Una nueva investigación demuestra que los gorilas acicalan a sus muertos
La insólita observación de gorilas que reaccionan ante los cadáveres de otros gorilas, conocidos y desconocidos, aporta más información sobre cómo afrontan la muerte.
Al principio, las manifestaciones de los gorilas orientales de planicie eran sutiles. Se congregaron en silencio alrededor del cadáver de un gorila de espalda plateada, lo contemplaron y lo tocaron. Algunos, sobre todo los gorilas más jóvenes, colocaron una mano sobre el cuerpo, lo acicalaron y lo lamieron, o se lamieron los dedos.
La familia de Chimanuka no conocía al gorila muerto, pero el cadáver parecía captar cada vez más su interés. Los investigadores del Dian Fossey Gorilla Fund, que llevan más de 50 años estudiando a los gorilas, habían estado siguiendo a Chimanuka, que en 2016 dirigía un grupo de gorilas en el parque nacional de Kahuzi-Biega, en la República Democrática del Congo, cuando se produjo esta insólita escena.
«Al principio no sabíamos qué era», afirma Amy Porter, una de las investigadoras principales. «No podíamos verlo. Nos preguntamos qué estaba pasando. El grupo entero estaba observando algo. Cuando se fueron, vimos a un enorme espalda plateada tendido boca abajo».
Los investigadores apenas habían observado este tipo de comportamiento en grupos sociales unidos, de ahí la sorpresa al verlos congregados en torno a un gorila que no formaba parte del grupo. Suelen evitar a otros que no forman parte de su grupo social y, si interactúan, puede acabar en agresividad. El interés calmado que mostraron ante el cadáver de un espalda plateada desconocido fue inesperado y plantea nuevas incógnitas sobre cómo perciben la muerte los gorilas.
En un artículo científico publicado el 2 de abril en Peerj Journal of Life and Environmental Sciences, Porter y su equipo detallaban los comportamientos del grupo de Chimanuka ante el cadáver del espalda plateada desconocido, así como los comportamientos de un grupo de gorilas de montaña en el parque nacional de los Volcanes en Ruanda, a los que también observaron tocando, husmeando, lamiendo y acicalando los cadáveres de dos gorilas de su propio grupo social.
El hecho de que los gorilas respondieran de forma similar ante el cadáver de un gorila desconocido y ante los cadávers de gorilas de su propio grupo social aporta a los investigadores una información sobre su conducta que se desconocía. Sin embargo, aún quedan muchos aspectos por descubrir, porque es raro que los investigadores tengan la oportunidad de observarlo. «Las observaciones fueron muy oportunistas», afirma Porter. «Estamos en las etapas tempranas de comprender cómo perciben la muerte los animales», afirma Porter.
Aunque todavía no se sabe si la conducta descrita en el estudio se trata de duelo, los científicos vacilan a la hora de emplear esa palabra para describir las reacciones animales ante la muerte. Con todo, casos similares demuestran que es posible que los animales sientan emociones, como la pena.
Se han observado elefantes congregados alrededor de sus muertos, que se suben al cuerpo y lo tocan con las patas y las trompas. También se han observado madres orcas y gorilas que transportan los cadáveres de sus crías. En 2011, un equipo de investigadores de Zambia publicó el vídeo de una comunidad de chimpancés que tocaba, olisqueaba y observaba el cadáver de un macho de nueve años que formaba parte de su grupo. Observaron a una madre del grupo cuya hija también había muerto en torno hacía poco transportando el cadáver cuando se detuvo cerca del cuerpo del macho de nueve años. También se han observado conductas de duelo en los pecaríes de collar. Se frotaron y olisquearon el cadáver de un compañero muerto durante 10 días, durmieron junto a él y lo protegieron de los coyotes.
Existen «pruebas sólidas y amplias de las respuestas emocionales [a la muerte] en los animales supervivientes, que oscilan desde la retirada social deprimida a una angustia evidente en la postura corporal y la vocalización», contó a National Geographic Barbara J. King, profesora emérita de antropología en el College of William and Mary y autora de How Animals Grieve, en 2017.
El tiempo que pasaban los gorilas con los cadáveres y el contacto que establecían con ellos también ha planteado inquietudes vinculadas a la transmisión de enfermedades como el ébola, responsable de las muertes de miles de gorilas en África Central. Podría ser una de las principales formas de propagación de esta y otras enfermedades entre los gorilas, lo que genera preocupación por la conservación de un animal que ya se encuentra en peligro crítico de extinción.
Para Angelique Todd, investigadora en Fauna & Flora International que ha estudiado la conducta de los gorilas durante décadas y que actualmente trabaja con otros coautores en un artículo científico acerca de la interacción de los gorilas con los enfermos y los muertos, lo que hace que esta investigación sea tan relevante es la información que aporta sobre la transmisión del ébola.
«El virus, que se transmitió a poblaciones de simios, sobre todo a las de mayor densidad, avanza por la población como la pólvora», afirma Todd. Explica que los gorilas se ven más afectados que los chimpancés, ya que las áreas de distribución de los gorilas suelen solaparse mucho más y hay más contacto entre grupos distintos. «Estos resultados son particularmente pertinentes debido a la presencia actual del virus del Ébola en el este de la RDC, que supone una amenaza no solo para los humanos, sino también para los gorilas de montaña, los gorilas orientales y los chimpancés orientales. Si el virus del Ébola alcanza a estas poblaciones amenazadas, la comunidad de la conservación tendrá que actuar con rapidez para proteger estas poblaciones valiosas».
Porter espera que el comportamiento que han observado y los datos que han recopilado desempeñen un papel importante a la hora de proteger a los gorilas que llevan estudiando tanto tiempo.
«Conocemos todas sus redes sociales, su nivel de parentesco genético, el contexto de la muerte», afirma. «Contar con todo eso y con unas observaciones tan raras en estado salvaje es algo muy especial».
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.