En el invierno ártico de Noruega, un barco busca cachalotes en el océano helado
La aleta caudal de un cachalote macho que bucea. La identificación fotográfica de las aletas de las ballena —que presentan rasgos individualistas similares a las huellas dactilares humanas— ayuda a conocer las poblaciones locales de ballenas.
Estoy en la popa de un yate de expedición de 11 metros, el Barba. Ante nosotros, los acantilados serrados de Andøya, una isla noruega a 300 kilómetros del círculo polar ártico, esconden el sol invernal parcial. Los vientos moderados azotan la superficie del Andfjorden y reducen la temperatura a menos 20 grados.
«Soplido de ballena, a 200 metros a babor», dice el timonel Emil Gundersen. El yate cabecea. Los fotógrafos Tord Karlsen y Sophie Bolseworth intentan mantener el equilibrio. El miembro de la tripulación Aksel E. Ørstavik y yo damos aletas y cámaras al capitán y biólogo marino noruego, Andreas B. Heide, y al ingeniero acústico francés e investigador marino, Fabrice Schnöller. Tres cachalotes macho pasan a 50 metros a babor y los hombres se zambullen. Es el primer momento documentado en que unas personas han practicado apnea con cachalotes en esta región ártica de Noruega durante el invierno.
Los cachalotes cerca de Andøya
El cañón de Bleik empieza a ocho millas náuticas de Andenes, en el extremo septentrional de Andøya. La fosa submarina de 50 kilómetros se extiende como un tentáculo desde la tierra hacia la plataforma continental, donde la profundidad del agua se desploma de 200 a más de 2000 metros. Aquí, las corrientes ascendentes traen a la superficie aguas abundantes en nutrientes y traen consigo una gran variedad de seres marinos. Los cefalópodos de aguas profundas, que se cree que forman parte de la dieta de los cachalotes, son de especial importancia. Por eso la región cuenta con una de las mayores agrupaciones conocidas de cachalotes cerca de la tierra. Sin embargo, sólo se han documentado machos adultos en latitudes altas.
Andreas B. Heide, Emil Gundersen y Aksel E. Ørstavik y Hugh Francis Anderson (de izquierda a derecha) se enfrentan a ráfagas de 40 nudos en la cubierta del Barba.
Cerca de Andøya al atardecer.
Fabrice Schnöller escucha las comunicaciones de los cachalotes por el hidrófono colocado en el casco desde el salón del Barba.
Jonathan Gordon, que ha pasado los últimos 30 años estudiando los cachalotes y es investigador de la Unidad de Investigación de Mamíferos Marinos de la Universidad de St. Andrews, en Escocia, cree que esto se debe a las oportunidades de alimentación. «Los machos se marchan cuando maduran y muchos se encuentran cerca de los polos. Se cree que la alimentación debe ser mejor, ya que tienden a crecer mucho más que las hembras», explica. «Pero si me piden pruebas fehacientes de que las condiciones de alimentación son mejores, la verdad es que no hay muchas».
Tiu Similä, una científica finlandesa pionera en la investigación a largo plazo de las orcas en Noruega, trabaja con Gordon y ha estudiado los cachalotes de la región de Andenes desde 2016. «Hay mucho que no sabemos sobre los cachalotes macho», dice. «¿Cuál es su dieta? ¿Cuál es su patrón de uso del hábitat? ¿Cómo de solitarios o sociales son? ¿Compiten, cooperan o hacen ambas cosas?».
Izquierda: Navegación en el congelado fiordo del Troll, en Lofoten. Derecha: Heide busca cachalotes desde la cubierta.
Desde finales de la década de 1980, ha habido turoperadores de observación de ballenas en la zona y a menudo llevan a científicos e investigadores. Pero se pasa poco tiempo en el mar fuera de la temporada turística, de mayo a septiembre. Durante este periodo, la principal forma de documentación es la identificación fotográfica.
A partir de los datos recabados de este modo y cotejados durante un periodo de 22 años, se estima que hay 101 individuos en la zona. Pero esta documentación se refiere únicamente a los meses de primavera y verano y, a diferencia de lo que ocurre en los trópicos, la observación y el registro de estos animales bajo el agua es muy difícil; nunca se ha intentado en invierno.
Dos aventureros aúnan fuerzas
Heide ha pasado la última década guiando a expertos, practicando apnea y documentando ballenas en el Ártico noruego a bordo del Barba, que utiliza como plataforma de investigación y narración. En 2018, durante su tercera temporada rastreando orcas en la región, avistó cachalotes en las aguas de Andøya por primera vez. Aunque tenía bastante experiencia documentando encuentros cercanos con orcas y ballenas jorobadas, aún no se había topado con cachalotes.
