El redescubrimiento de un sapo arlequín considerado extinto podría significar que aún hay esperanza
Si el arlequín de Mindo ha desarrollado resistencia a la enfermedad causada por el hongo quítrido, podría ser una señal de que la epidemia global está calmándose.
El arlequín de Mindo (Atelopus mindoensis) es una de las 25 especies de ranas del género Atelopus, uno de los más afectados por el hongo quítrido.
En medio de la oscuridad, Melissa Costales permaneció atenta a los sonidos de los insectos en los bosques nubosos del norte de Ecuador.
Era agosto de 2019 y Costales, bióloga de conservación de la Universidad de Nuevo Brunswick, había viajado con sus colegas a una reserva privada en busca de ranas cutín, pequeños anfibios marrones que se parecen a hojas caídas. Conforme la noche refrescaba, el equipo ya había descubierto casi una docena de especímenes de ranas cutín, un buen botín en todos los sentidos.
Entonces, uno de los científicos advirtió una manchita verde en una hoja y todos se agacharon asombrados.
«Ahí estaba, ¡el legendario Atelopus mindoensis!», cuenta Costales.
Hasta aquella noche nadie había visto con vida a la A. mindoensis (conocida comúnmente como jambato o arlequín de Mindo) en 30 años. Muchos creían que la especie se había extinguido, víctima de la enfermedad fúngica quitridiomicosis.
En las tres últimas décadas, el hongo quítrido ha devastado poblaciones de anfibios de todo el mundo. La enfermedad altera la capacidad de los animales para absorber oxígeno y agua por la piel y ha afectado más a las especies del género Atelopus.
Pero el redescubrimiento del arlequín de Mindo podría significar que hay esperanza para esta familia de anfibios.
«Es posible que el hecho de que haya reaparecido tras 30 años se deba a que se han vuelto resistentes [al quítrido]», afirma Costales, que hace poco publicó un estudio sobre el descubrimiento en la revista Herpetological Notes.
Los científicos han documentado varios anfibios que han desarrollado resistencia al quítrido, entre ellos la Rana sierrae, la Atelopus varius y la Colostethus inguinalis.
Pero Jamie Voyles, ecólogo de enfermedades de la Universidad de Nevada en Reno, indica que no se han hecho pruebas suficientes para conocer el alcance total de la recuperación, tal y como ha ocurrido con el coronavirus en los humanos.
«De muchas enfermedades, como la pandemia actual, hemos aprendido que las enfermedades infecciosas y los brotes suelen amainar», explica Voyles, que no participó en el nuevo descubrimiento. «Hay una etapa de brote, pero después lo frecuente es que haya una caída en términos de la gravedad de la enfermedad dentro de una población. Y tenemos una experiencia similar con los anfibios».
¿Supervivientes del brote?
Existen 25 especies del género Atelopus en Ecuador y actualmente todas se clasifican como amenazadas, en peligro crítico de extinción o posiblemente extintas. Más de la mitad de dichas especies no se han observado desde la década de 1980.
La reaparición del arlequín de Mindo la convierte en la novena especie del género Atelopus que vuelve de entre los muertos, por así decirlo, desde 2003.
Como muchos de sus parientes, el sapo de menos de centímetro y medio es impresionante. Tiene el color de la lima fresca con unas manchitas pardas y ojos negro azabache con iris que parecen envueltos en papel de oro.
Tras el descubrimiento el pasado agosto, Costales y sus colegas observaron sapos otras cinco veces cuando regresaron a la misma reserva, cuyo nombre mantienen en secreto. Tres de los avistamientos fueron de sapos juveniles, lo que quiere decir que la especie está reproduciéndose, una buena señal según Costales.
Aunque se sabe que el quítrido está presente en la zona, dos de los sapos que capturó el equipo no dieron positivo. Esto podría deberse a que los sapos nunca han entrado en contacto con el hongo, pero también podría ser que estos anfibios hayan desarrollado una forma de defenderse de las esporas del quítrido.
«Es posible que sea lo que denominamos población residual, es decir, que han atravesado una especie de obstáculo y lo que vemos son los supervivientes tras el brote», explica Voyles.
Seguir vigilando a los arlequines
«Creo que es muy emocionante», afirma Cori Richards-Zawacki, herpetóloga de la Universidad de Pittsburgh y colaboradora de Voyles.
«Cada especie de Atelopus que se “redescubra” subraya la importancia de la vigilancia continua y la oportunidad que tenemos para aprender sobre los mecanismos de la recuperación tras las epidemias de estas criaturas resilientes», escribió por email.
Según Richards-Zawacki, el redescubrimiento del arlequín de Mindo también podría recordarnos que debemos ser cautelosos antes de declarar a una especie extinta. «Cuesta obtener financiación para estudiar especies en peligro de extinción, pero es casi imposible obtener financiación para estudiar especies extintas».
Por eso Costales está trabajando para asegurarse de que el arlequín de Mindo no vuelva a perderse por el camino.
La científica y el Museo de Zoología de la Universidad de San Francisco de Quito han empezado a ensamblar un programa de seguimiento de la especie. En el futuro, Costales espera recaudar dinero suficiente para comprar y proteger los terrenos donde encontraron a las A. mindoensis sanas.
«Aunque los sapos no estaban infectados por el hongo quítrido, su supervivencia no está garantizada», afirma.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.