Luces y sombras de 'Tiburón', la obra arruinó la reputación del depredador marino más famoso
"EL PEZ estaba a unos 12 metros de la mujer, a un lado, cuando giró repentinamente hacia la izquierda, se sumergió por completo en la superficie y, con dos rápidos empujones de su cola, se le echó encima".
Los viscerales pasajes que siguen, extraídos del capítulo inicial de la novela Tiburón, de Peter Benchley, de 1974, se convirtieron en la descripción por excelencia de un ataque de tiburón. El baño nocturno de Christine Watkins y su espantoso final ante los dientes de un poderoso depredador invisible cristalizaron la inquietud con la que muchos se han acercado (o evitado) al mar desde entonces. El éxito de la novela, junto con el de la taquillera película homónima de 1975 de Steven Spielberg, dio un nombre y una forma a esa inquietud: la de, como entona gravemente un reportero en la película interpretado por el propio Benchley, "un tiburón asesino".
Casi 50 años después de su primera publicación, una nueva edición de lujo y en inglés de Tiburón, publicada por la Folio Society, hace un balance de un fenómeno de la cultura pop que hizo que la percepción pública de los tiburones (para bien o para mal) se convirtiera en sinónimo de ataques mosntruosos.
Jaws author Peter Benchley in 1974 – during a cameo as a news reporter in Steven Spielberg's film adaptation. Benchley co-wrote the script with Carl Gottleib.
Un relato con agallas
Al obervar el diente de un gran tiburón blanco te darás cuenta de que el triángulo blanco como el hueso, casi perfecto, tiene bordes cortantes dentados en sus dos lados largos. Una verdadera arma de doble filo, como el impacto de Tiburón. El libro y la película, con su célebre melodía a dos tonos, convirtieron a la especie en objeto de infamia y curiosidad. Fue un legado que entusiasmó y devastó a Benchley, quien, entre la publicación del libro en febrero de 1974 y su muerte en febrero de 2006, dedicaría muchos esfuerzos a defender a la criatura que Tiburón demonizó. Pero, ¿realmente Tiburón creó el miedo? ¿O simplemente llenó unas lagunas que ya existían en torno a un animal formidable y poco conocido con una ficción aterradora, inspirando de paso los esfuerzos científicos para comprenderlo?
Por supuesto, en muchos aspectos, Tiburón no trata realmente de un tiburón. Desde el principio, se podría haber eliminado la palabra "s" (el título original es Jaws, o Mandíbulas) y haber introducido todo tipo de amenazas primordiales (desde una enfermedad hasta una tormenta o una plaga) sin que los temas principales tuvieran que variar demasiado. Más que el animal, el tema primordial de esta obra de ficción es el miedo.
"Antes de recibir el encargo de escribir su primera novela, inicialmente sin título, [el editor] Doubleday le pidió a Peter que escribiera una descripción de una página en la que se esbozara el argumento", dice Wendy Benchley, una destacada conservacionista de los océanos y esposa del difunto autor. "Esta es su descripción: 'El propósito de la novela sería explorar las reacciones de una comunidad que se ve repentinamente afectada por un peculiar desastre natural, no un terremoto o una inundación... sino una continua y misteriosa devastación que, a medida que pasa el tiempo, pierde su neutralidad natural, y empieza a oler a mal.'"
Jaws cover evolution, from the starkly monochrome and ambiguous 1974 original, to the hyper-detailed 1975 paperback, to the new Folio Society edition.
En efecto, Benchley especificó un tiburón y el lugar (la isla ficticia de Amity, en Nueva Inglaterra; Estados Unidos), pero la historia humana seguía siendo el motor de la trama. "El tiburón es el catalizador de las acciones de todos los demás personajes", añade Wendy; "la novela es principalmente una descripción de cómo una comunidad y unos individuos se enfrentan a una amenaza que no pueden controlar".
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La película de Spielberg de 1975, con su famoso tiburón mecánico desvencijado, sacaría provecho de esto por necesidad: sin ser vista hasta la última escena, la amenaza en ausencia de la criatura le dio a la película una tensión expectante que atornilló a millones de espectadores a la butaca. El libro, carente de este tipo de accesorios, esbozó a su antagonista con mayor rapidez, aunque a menudo se le llama simplemente "el pez".
Por muy específica que sea la descripción de Benchley, es poco probable que el reconocimiento haya sonado demasiado. Los primeros títulos que se barajaron para el libro fueron La quietud en el agua y El leviatán, con la ya icónica portada que representa una criatura anónima con forma de torpedo o un alienígena de las profundidades hiperestilizado y con dientes de daga que asciende bajo un nadador desprevenido.
Todo ello sugiere la naturaleza eufemística del tiburón, pero también que antes de Tiburón, la gente no sabía mucho sobre los tiburones. Ni cómo se comportaban, ni cómo eran, ni, sobre todo, cuánto debían temer los humanos. Tiburón les proporcionó las respuestas que necesitaban, pero en forma de ficción sensacionalista y no en forma de hechos. Hechos que, en 1974, eran más difíciles de conseguir, y más difíciles de vender por millones de unidades a un público vorazmente curioso.
