Los enormes siluros devoradores de palomas causan estragos en los ecosistemas europeos
Los peces de agua dulce más grandes del continente, procedentes de Europa del Este, son una especie invasora que amenaza a especies de peces autóctonas.
El siluro europeo, que es autóctono de Europa del Este, puede medir hasta tres metros de largo.
La primera vez que Frédéric Santoul fue testigo de los voraces hábitos de alimentación del pez de agua dulce más grande de Europa, estaba en un puente medieval en Albi, una localidad del sur de Francia.
Las palomas se habían posado en un islote del río Tarn, ajenas al grupo de siluros europeos que nadaban cerca del banco de gravilla. De repente, un pez saltó del agua, cayó en la arena y atrapó a una paloma entre una oleada de plumas antes de regresar al río con el ave en la boca.
«Sabía que las orcas pueden vararse [para capturar focas], pero nunca había visto este tipo de comportamiento en peces», cuenta Santoul, ecólogo de peces de la Universidad de Toulouse que pasó el resto del verano documentando el fenómeno.
Entonces, hace casi una década, se sabía poco sobre el siluro europeo en Europa Occidental, donde fue introducido por los pescadores en los años setenta. La especie, que puede medir hasta tres metros de largo y pesar hasta 270 kilogramos, es autóctona de Europa del Este, pero se ha expandido a al menos 10 países de Europa Occidental y Meridional.
En su hábitat autóctono, donde el animal se pesca y se cría como fuente de alimento, el siluro europeo no se considera una especie problemática. Allí, las poblaciones parecen haber permanecido relativamente estables durante décadas y hay pocas evidencias de depredación excesiva de otros peces autóctonos.
Pero en los nuevos ríos que habitan ahora, estos invasores acuáticos atacan a peces migratorios en peligro de extinción y de gran importancia comercial, como el sábalo común y el salmón del Atlántico, cuyas poblaciones europeas ya sufren un grave declive, señala Santoul.
Le preocupa que el depredador aniquile a muchas especies de peces autóctonas de Europa Occidental, alterando los fundamentos de los ecosistemas fluviales que ya tienen dificultades por los efectos de las presas, la contaminación hídrica y la sobrepesca.
«Los efectos acumulados de estos factores podrían provocar el desplome de las poblaciones de peces en otros 10 años», advierte Santoul.
El festín de los gigantes
En 1974, un pescador alemán liberó miles de siluros alevines en el río Ebro. Otros pescadores, que esperaban tener la oportunidad de capturar un pez tan grande, hicieron lo mismo en los ríos de otros países y la especie proliferó.
Al igual que muchas especies invasoras, el siluro europeo prospera en ríos que han sido alterados por los humanos, donde las altas temperaturas del agua y los bajos niveles de oxígeno podrían haber expulsado a las especies autóctonas. El siluro también crece rápido, es longevo (posiblemente vive hasta 80 años) y se reproduce con facilidad, ya que las hembras producen miles de huevos a la vez.
Los siluros europeos nadan junto a un islote en el río Tarn, preparando para atrapar a las palomas desprevenidas.
Pero es posible que sus habilidades de caza sean su ventaja más formidable. Al igual que todos los siluros, los europeos tienen sentidos muy desarrollados, sobre todo para detectar las vibraciones de las presas. También poseen «una capacidad increíble de adaptarse a nuevas fuentes de alimento», afirma Santoul, que ha documentado cómo los siluros depredan a las almejas asiáticas, otra especie invasora.
El siluro ataca a los peces migratorios que se desplazan desde el mar hacia los ríos para desovar, como el salmón del Atlántico, que históricamente ha tenido pocos depredadores; la lamprea, un pez primitivo sin mandíbula que se encuentra en peligro de extinción en Europa; y el sábalo común, un pescado de gran valor comercial.
También han adoptado nuevas estrategias de caza que no se han observado en su área de distribución autóctona, como atrapar a palomas en tierra.
En el río Garona, en Francia, el siluro a veces aguarda dentro de un túnel para peces para atrapar y matar a los salmones que migran a través de una central hidroeléctrica.
