Los elefantes se caen en las zanjas de las plantaciones de té indias
Sin embargo, hay cada vez más iniciativas para cultivar té de forma que no perjudique a los elefantes.
Probablemente no pienses que tu taza de té matutina es un peligro para la seguridad, pero estas hojas aromáticas pueden provocar lesiones —e incluso la muerte— a los elefantes asiáticos que vagan por las plantaciones de té del estado indo nororiental de Assam.
El té es la segunda bebida más popular del mundo (después del agua) y la producción en la India —segundo mayor productor por detrás de China— alcanzó una máxima de récord de 1,27 millones de toneladas en 2016, según un informe de 2018 de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.
Gran parte de los terrenos donde se cultiva té en Assam son llanos y, como el agua estancada es perjudicial para los arbustos, los agricultores excavan zanjas de drenaje para impedir que se acumule. Las zanjas suponen un problema para los elefantes jóvenes, que pueden caerse y romperse las piernas —o resultar heridos de otro modo— y quedarse separados de sus manadas.
O peor. Kushal Konwar Sarma, veterinario y miembro de Project Elephant, un programa de conservación de la fauna silvestre patrocinado por el gobierno, afirma que de las casi cien muertes no naturales de elefantes que se producen cada año en Assam —de envenenamientos a electrocuciones—, ocho de 10 se deben a caídas en las zanjas de las plantaciones de té.
En las dos últimas décadas, los veterinarios del Wildlife Trust of India, una organización para la conservación de la naturaleza, han tratado a 181 crías por diversos problemas —entre ellas a 42 por lesiones en zanjas— en su centro de rehabilitación en la aldea de Borjuri. Según N. V. Ashraf Kunhunu, director veterinario del centro, solo han conseguido reunir a 18 crías con sus manadas. Los que no han reunido con sus familias son criados en cautividad y, finalmente, si se rehabilitan, son puestos en libertad.
Se calcula que las poblaciones de elefantes asiáticos, que se encuentran en peligro de extinción y corren más riesgo que sus homólogos africanos, han descendido al menos un 50 por ciento en los últimos 75 años, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, la autoridad global que determina la situación de conservación de las especies. La estimación más reciente, de 2003, situaba la población de elefantes asiáticos salvajes en unos 30 000. Sarma afirma que Assam tiene unos 5700 elefantes.
Lisa Mills cofundó Elephant Friendly Tea, una iniciativa que quiere identificar e instar a los consumidores a comprar marcas que tomen medidas para proteger a los elefantes. Según ella, las plantaciones de té son muy amplias en las partes del estado donde viven los animales. Los elefantes se ven obligados a atravesarlas, algo casi inevitable. «Pensé: “Bueno, esta es la configuración perfecta para el desastre”».
Kunhunu explica que los elefantes usan las plantaciones de té como puntos de referencia cuando se desplazan por los bosques. Y como puede haber menos personas en zonas donde se cultiva té, las hembras embarazadas suelen usarlas como refugios donde dar a luz. Las zanjas podrían suponer un peligro para sus recién nacidos.
Kunhunu prevé que el problema de las zanjas empeorará, ya que los agricultores están aumentando su producción. No es tan laborioso como el cultivo de arroz o de maíz, y los animales salvajes, elefantes incluidos, no se comen las plantas, lo que elimina la necesidad del cercas caras. Además, las plantaciones de té lindan con el centro de rehabilitación de fauna por tres lados. «Están aumentando. El porcentaje de crías de elefante que acaban desplazadas aumentará en los próximos años», afirma.
Los elefantes son como las tortugas
Como una tortuga, un elefante que se cae sobre la espalda no puede enderezarse solo. Kunhunu explica que las crías de elefante que no están acostumbradas a desplazarse por terrenos desiguales son particularmente vulnerables a las zanjas, que miden unos 60 centímetros de ancho y casi un metro de profundidad. Recuerda un caso en el que una madre se quedó atrapada mientras intentaba rescatar a su cría, que tenía dificultades para salir de una zanja. La cría sobrevivió, pero la madre murió.
Las lesiones pueden impedir que las crías salgan de las zanjas. Mills indica que cuando las madres tratan de ayudar a sus crías, sobre todo durante la época del monzón, el lodo espeso puede asfixiar a los animales atrapados. Matt Collis, director de política internacional del Fondo Internacional para el Bienestar Animal, que aporta financiación al centro de rehabilitación de Wildlife Trust of India, explica que los elefantes —criaturas sociales y muy inteligentes— se resisten a abandonar a los enfermos o a los moribundos y una manada puede quedarse en torno a una zanja con una cría atrapada durante horas, reacia a moverse hasta haber perdido toda esperanza.
