Este Día del Padre, conoce a seis padres extremos del reino animal

De aves que recorren casi 200 kilómetros en busca de agua a peces que incuban los huevos de hasta cuatro hembras: estos animales llevan la paternidad a otro nivel.

Por Brian Handwerk
Publicado 19 mar 2020, 15:33 CET
Macaco de Berbería
Para los macacos de Berbería o monos de Gibraltar macho, cargar con una cría contribuye a establecer vínculos sociales con otros machos. A veces, un macaco puede llevar a cualquier cría disponible, aunque no sea la suya.
Fotografía de Cyril Ruoso, Minden Pictures/Nat Geo Image Collection

Estos padres animales tienen ideas muy poco convencionales sobre la paternidad que no siempre coinciden con las que celebraremos este Día del Padre. Sin embargo, al analizarlos más en profundidad, los buenos motivos tras estos raros estilos de paternidad animal demuestran que hay muchas formas distintas de criar a la próxima generación.

Los macacos de Berbería conectan a través de las crías.

Como los padres humanos que presumen de los logros de sus hijos, los macacos de Berbería (primates autóctonos del norte de África) exhiben a las crías para impresionarse los unos a los otros y construir redes sociales. Estos monos viven en grupos de unos 30 miembros y la vida gira en torno a las crías que nacen cada primavera.

En esa época, los machos cargan con las crías, incluso aunque no sean suyas.

Esto no se debe a que sean padres helicóptero. Son símbolos de posición social que usan para construir redes sociales y alianzas dentro del grupo.

«Las crías también sirven de pasaporte social, para acercarse a otros machos y pasar tiempo con ellos, Como los humanos cuando tienen perros: es mucho más fácil romper el hielo si tienes un cachorro», explica por email Julia Fischer, del Centro de Primates de Alemania.

Cualquier padre sabe que la crianza de los hijos tiene un coste y el grupo de Fischer descubrió que los machos que cargaban con las crías mostraban niveles elevados de hormonas del estrés. En cambio, según Fischer, la utilidad de las crías para establecer relaciones entre los machos parece compensar la mayor ansiedad que sufren los padres.

Estos marsupiales macho tienen un proceso de apareamiento letal.

Los antequinos, unos marsupiales con aspecto de ratón que viven en Australia, están dispuestos a dar la vida para ser padres.

Sin embargo, no los mueven las recompensas que tiene la paternidad, sino una libido sobrealimentada. Cada macho está programado para la reproducción suicida. Los antequinos se aparean sin parar durante dos semanas para garantizar la supervivencia de sus genes. Un macho se aparea con tantas hembras como puede y cada cópula dura unas 14 horas, hasta que sucumbe ante un sistema inmunitario anulado, destruido por las hormonas del estrés producidas durante la época de celo.

«Sufren hemorragias internas, úlceras, infecciones rampantes y parásitos, y pierden el pelo. Creo que es mucho más interesante que si simplemente se agotaran o dejaran de comer», explica por email Diana Fischer, ecóloga de la Universidad de Queensland.

La razón de que exista este periodo de apareamiento constante es que cada macho solo tiene una cantidad limitada de esperma y, por consiguiente, siente la necesidad de asegurarse de que transmite sus genes antes de que se le agote. «Debido a la anatomía reproductiva del marsupial, pierden esperma continuamente con la orina, aunque no se apareen. Desde este punto de vista, no hay motivo evolutivo para que un macho viva más de una época [de celo]», afirma Fischer.

Ganga
Una ganga macho puede volar casi 200 kilómetros en busca de agua para su familia. La absorbe en las plumas y, cuando regresa al nido, sus polluelos beben de ellas.
Fotografía de Tony Heald, Minden Pictures

Las gangas y su viaje para conseguir agua.

Muchos padres traen el pan a casa, pero para las gangas jóvenes que viven en los áridos desiertos de Namibia, el agua es un recurso esencial muy escaso en sus terrenos de anidación. Por suerte, las gangas macho emprenden un viaje extenuante en el que recorren casi 200 kilómetros cada día para llevar este líquido vital a su familia.