Heide y Schnöller nadan en el agua para acercarse a tres cachalotes jóvenes. Los cachalotes no pasan mucho tiempo en la superficie y pueden sumergirse durante mucho tiempo, por lo la agilidad es fundamental.
Encontrar un cachalote de piel oscura en un mar oscuro —y el vapor de su espiráculo cuando el mar está picado— no es tarea fácil. En la foto se ve la pequeña aleta dorsal de la especie.
Los cachalotes solo respiran de cinco a diez veces en la superficie y se sumergen durante 40 minutos.
Por eso fue un golpe de suerte que le presentaran a Schnöller a principios de esa temporada. «Para mí, son una de las ballenas más misteriosas por su capacidad de sumergirse a gran profundidad y porque pasan un tiempo limitado en la superficie, a diferencia de las orcas», me cuenta. «Quise volver con Schnöller para hacernos una idea mejor de lo que estaba viendo en la zona».
La experiencia de Schnöller comenzó con un encuentro con una manada de 20 cachalotes en las cálidas aguas de la costa de su casa, en la isla de La Reunión hace unos 15 años. Más adelante, fundó el Darewin Project en 2012. El objetivo del proyecto consiste en recopilar datos y presentarlos en un formato de código abierto para fomentar que la comunidad científica en general invierta más recursos en la investigación de la comunicación de las ballenas, estudiando los «chasquidos» vocales con los que se relacionan los mamíferos. Y aunque ha documentado más de 200 encuentros submarinos en los trópicos, nunca había avistado cachalotes en el Ártico, y al principio se mostró escéptico. «Pensé que era casi imposible, que quizá solo hubiera un macho y que las condiciones serían demasiado duras», dice. «Pero quería intentarlo».
De este modo se formó una simbiosis entre ambos y se plantearon una pregunta: ¿Podemos encontrar, documentar —e interactuar con— los cachalotes bajo el agua durante el invierno ártico?
La llamada del norte
En pocas semanas, el equipo se reúne en Tromsø. Estamos sentados en el salón a bordo del Barba, mirando el trazador de gráficos. La ruta de Heide nos llevará más allá de la isla de Senja, a través del Andfjorden y alrededor de la punta de Andøya hasta Andenes y Bleik, antes de navegar hacia el sur a través de Lofoten y hasta Bodø. Durante la expedición de 10 días, recorreremos 300 millas náuticas por algunas de las aguas más abundantes en vida marina de Noruega.
La investigación sobre la comunicación de las ballenas es un campo muy activo, pero la documentación de los cachalotes en un entorno como este supone un reto. Las grabaciones acústicas pasivas ayudan a establecer la ubicación de las ballenas y a resolver cuestiones relacionadas con la comunicación conespecífica; la identificación fotográfica permite documentar a los individuos; las biopsias y las muestras fecales (las heces de las ballenas se expulsan en penachos sueltos que flotan hasta que se descomponen) ayudan a entender la genética y la dieta; y el marcado ofrece información sobre orientación y movimientos. Pero en la región de Andenes, estos datos son limitados, especulativos y estacionales.
Un cachalote se sumerge. Se cree que las presas de aguas profundas, como los calamares, son un elemento básico de la dieta de estas ballenas; el cachalote es el mayor depredador dentado de la Tierra, pero todavía hay muchas incógnitas sobre su comportamiento en aguas profundas.
Sin embargo, hay algunas observaciones que nos ayudarán a orientar nuestra misión. La bióloga marina y especialista en bioacústica Giulia Ercoletti ha pasado los últimos tres años observando cachalotes en Andenes. Señala que, aunque permanecen lejos de la costa y son solitarios durante la temporada de avistamiento de cetáceos, se los ha observado cerca de tierra y en grupos durante el invierno; se cree que esto se debe a la concentración de los alimentos.
«En invierno se les puede ver en el propio Andfjorden y a menudo en pequeños grupos», me cuenta. «Se alimentan mediante ecolocalización, por lo que es posible que cuando están cerca, su ecolocalización interactúe con la de otros. Pero durante el invierno, cuando no tienen que bucear a tanta profundidad, quizá la ecolocalización sea menos problemática y puedan cazar juntos».
Como prueba de las observaciones de Ercoletti, el avistamiento original de Heide sitúa a las ballenas en la boca del Andfjorden, así que con esas coordenadas como objetivo, soltamos amarras. Las condiciones son traicioneras y llegamos al Andfjorden en nuestro segundo día en el mar con ráfagas de 40 nudos.
Izquierda: Heide felicita a Schnöller tras una inmersión con las ballenas. Derecha: Schnöller siente el dolor de haber pasado un tiempo en las aguas árticas.
