El transporte internacional de ballenas: una tarea colosal

El complejo —y controvertido— traslado de cinco belugas de Canadá a Estados Unidos reabre el debate de si debería haber ballenas en cautividad.

Por Amy Thomas
fotografías de Jennifer Hayes
Publicado 19 may 2021, 14:17 CEST
Una grúa levanta a Kharabali, una beluga

Una grúa levanta a Kharabali, una beluga, de una piscina en Marineland. En una compleja operación transfronteriza, ella y otras cuatro belugas fueron transportadas del parque acuático de Ontario al Mystic Aquarium de Connecticut.

Fotografía de Jennifer Hayes

Un C-130 gris y polvoriento se detuvo justo cuando el sol se ponía sobre la pista de la Estación Aérea de la Guardia Nacional en el aeropuerto de Groton-New London, Connecticut, el viernes pasado. El avión no llevaba su carga habitual, helicópteros de servicio o jeeps. En cambio, cuando se abrió la puerta trasera de la bodega, a bordo iban tres belugas de Marineland, un parque acuático de Ontario, Canadá, en contenedores especiales de transporte llenos de agua.

Kharabali, Havana y Jetta, tres hembras, fueron colocadas en remolques y trasladadas a 11 kilómetros al este por la autopista I-95 hasta el Mystic Aquarium, en el sudeste de Connecticut. Una vez allí, una grúa las depositó una por una en una piscina médica, una masa de agua separada pero conectada al estanque de belugas del acuario, llamado Arctic Coast. Las siguieron Havok y Sahara, macho y hembra, nueve horas después, completando un traslado muy esperado, aunque polémico, que lleva años planificándose.

Las cinco ballenas, con edades comprendidas entre los siete y los doce años, se reunirán pronto con las otras tres belugas del acuario y se exhibirán al público.

Los engranajes de este acuerdo empezaron a girar hace una década, cuando el Mystic Aquarium empezó a debatir con Marineland la adquisición de algunas de las 50 belugas del parque. Mystic cuenta con un programa de investigación de belugas desde hace 40 años y los científicos de la institución quieren ampliarlo, sobre todo teniendo en cuenta los efectos cada vez más intensos del cambio climático y la disminución de la población de belugas en la ensenada de Cook de Alaska.

En Marineland, el personal sujeta una ballena con una eslinga adaptada para que una grúa pueda subirla a un contenedor de transporte para el viaje de 14 horas.

Fotografía de Jennifer Hayes

Al sacar la beluga de la piscina, el personal comprueba que está bien sujeta.

Fotografía de Jennifer Hayes

«Hemos conseguido cosas increíbles con las tres ballenas que viven ahora en el Mystic Aquarium, pero queríamos asegurarnos de que hubiera una población de ballenas en el futuro para esta importante investigación», dice Allison Tuttle, jefa de zoología del Mystic Aquarium. Señala que los proyectos de investigación del acuario se basan en las prioridades del plan de recuperación de las belugas del estrecho de Cook del Servicio Nacional de Pesca Marina.

Por su parte, Marineland ha sido objeto de muchas investigaciones, quejas y protestas sobre el bienestar de los animales desde la década de 1980 y ahora se encuentra en una encrucijada: en 2018, su fundador John Holer falleció y dejó las enormes instalaciones a su viuda Marie. Como estuvo cerrado durante la mayor parte de 2020 y 2021 a causa de la COVID-19 y con casi 4000 animales de los que cuidar, entre ellos las belugas, una orca, morsas y delfines, es económicamente vulnerable.

«Tomamos la decisión colectiva de que, con fines de investigación, para reducir la población [de belugas] en Marineland y para ayudar en todos nuestros programas, trasladaríamos cinco ballenas a Mystic», explica Andrew Burns, abogado de Marie Holer y Marineland. Ni Marineland ni el Acuario de Mystic han querido revelar si Mystic pagó a cambio de las ballenas, pero Burns admitió que «en general estamos cooperando económicamente para ayudar a ese programa».

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    Atan a la beluga Jetta en su contenedor de transporte en la parte trasera de un camión con remolque para el viaje desde Marineland hasta el aeropuerto.