El único modo de transportar agua que tienen las gangas macho son sus plumas: se meten en un abrevadero y se mecen hacia delante y hacia atrás para empaparse las plumas del vientre, que absorben el agua en unas estructuras espirales de aspecto capilar. Este abastecimiento puede llevar 15 minutos y los expone a los depredadores, como los halcones. Todo este esfuerzo vale la pena: los padres regresan a casa tras un largo día y proporcionan un poquito de agua a sus crías mediante las plumas.

Los nematodos macho se aseguran de que su descendencia no tenga competencia.

Es posible que no creas que los nematodos prestan muchos cuidados parentales directos, y no te equivocarías. Sin embargo, los nematodos padres sí muestran un comportamiento sorprendente integrado en su reproducción.

Cuando los individuos de una especie de nematodo pasan el esperma y el fluido seminal a una hembra, no solo generan la siguiente generación, sino que firman su sentencia de muerte. Los fluidos de los machos hacen que las hembras se deshidraten, se marchiten y mueran una vez nacen las crías apropiándose y revirtiendo las vías genéticas vinculadas al antienvejecimiento.

Normalmente, los nematodos hembra de esta especie intrigante (Caenorhabditis elegans) son hermafroditas y no necesitan machos para reproducirse. En cambio, los machos de la especie sí necesitan una hembra. Por consiguiente, encuentran una hembra, se aparean y la inseminan con una dosis letal. El acto no perjudica a las crías, que no necesitan atención parental, pero sí evita que la hembra vuelva a aparearse y produzca otra familia que pueda competir con las crías del primer padre.

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    Pez aguja
    Los peces aguja macho, como sus parientes los caballitos de mar, transportan los huevos hasta que eclosionan. Pueden cargar con los huevos de hasta cuatro hembras diferentes para asegurarse de que tienen la descendencia más fuerte posible.
    Fotografía de David Shale, Nature Picture Library

    Los peces aguja macho buscan constantemente hembras grandes.

    Los peces aguja macho embarazados (sí, machos) liberan a las crías vivas de los huevos que depositan las hembras en su saco. Mientras los transportan, los futuros padres sacrifican sus propios nutrientes e incluso su suministro de oxígeno para ayudarlas a sobrevivir. Gracias a su crianza, estos parientes de los caballitos de mar se han ganado elogios por su dedicación como padres animales.

    Pero resulta que a los peces aguja embarazados también se les van los ojos: si ven a una hembra más deseable, suelen abortar algunos de los huevos.

    En la reproducción de los peces aguja, cuanto más grande, mejor. Las hembras grandes tienden a tener más huevos que son más grandes y sanos. «Así que podemos especular que ver una hembra muy atractiva (una hembra muy muy grande) puede llamar la atención del macho. Si deja de exportar nutrientes a los embriones en desarrollo mientras reabsorbe nutrientes de los abortos, no pierde a toda su progenie y consigue recursos suficientes para invertirlos en un episodio de apareamiento que probablemente sea más provechoso», afirma por email Nuno Monteiro, de la Universidad de Oporto, en Portugal.

    Los peces aguja macho pueden transportar los huevos de hasta cuatro hembras diferentes. Es probable que sea su forma de dar a las crías más fuertes la mejor oportunidad de salir adelante, según Monteiro. Así que, aunque las madres y algunos hermanos desafortunados podrían no estar de acuerdo, para esos supervivientes selectos el pez aguja es un padre muy dedicado.

    La rana flecha azul macho hace lo imposible para mantener a su progenie con vida.

    Las hembras de esta especie no se parecen al resto de las ranas. En lugar de poner cientos o miles de huevos, solo ponen en torno a media docena. Quizá por eso los padres de esta especie muestran tanta dedicación, aunque su versión de cuidado y cariño puede parecerte un pelín asquerosa. Los huevos de rana deben permanecer humedecidos y estos padres devotos lo consiguen orinando sobre ellos con regularidad a lo largo de 10 días, hasta que eclosionan como renacuajos.

    Una vez eclosionan, el trabajo del padre no ha terminado. Como cuidador principal, debe transportar a cada renacuajo, uno a uno, a la espalda hasta un miniestanque de agua de lluvia que sirva como nido individual. En los meses posteriores, su descendencia desarrollará pulmones y finalmente se convertirán en ranitas plenamente formadas.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.
    Abedus herberti

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