Con luz diurna limitada, solo tenemos cuatro o cinco horas de búsqueda al día y la oscuridad regresa a las dos de la tarde. Pero cuando nos acercamos al Andfjorden, Heide divisa el soplido de una ballena. Cambiamos de rumbo y viramos en su dirección. La ballena se sumerge y por su aleta caudal confirmamos que es un cachalote. Entonces aparece otro, seguido de otros dos más cerca. Karlsen y Bolesworth comienzan la identificación fotográfica mientras Heide consulta el trazador de gráficos. «Estamos en la misma zona que cuando los vi hace dos años», comenta. «Este debe ser un foco».
Ráfagas de viento huracanado rugen desde la boca del Andfjorden y, con el rápido avance de la oscuridad, nos vemos obligados a navegar hacia el puerto seguro de Bleik. Entre el equipo reina un entusiasmo palpable: las ballenas están aquí y, en condiciones adecuadas, será posible practicar buceo libre.
Trabajo de campo en el Ártico
Para Heide, el peligro de realizar el trabajo de campo en estas condiciones remotas e imprevisibles es el factor más difícil. La línea que separa la seguridad del peligro es muy fina cuando se navega y se practica la apnea en el Ártico, sobre todo en invierno, y explica por qué nunca se han registrado encuentros en el agua. Además, buscar, encontrar y documentar cetáceos siempre ha consistido en mantener el equilibrio entre instinto y experiencia. Heide dice que cuando se buscan orcas, lo mejor es encontrarlas cuando se alimentan, o justo después de haberse alimentado, cuando probablemente estarán socializando. Pero es mucho más difícil establecer esos parámetros con los cachalotes. «Cuesta mucho encontrar una zona en la que sea fácil acceder al agua y en la que las ballenas se interesen por ti», dice Schnöller. «Tal vez estas ballenas no hayan visto nunca a un humano en el agua, por lo que este interés inicial podría dar lugar a un gran encuentro».
Para Schnöller, la importancia radica en meterse en el agua para recabar personalmente datos que den lugar a un mejor conocimiento de estos animales. Los cachalotes poseen el mayor cerebro del reino animal, y la neocorteza, que controla funciones cerebrales de alto nivel como la cognición, la percepción y el lenguaje, no solo es más grande, sino mucho más densa que la nuestra. Además, también tienen neuronas fusiformes, que están directamente vinculadas a la empatía.
En el sentido de las agujas del reloj, desde arriba a la izquierda: el equipo trabaja y se prepara hasta que mejoren las condiciones; Fabrice Schnöller escucha las grabaciones; el almidón de las patatas ayuda a mantener las gotas de agua fuera de la lente de la carcasa submarina; una tormenta en el puerto de Bleik.
Estas pruebas sugieren que los cachalotes son capaces de sentir emoción e intuición, entre otras cosas, y en cierto modo explican la diversidad de sus comunicaciones. Utilizando cámaras de 360 grados personalizadas, Schnöller espera capturar una imagen total bajo el agua que, junto con las grabaciones acústicas pasivas y la realidad virtual, proporcionará a los científicos una imagen y una comprensión más amplias del comportamiento y la comunicación de estos animales. Incluso ha desarrollado un objetivo parecido a una pistola con el que espera poder rebotar las comunicaciones de los chasquidos de las ballenas para iniciar el proceso de descifrar tanto cómo se comunican, como qué información están comunicando.
Apnea gélida
El tiempo no se calma lo suficiente hasta el último día. Nos levantamos temprano y volvemos al mar antes del alba. Se levanta un viento marítimo cuando dejamos atrás el cabo, pero cuando la luz del amanecer salpica el agua turbia, divisamos los primeros soplidos de ballenas.
Fabrice Schnöller y Aksel Ørstavik son remolcados tras el Barba mientras bucean en el congelado fiordo del Troll.
Heide atraviesa la superficie congelada del fiordo del Troll, en Lofoten.
Fabrice Schnöller ve imágenes submarinas en 360 grados con unas gafas de realidad virtual.
Avistamos a varios ejemplares alejándose de la orilla. Heide ve tres individuos que viajan al unísono y, comparándolos con las imágenes del primer día, confirma que son los mismos. Schnöller explica que los cachalotes tienden a viajar en la misma dirección cuando se alimentan. En la superficie, respiran entre cinco y diez veces antes de sumergirse, algo que indican balanceando las cabezas antes de elevar las aletas. «Normalmente se sumergen entre 20 y 40 minutos y viajan en la misma dirección, así que tenemos que adelantarnos», dice. «Son animales curiosos, así que tenemos que volvernos atractivos para ellos».
Mientras navegamos, Schnöller escucha y graba los chasquidos con el hidrófono montado en el casco del Barba y más adelante es capaz de determinar el tamaño de las ballenas a través de su señal acústica. Explica que, al bucear, los cachalotes emiten un chasquido constante para explorar su entorno y comunicarse. Cada chasquido tiene una fase multipulso dentro de la cabeza de las ballenas, conocida como intervalo estable entre pulsos. Este intervalo se determina con un conjunto de algoritmos y la duración específica de estos intervalos puede ayudar a determinar el tamaño de un individuo. «La acústica me dice que son cachalotes de 10 metros de largo», confirma. «Eso es poco, incluso para machos jóvenes».