En el mismo río, el siluro europeo ha aprendido a atacar a los sábalos comunes en la superficie del río por la noche, cuando los peces están ocupados con sus exhibiciones de cortejo, según un estudio publicado en noviembre del 2020. Un análisis del contenido estomacal de más de 250 siluros reveló que los sábalos representaban el 80 por ciento de su dieta: «el festín de los gigantes», indica el estudio.
«Todos estos estudios llegan a la misma conclusión: que los siluros europeos se han convertido en una grave amenaza para peces migratorios importantes», afirma Santoul.
Pero añade que hay una especie a la que el siluro no perjudica: nosotros. Pese a su reputación de bestias de grandes fauces y cabeza ancha que atacan e incluso matan a los humanos, «son inofensivos y muestran curiosidad hacia las personas, y puedes nadar a su lado en el río», afirma Santoul.
Una excepción entre los peces gigantes
Hay otros ejemplos de peces grandes e invasores que alteran ecosistemas de agua dulce: la perca del Nilo, cuya introducción como pez para la pesca en el lago Victoria y otros lagos de África Oriental en los años sesenta provocó el colapso de al menos 200 especies autóctonas de cíclidos para los años ochenta.
Sin embargo, en la mayoría de los casos, los grandes peces de agua dulce están mermando, amenazados por las especies invasoras, la pérdida de hábitat y la sobrepesca. Estas especies, a menudo denominadas peces gigantes, han descendido a nivel mundial en un 94 por ciento desde 1970, según un estudio del 2019.
Su capacidad para adaptarse y propagarse, «el siluro europeo es una excepción entre los peces gigantes», afirma Zeb Hogan, explorador de National Geographic e ictiólogo de la Universidad de Nevada, Reno, que fundó el Megafishes Project y estudia muchos de los grandes peces de agua dulce en peligro de extinción en la región del Mekong del Sudeste Asiático.
Río arriba
Los científicos advierten que los cambios ecológicos causados por el cambio climático, como el aumento de las temperaturas y los cambios en los patrones de precipitación, podrían crear condiciones más favorables para la propagación del siluro europeo.
«El cambio climático afecta a cada especie de forma diferente y algunas especies invasoras podrían ganar más área de distribución frente a las especies autóctonas», explica Rob Britton, ecólogo de peces que se especializa en especies invasoras en la Universidad de Bournemouth, en el Reino Unido.
Santoul señala que existen pruebas de que el siluro europeo, que necesita que el agua esté a una temperatura de al menos 20 grados centígrados para su desove anual, está colonizando ríos previamente deshabitados en Bélgica y los Países Bajos a medida que esas masas de agua se calientan.
También hay indicios de que el desove del siluro ocurre varias veces al año en Francia, ya que los ríos permanecen más cálidos durante periodos más largos del año, afirma.
En la península ibérica, que alberga más de 40 peces de agua dulce que no se encuentran en ninguna otra parte, este invasor acuático ya podría haber extirpado a una especie, indica Emili García-Berthou, ecólogo acuático de la Universidad de Girona.
«Prevemos que el siluro, que es abundante en el tallo principal del Ebro», el río donde introdujeron a los primeros siluros, «se extenderá río arriba considerablemente».
Pocas soluciones
Y las soluciones son escasas, señalan los conservacionistas. Con un negocio dinámico de pesca de captura y liberación construido en torno al siluro europeo, principalmente en España e Italia, los gobiernos y las pesquerías parecen tener poca motivación para retirar a los peces. Aunque a menudo se consumen en Europa del Este, nunca los capturan como pescado en otras partes del continente.
Santoul insiste en que los países europeos deben colaborar más estrechamente para conservar sus ecosistemas de agua dulce y abordar las amenazas para los peces migratorios, como las presas. Tampoco hay iniciativas en marcha para erradicar al siluro, señala Santoul.
«Temo que estas especies migratorias ya hubieran disminuido antes de la llegada del siluro», afirma Santoul. «Si no coordinamos nuestros planes de conservación a nivel europeo, podría ser demasiado tarde para salvarlas».
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.