estos son algunos de los productos incautados por las autoridades.
En una sala cerrada del sótano de un edificio en una ubicación secreta en Canadá, el gobierno almacena los miles de artículos de fauna silvestre que sus autoridades han incautado en la frontera. La fotógrafa Christine Fitzgerald, que obtuvo un permiso especial para visitarlo, se quedó impresionada por su magnitud. Vio diversos especímenes: pezuñas de cebra, cuernos de rinoceronte, garras de oso, tallas de marfil y plumas de aves, entre otros.
«Entiendes lo horrible que es este problema, el tráfico de fauna silvestre», afirma. «Ningún país es inmune a este problema».
Aunque muchas personas vinculan el tráfico de fauna silvestre a África y China, Canadá y Estados Unidos también son grandes consumidores y proveedores. Según la organización de conservación Defenders of Wildlife, entre 2005 y 2014 se incautaron casi 50.000 envíos ilegales de fauna silvestre y productos de fauna silvestre que entraban o salían de puertos de entrada de Estados Unidos. El Servicio de Pesca y Vida Silvestre de los Estados Unidos lleva a cabo más de 10.000 investigaciones al año sobre delitos contra la fauna silvestre, según el San Diego Union-Tribune. Canadá incauta una media de 330 envíos ilegales de fauna silvestre al año, muchos de ellos con animales vivos, según CBC, y, en Canadá, se han incautado más de 4.000 animales y partes de animales desde 2011.
La dirección canadiense encargada de supervisar la fauna silvestre concedió a Fitzgerald un permiso especial para ver algunos de estos artículos incautados. Se encerró durante varios días en invierno y primavera en el sótano del edificio, donde pasó horas rebuscando en maletas y sacando fotografías. Incluso reveló sus fotos allí: creó un cuarto oscuro improvisado en una tienda de pesca en hielo.
«Quería crear imágenes tradicionales que capturasen la imaginación de la gente y, de algún modo, dar voz a estos animales», afirma.
Algunas de sus fotos hacen que tardes en reaccionar, como la imagen de los cuernos de antílope en candelabros o la vesícula biliar de un oso entre dos peras. Lo hace a propósito, para captar la atención.
«Siempre he creído que las mejores imágenes, las mejores obras de arte, son aquellas que te hacen pensar durante días», afirma.
El objetivo de su proyecto es arrojar luz sobre el tráfico de fauna silvestre que, según algunas estimaciones, tiene un valor de entre 6.000 y 20.000 millones de euros anuales.
Aunque gran parte de la fotografía que se centra en el tráfico de fauna silvestre es de estilo fotoperiodístico, explica que quería adoptar un enfoque más artístico. Empleó un método de la década de 1850 conocido como proceso fotográfico de colodión húmedo, que aporta a las fotos este aspecto antiguo.
«Quería transportar al observador al pasado, pero también capturar una imagen contemporánea de un problema contemporáneo», afirma Fitzgerald.
Quiere que los espectadores retrocedan a la época del colonialismo, cuando era habitual que los viajeros occidentales se trajeran recuerdos como marfil y animales disecados de África y Asia.
«La belleza de la fotografía con colodión húmedo es que aparecen imperfecciones imprevistas en el proceso y creo que estas imperfecciones son una metáfora de las imperfecciones de la humanidad», afirma. «El tráfico ilegal de fauna silvestre ocurre por avaricia. Ocurre por ignorancia. Ocurre por indiferencia. Son imperfecciones humanas».
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.