Heide descansa sobre el hielo del fiordo del Troll.
El equipo capturó la única imagen clara de un cachalote macho bajo el agua en esta región de la Noruega ártica.
El equipo espera que su trabajo de estudio de los cachalotes en esta latitud les permita conocer el comportamiento de esta especie enigmática y la forma en que se comunican dentro de sus grupos.
Heide y Schnöller se ponen los neoprenos y se preparan en el bote remolcado por el Barba. Como era de esperar, las ballenas salen a la superficie cerca y los hombres entran en el agua. Con fuertes patadas, cierran esa separación y se quedan solos en el mar con el mayor depredador dentado del mundo. Es un momento que todos estábamos esperando; un momento que dura apenas unos segundos hasta que las ballenas vuelven a sumergirse. Pero los hombres han capturado los primeros vídeos y fotografías de cachalotes bajo el agua en esta región; algo vital para seguir conociendo a estos animales. De vuelta a bordo, la euforia es enorme.
«La sensación de estar bajo el agua con estas criaturas misteriosas resulta abrumadora», dice Heide. «Sabemos muy poco sobre ellos, pero encuentros como este nos ayudan a comprenderlos mejor». Mientras los hombres bajan a cubierta, una nevada se cierne sobre el agua y forma un barniz opaco sobre la luz que ya desaparece; nuestro tiempo con los cachalotes se ha agotado y comenzamos a navegar hacia el sur a través de los fiordos helados de Lofoten, hasta Bodø.
Más tarde, entrando en calor en el salón, Heide y Schnöller hablan de sus observaciones. «La verdad es que pensé que sería imposible tener un encuentro aquí. Pero lo que observo es exactamente lo que he observado en otros lugares; es muy posible interactuar con ellos», dice Schnöller. «Se mostraron curiosos, pero también inseguros. Lo mejor es encontrar un individuo curioso», continúa. «Estoy seguro de que si vienes a esta zona día tras día, se te acercarán, y la curiosidad superará la incertidumbre».
Fabrice Schnöller y Andreas Heide charlan mientras entran en calor en la cocina del Barba. Heide dice: «Mi principal objetivo es traer a gente como Schnöller sobre el terreno para proporcionar una plataforma y que podamos aprender más».
Para Heide, una expedición como esta permite llevar a especialistas a zonas remotas e inestables que de lo contrario nunca podrían visitar. «Mi principal objetivo es llevar a gente como Schnöller al terreno, para proporcionar una plataforma que nos permita aprender más. Por lo que hemos visto, aquí hay mucho que estudiar», dice. «Se sabe muy poco sobre la biología [de los cachalotes], su comportamiento y lo que comen. ¿Qué tamaño tiene la zona que habitan? ¿Viven solo alrededor de Andenes o a lo largo de una zona más amplia de la plataforma continental?».
El futuro
Un año después, Heide espera poder responder a algunas de estas preguntas en la expedición Arctic Sense, cuyo objetivo es explorar y evaluar el ecosistema del Atlántico polar. A lo largo de este viaje de cuatro meses que recorrerá 3000 millas náuticas, el equipo realizará una investigación oceanográfica pionera en el mundo sobre los cetáceos, el cambio climático y la contaminación.
Utilizando un conjunto de hidrófonos remolcados diseñado y construido por Gordon en colaboración con Marine Ecological Research, el Barba navegará de nuevo hasta Andenes para recopilar más datos que ayuden a ampliar los conocimientos sobre la distribución, el comportamiento y la comunicación de los cachalotes en la plataforma continental noruega.
A continuación, el equipo navegará hacia el norte, a Svalbard, surcando los mares de Groenlandia y Noruega para explorar la remota isla de Jan Mayen y sus aguas, para después emprender un viaje hacia el sur, hacia Londres, pasando por las Islas Feroe, las Islas Shetland y Edimburgo.
«Con el Barba, podemos llevar a expertos al terreno para recopilar datos fundamentales de forma sostenible, no invasiva», dice Heide. «Lo que he presenciado fuera de Andenes es un rayo de esperanza para la conservación marina. Es nuestra obligación garantizar que entendemos y protegemos nuestros océanos y a sus habitantes».
Hugh Francis Anderson es un periodista autónomo de aventuras que vive cerca de Cambridge; síguelo en Instagram. Sophie Bolesworth es una investigadora y fotógrafa de Cornualles, especializada en proyectos medioambientales. Tord Karlsen is un fotógrafo del norte de Noruega. Puedes ver su trabajo aquí.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.co.uk.