    Fotografía de Jennifer Hayes

    La expectación era palpable en el aeropuerto y, más adelante, en el acuario, donde veterinarios, investigadores y expertos en el cuidado de animales trabajaban para garantizar que el último tramo del traslado transcurriera sin problemas, junto con Stephen Coan, presidente y consejero delegado de Mystic Aquarium. Aunque Tuttle, que ayudó a organizar el traslado, se quedó en Marineland, también expresó su entusiasmo. «Estoy un poco cansada... pero me siento muy inspirada por este traslado y la investigación de conservación que nos permite llevar a cabo».

    Un traslado polémico

    Tener cetáceos —el grupo de mamíferos marinos que incluye a ballenas, delfines y marsopas— en cautividad es una cuestión delicada. Los acuarios y los centros de investigación afirman que estudiarlos en cautividad ayuda a los humanos a protegerlos en la naturaleza y que exhibirlos al público permite que las personas conecten con y se preocupen por ellos. En cambio, los defensores de los derechos de los animales sostienen que son demasiado inteligentes y sociales para mantenerlos en cautividad, y que sus necesidades instintivas de alimentarse y migrar a lo largo de largas distancias quieren decir que el océano es el único lugar donde pueden prosperar.

    En 2019, Canadá prohibió la cría y el mantenimiento de cetáceos en cautividad, pero eximió aquellos ejemplares que ya estaban en cautividad. Estados Unidos no tiene este tipo de legislación. En los últimos meses, varios grupos de defensa del bienestar animal y de derechos de los animales desafiaron sin éxito el traslado tanto en Estados Unidos como en Canadá, argumentando que menoscaba la ley canadiense y establece un precedente que podría permitir que las otras ballenas de Marineland sean transferidas a países con leyes más débiles de bienestar animal. Algunos expertos en ballenas también han señalado que les preocupa que la ruptura de sus relaciones sociales afecte negativamente a su bienestar.

    En el Aeropuerto Internacional de Hamilton, en Ontario, el personal inspecciona a Jetta antes de ser trasladada al avión.

    Fotografía de Jennifer Hayes

    Kharabali, en su contenedor, es cargada en el avión C-130 para el vuelo a Connecticut.

    Fotografía de Jennifer Hayes

    Last Chance for Animals, una organización sin ánimo de lucro por los derechos de los animales, es uno de esos grupos. «Una parte importante de esto es que sacan a las ballenas de la protección de la ley canadiense», dice Miranda Desa, abogada del grupo en Canadá. «Una vez trasladadas, serán vulnerables a la cría, lo que perpetuaría el ciclo de cautiverio». (El permiso de importación del Mystic Aquarium, concedido por el gobierno estadounidense, prohíbe la cría durante cinco años y el acuario puede solicitar permiso para criar después. Las autoridades del Mystic Aquarium no han hecho comentarios sobre sus intenciones.) 

    «Defendemos lo que estamos haciendo», dice Tracy Romano, científica jefa de Mystic Aquarium. «Nuestra misión es la investigación, la educación y la conservación. Sabemos que estamos haciendo lo correcto para los cinco animales y para la especie en su conjunto».

    Con esta decisión, ya hay 38 belugas en cautividad en cuatro centros diferentes de Estados Unidos y se estima que hay más de 300 en cautividad en todo el mundo. En estado silvestre, hay unas 136 000 belugas viviendo en el Ártico de Canadá, Estados Unidos, Rusia, Groenlandia y Noruega.

    A nivel mundial, las belugas no se encuentran en peligro de extinción, aunque algunas poblaciones individuales son precariamente escasas. La población de belugas de la ensenada de Cook, en Alaska, por ejemplo, ha disminuido casi un 80 por ciento desde 1979, de unas 1300 ballenas a unas 279 en 2018, según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés), y está clasificada como «en peligro de extinción» en la Ley de Especies en Peligro de Extinción de Estados Unidos.

    Un dispositivo recoge muestras de aliento del espiráculo de la ballena justo antes de trasladarla a la piscina médica del Mystic Aquarium para su observación.

    Fotografía de Jennifer Hayes

    Como muchos mamíferos marinos del Ártico, las belugas dependen de la banquisa, que está desapareciendo rápidamente a causa del cambio climático. Su desaparición hace que las belugas sean más vulnerables a los depredadores, como las orcas, y a la actividad humana, como el tráfico marítimo, que aprovecha la ausencia de hielo y puede provocar colisiones, contaminación y ruido que perturba su comportamiento.