Es entonces cuando entra en acción el equipo de Kunhunu. Usan palas y excavadoras para despejar el suelo y se llevan a los elefantes heridos en camillas. Cuenta que, a veces, se ven obligados a tranquilizar a alguna madre nerviosa. Si la cría no está herida y la manada está cerca, los rescatadores intentan reunirlos. Pero solo lo consiguen en uno de cada 11 casos, aproximadamente.
Dice que, aunque los elefantes sacados de las zanjas tienen más probabilidades de sobrevivir que los abandonados por otros motivos, la tasa de mortalidad de las crías lactantes que rescatan supera el 50 por ciento. Algunos jóvenes sucumben a las heridas o la enfermedad. Otros rechazan el preparado para lactantes que les dan o se consumen por el trauma de haberse quedado separados de su manada.
Votar con la cartera
«La comunidad local tiene en sus manos el futuro de la fauna silvestre», afirma Julie Stein, cofundadora de Elephant Friendly Tea con Lisa Mills. «Las mismas comunidades con las que colaboramos son las comunidades que, de lo contrario, recurrirían a la caza furtiva... A largo plazo, lo que queremos hacer es dar un valor a los animales salvajes vivos en lugar de a sus partes cuando están muertos». Mills añade que el objetivo del programa de certificación de la organización es recompensar a los productores de té que hacen un buen trabajo.
Los estándares de Elephant Friendly exigen que las zanjas de drenaje «estén en ángulo, en terrazas o escalonadas para permitir que los elefantes, incluso los jóvenes, crucen o accedan al agua de forma segura» o que estén «cubiertas de rejillas, alcantarillas, tuberías de drenaje» que no atrapen ni hieran a los animales. Los estándares también abordan otros peligros, como el envenenamiento con pesticidas y herbicidas, las cercas eléctricas, el alambre de espino y las interacciones entre humanos y elefantes. Por ejemplo, los tendidos eléctricos deben estar bajo tierra o lo bastante altos como para que los elefantes puedan pasar por debajo y no pueden utilizarse pesticidas en un radio de cinco metros de una fuente de agua permanente.
Elephant Friendly Tea también exige un plan por escrito para gestionar los conflictos con elefantes que incluya un mapa del lugar, disposiciones sobre el paso seguro de los elefantes y pautas para empleados. Las posibles medidas de seguridad incluyen el uso de linternas y emisores de ruido para disuadir a los elefantes y alertas telefónicas para notificar a los vecinos la presencia de un elefante. Según Mills, dichas estrategias son muy importantes en la región productora de té a lo largo de la frontera entre Assam y Bután, donde la mayor concentración de elefantes provoca encuentros peligrosos con las personas.
Mills indica que, hasta ahora, solo se han certificado marcas de té especializadas y pequeñas. Los certificados de producción responsable con los elefantes «aún no son muy conocidos», añade Stein, pero hay cada vez más concienciación y los grandes productores han empezado a mostrar interés. La certificación puede fomentar las estrategias de marketing orientadas a consumidores muy interesados en el bienestar animal y la conservación.
Si la gente supiera de los peligros que plantea el té a los elefantes, «votarían con sus carteras» para apoyar marcas que los protejan. «Si tu supermercado local tiene estas opciones, la mayoría de la gente se sentiría motivada —si todo lo demás es igual— a comprar la marca que apoya a los animales salvajes».
Tenzing Bodosa, productor de té del distrito de Udalguri, en Assam, fue el primero que recibió el certificado de Elephant Friendly Tea, hace unos cuatro años. Nunca usa herbicidas ni pesticidas y no tiene zanjas (cultiva su té en tierras altas, donde el drenaje ocurre de forma natural). Bodosa cultiva una gran variedad de plantas para que las disfruten los elefantes y otros animales, como mangos, guanábanos, guayabas y bambú. «¿Por qué sería egoísta?», afirma. Construyó una presa para recoger agua y que sus visitantes paquidermos beban y una casa árbol para que la gente pueda observar a los elefantes y a otros animales salvajes desde un lugar seguro.
«Cuando los veo, me siento muy feliz cuando los animales entran en mis jardines», afirma Bodosa. «Disfrutan de la vida».
Aunque a veces los elefantes le aplastan los cultivos, no le molesta. Para Bodosa, la producción de té no va de ganar dinero. «No quiero ser un gran empresario», cuenta. «Adoro a los animales, así que quiero hacer algo con lo que pueda devolver a la naturaleza. No quiero sacar, sacar y sacar de la naturaleza».
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.