¿Cómo logran estas misteriosas polillas volar en línea recta por la noche?
Un equipo de biólogos usa un avión y pequeños transmisores para rastrear la esfinge de la muerte y establecer un récord científico.
En su estudio, los investigadores se centraron en la esfinge de la muerte, un gran migrante nocturno que recorre cada año más de 3 000 kilómetros entre Europa y África.
Las esfinges de la muerte pueden gritar cuando se les provoca. Su espalda presenta un patrón que se asemeja a un cráneo humano, lo que les valió un cameo mortal en la película El silencio de los corderos. Y ahora, estos populares insectos han ayudado a los científicos a hacer algo que antes se consideraba imposible.
Al equipar a las polillas con pequeñas mochilas temporales que contenían radiotransmisores y soltarlas por la noche, los científicos pudieron seguir en un pequeño avión cómo las polillas realizaban su migración anual hacia el sur.
La trayectoria de vuelo más llamativa fue la de una polilla que aleteó desde un aeropuerto de Constanza (Alemania) más de 88 kilómetros hacia el sur, hasta los Alpes suizos, el vuelo más largo de un insecto jamás rastreado de forma continua.
Este vuelo de una noche, recientemente registrado, representa sólo una pequeña parte de la migración de la esfinge de la muerte, de más de 3800 kilómetros, desde el norte de Europa hasta las costas del Mediterráneo y más allá, tal vez incluso hasta el sur del África subsahariana. Una generación de estas polillas suele salir de Europa en otoño para ir a las zonas de reproducción en el sur; la siguiente generación regresa a Europa en primavera.
Los investigadores utilizan lámparas y láminas para crear las llamadas "trampas de luz" para atraer y estudiar a los insectos. Aquí, un científico inspecciona una polilla esfinge de la muerte criada en un recinto especial. Los insectos fueron posteriormente marcados y liberados para su estudio.
En comparación con la mayoría de los insectos, las polillas de la muerte son voladoras rápidas, con velocidades de vuelo máximas observadas de 69 kilómetros por hora. Pero para rastrearlas en un avión que viajaba a una velocidad mucho mayor, los científicos mantuvieron el ritmo volando en círculos superpuestos mientras escuchaban un distintivo sonido woppp hecho cuando las antenas del avión detectaban una polilla a más de 300 metros de altura.
"Con una antena en cada ala, es casi como si tuvieras dos oídos escuchando", dice Martin Wikelski, director del Instituto Max Planck de Comportamiento Animal y autor principal de un estudio publicado ayer en la revista Science.
Como piloto de larga duración, Wikelski pudo pilotar la Cessna 172 mientras sus colegas soltaban una o dos polillas en el suelo. Sabía que tenía que empezar a escuchar los pings cuando Myles Menz, el autor principal del estudio, emitía por radio: "¡polillas fuera!".
Algunos estudios de seguimiento similares se han realizado en aves, y Wikelski también ha utilizado el método con éxito en murciélagos y libélulas. Pero el avance en el caso de estas polillas se debe a los avances en el tamaño reducido de la tecnología de los radiotransmisores, así como al mayor tamaño de este insecto en comparación con la mayoría de las polillas comunes, cuya envergadura es mayor que la de una lata de refresco.
"Llevan mucho tiempo intentando hacer esto con los insectos, y por fin lo han conseguido", afirma Gerard Talavera, experto en la migración de las mariposas y explorador de National Geographic, que no ha participado en el nuevo estudio. "Es fantástico ver a gente haciendo un trabajo valiente como este".
Volar en línea "absolutamente" recta
El estudio no solo es impresionante como prueba de concepto que puede ser valiosa en la investigación de otros insectos, sino que también ha revelado algunos aspectos interesantes de la migración de las polillas.
Por un lado, los científicos han sospechado durante mucho tiempo que el viento desvía a los insectos de su ruta durante las migraciones, una suposición natural si se tiene en cuenta que incluso los grandes lepidópteros, como la esfinge de la muerte, pesan menos que un botón de camisa medio.
Por eso, cuando Wikelski surcó los cielos por primera vez, controló la dirección y la velocidad del viento con sus instrumentos de a bordo y trazó un rumbo al que suponía que las polillas serían empujadas en esa dirección. Pero al hacerlo, perdió rápidamente el rastro de las polillas.
"Entonces me di cuenta de que las polillas seguían allí", dice. "Nos dimos cuenta de que iban en línea recta, absolutamente en línea recta, sin importar lo que hiciera el viento".
Para entender cómo logran las polillas esta hazaña, los científicos se fijaron en su altitud. Cuando el viento soplaba de cara, las polillas aumentaban su velocidad mientras volaban a poca altura. Y cuando el viento soplaba de espaldas, los animales se elevaban hasta unos 300 metros para aprovechar mejor la aceleración, pero disminuían su velocidad de vuelo en el proceso.
Las polillas son grandes insectos voladores. Con un peso de hasta 3,5 gramos, se fijaron con diminutas etiquetas de radio que pesaban 0,2 gramos, menos del 15% del peso corporal de los adultos.
En otras palabras, las polillas parecían equilibrar cuidadosamente su velocidad con su sentido de la orientación. Los científicos sospechan que, al igual que otros insectos, la brújula interna de las polillas se calibra mediante una combinación de magnetismo, visión y, posiblemente, su sentido del olfato.
Además, el hecho de que las polillas fueran capaces de mostrar una "compensación completa", es decir, de mantener una trayectoria recta incluso bajo el asalto de diferentes velocidades y direcciones del viento, es otra primicia para los insectos migratorios.
"Al parecer, estos insectos han conseguido encontrar un sistema para mantenerse perfectamente en su ruta de navegación", dice Wikelski. "Y eso es súper emocionante".
La próxima frontera del rastreo de insectos
Para los científicos que estudian la migración de los insectos, la posibilidad de rastrear a los individuos es innovadora, porque les permitirá responder a preguntas sobre las que antes sólo podían especular.
"¿A qué velocidad pueden volar, dónde se detienen y de qué se alimentan? Son cosas que se daban por supuestas, pero esta es la primera vez que se obtienen datos reales para algunas de estas preguntas", dice Talavera.
También hay razones del mundo real para aprender más sobre los billones de insectos migratorios del mundo.
"Las langostas del desierto siguen afectando a una de cada diez personas cada año", dice Wikelski, refiriéndose a la forma en que los insectos migratorios arrasan las cosechas, provocando hambruna e inanición. "Y eso crea importantes conflictos humanos".
La capacidad de rastrear insectos podría ayudarnos algún día a detener la propagación de especies invasoras, conservar especies en peligro de extinción como la mariposa monarca y frenar la propagación de enfermedades transmitidas por insectos, según cuenta.
Puede que ocurra antes de lo que se piensa. Un nuevo par de satélites que se pondrán en órbita en 2028 en el marco de una asociación entre la NASA y las agencias espaciales europeas permitirá a los científicos seguir a grandes insectos, como polillas y libélulas, no solo en el transcurso de una noche, sino mientras vuelan por todo el mundo.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.