    Son como «soldados»

    En cualquier circunstancia, el traslado transfronterizo de cinco ballenas a casi 800 kilómetros sería una enorme misión logística. Debido a la pandemia, lo fue aún más. Además de asegurar el avión para el transporte de los mamíferos —que pesan entre 340 y 450 kilogramos cada uno—, los organizadores tuvieron que preparar de antemano los trámites en pasos fronterizos, aduanas e inmigración. Pero más que en la burocracia, la atención se centró en cómo trasladarlas sanas y salvas, dice Tuttle.

    Las ballenas están condicionadas para nadar en camillas, adaptadas a su longitud y peso y que cuentan con agujeros para sus aletas pectorales, explica Tuttle. Estos hacen las veces de cinturones de seguridad, manteniéndolas sanas y salvas dentro de los contenedores de transporte. A continuación, las ballenas son sumergidas en agua salada hasta la mitad de la cabeza, para que sus espiráculos queden libres y no sientan la presión de su peso corporal. Los contenedores fueron su refugio mientras las trasladaban entre los camiones y los aviones, donde la temperatura se fijó en 13 grados para su comodidad. Veterinarios y expertos en transporte de animales las acompañaron para controlar su respiración y estado de salud en general.

    Una grúa baja poco a poco a una beluga a una piscina médica poco profunda.

    Fotografía de Jennifer Hayes

    Después de pasar un tiempo en observación en la piscina médica, la beluga será liberada en un estanque más grande con las otras recién llegadas.

    Fotografía de Jennifer Hayes

    Cuando el avión aterrizó en el aeropuerto de Connecticut, los agentes de Aduanas y Protección Fronteriza y los inspectores del Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos verificaron que los permisos estaban en orden antes de que las ballenas fueran transportadas al acuario.

    De tanque a tanque, el viaje duró unas 14 horas, cuenta Jen Flower, veterinaria jefa del Mystic Aquarium, que acompañó a ambos grupos de ballenas en el avión. Eran como «soldados», dice. «Estuvieron hablando durante todo el vuelo».

    El futuro de las belugas

    Tuttle, del Mystic Aquarium, dice que se han planificado siete estudios de investigación para las belugas, como examinar su respuesta inmunitaria a los factores de estrés ambiental y sus respuestas fisiológicas al sonido. «Todas las investigaciones están diseñadas para observar la salud de las ballenas, ver cómo responden a varias cosas, como los factores de estrés provocados por el hombre», dice.

    Mientras tanto, ha habido noticias de que Marie Holer planea vender Marineland, pero su abogado y los representantes de Marineland no han querido aclarar nada. Burns, su abogado, dice que está «planificando el futuro y trabajando para una transición adecuada que garantice el programa de mamíferos marinos».

    Algunos expertos en bienestar animal señalan que la ley canadiense destinada a eliminar el cautiverio de cetáceos podría ser un referente para Estados Unidos. «Sin duda debería [serlo]», dice Lori Marino, neurocientífica y fundadora del Whale Sanctuary Project, que planea abrir su nuevo santuario para orcas y belugas junto al mar en Nueva Escocia a finales de 2022.

    Las cinco belugas de Marineland nadan en un estanque del Mystic Aquarium.

    Fotografía de Jennifer Hayes

    Pero con el gran número de acuarios y parques de ocio marino que existen en Estados Unidos, no es optimista. «No sé si se puede poner sobre la mesa algo así. No lo sé», dice. «No lo creo, pero eso no significa que no pueda ocurrir».

    Aunque polémico, el traslado de estas cinco belugas revela que cada vez se presta más atención a la precaria situación de estos animales, tanto en libertad como en cautividad.

    Romano, científica jefa del Mystic Aquarium, espera que el traslado permita al acuario «proporcionar a las belugas que necesitan un hogar adecuado... atención y cuidados médicos individualizados» y la oportunidad de «ayudar a sus compañeras salvajes participando en la investigación».

    Camille Labchuck, abogada y directora ejecutiva de Animal Justice, una organización canadiense de defensa de los animales, afirma que, con la prohibición de la cría en Canadá, la decisión de Estados Unidos de no permitir la cría de estas belugas en un futuro próximo y la dificultad general de criar esta especie en cautividad, «es probable que las belugas cautivas en la actualidad sean la última generación de belugas cautivas en Norteamérica».

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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