Miedo y asco en Nueva Inglaterra
Peter Benchley nació en Nueva York en 1940. "Pasó los veranos creciendo en la isla de Nantucket, Massachusetts, donde era un experto body surfer y un ávido pescador con su padre", dice Wendy Benchley. "En muchas ocasiones, desembarcaron un tiburón junto con lubinas, tintoreras y peces espada. Esto despertó su interés por los tiburones, y siguió fascinado por ellos".
Aunque los ataques de tiburón eran tan raros entonces como ahora (alrededor de nueve personas mueren cada año a causa de los tiburones en todo el mundo, frente a un centenar por medusas y 200 000 por accidentes de pesca), cuando ocurrían, eran sensacionales. El frenesí de los medios de comunicación en torno a los ataques de tiburones en Nueva Jersey (Estados Unidos) en 1916, en los que murieron cuatro personas en los balnearios de la costa de Jersey durante una quincena, hizo que el público lector de periódicos viera al tiburón como una amenaza vacacional desconsiderada.
También provocó un inquietante replanteamiento del comportamiento de los tiburones. Hasta ese momento, se dudaba de que un tiburón hubiera mordido alguna vez a un ser humano, y mucho menos que lo hubiera matado, por lo que esta racha de ataques mortales repetidos fue un shock. Incidentes similares darían lugar a la ahora desacreditada teoría del "tiburón rebelde", cuyo nombre aparece en la película Tiburón, y que fue propuesta por el médico australiano Victor Coppleson en 1958. Esto sugería "la culpa, no de muchos tiburones, sino de un solo tiburón".
Todavía se discute qué tipo de tiburón fue el responsable de los ataques de 1916, pero es probable que fuera una de las tres especies que hoy se sabe que son especialmente preocupantes para el ser humano: el tiburón toro, el tiburón tigre y el propio gigante de dientes dentados de Tiburón, el Carcharadon carcharias, conocido como tiburón blanco o gran blanco.
“La ahora desacreditada teoría del "tiburón rebelde" fue propuesta por el médico australiano Victor Coppleson en la década de 1930. En ella se sugería "la culpabilidad, no de muchos tiburones, sino de un solo tiburón".”
La actualización de Hokyoung Kim de la ya icónica ilustración de Tiburón.
Más allá de los hechos reales, Tiburón no fue la primera vez que un gran tiburón blanco se convertía en protagonista de una trama. El documental de 1971 Blue Water, White Death, de Peter Gimbal y James Lipscomb, presentaba audaces imágenes del depredador, que había sido filmado por primera vez bajo el agua sólo cinco años antes. El libro Blue Meridian, de Peter Matthiessen, de 1972, fue un lento recorrido del tiburón por todo el mundo, con la crónica de la realización de esa película.
Aunque ambos eran productos de un panorama de conservación notablemente diferente, su núcleo era la historia natural. Sin embargo, el marketing se basó en el temible aspecto del tiburón como un monstruo ridículamente colosal y devorador de seres humanos ("¡3000 kilos de puro terror con mandíbulas como una trampa de acero!") para despertar el interés del público.
Se dice que Matthiessen y Benchley, ambos residentes en la costa este de Estados Unidos, se inspiraron en la historia local de un tiburón blanco de cinco metros y dos toneladas capturado con arpón frente a Montauk, Long Island, el 6 de junio de 1964. Para el pescador Frank Mundus, resultó ser un espeluznante cebo para los turistas que él llamaba "ratas de muelle" que contrataban a su empresa de pesca Monster Fishing. Según Wendy Benchley, tras la publicitada captura de Mundus, su marido "empezó a darle vueltas a la idea de una novela sobre un tiburón que aterrorizaba a una comunidad de veraneantes".
Con su silla de combate, sus arpones atados a barriles y su barco de 12 metros Cricket II, Mundus era todo un personaje en la comunidad pesquera de Massachusetts. Los tiburones empezaron siendo capturas accidentales ocasionales, luego una especialidad; una vez afirmó haber encontrado un "conejo" en el vientre de uno. Se rumoreaba que sus métodos habían servido de inspiración para el personaje de Benchley, Quint, el corpulento cazador de tiburones de Tiburón, algo que el autor nunca confirmó.
El tiburón es liberado
Al libro Tiburón le siguió rápidamente la película homónima, en la que (a pesar de varios cambios narrativos) Benchley fue coguionista y tuvo un cameo como reportero de noticias. Como explica Wendy Benchley, Doubleday y Universal Studios unieron sus fuerzas para impulsar tanto el libro como la película. "Esta inusual asociación dio a Tiburón una fuerza de marketing adicional", dice.
Un gran tiburón blanco (de verdad) frente a Cape Cod. Este tiburón, que prefiere las aguas templadas, se encuentra con mayor frecuencia cerca de grandes poblaciones de focas, que son su presa favorita. Muchos conductistas creen que los ataques de los tiburones a los humanos son un caso de error de identidad. Pocos alcanzan las proporciones gigantescas que se describen en Tiburón; una sección del libro habla del extinto tiburón gigante Megalodon, en un pasaje que alude a las incógnitas de las profundidades marinas.
Inevitablemente, aunque el libro catapultó a la película, fue la película (no el libro) la que grabó Tiburón en la mente de decenas de millones de personas. Estrenada en la temporada de verano de 1975 tras una tortuosa producción, fue una sensación, generando una serie de tropos de monstruos que persisten hasta el día de hoy y estableciendo firmemente al gran tiburón blanco como enemigo oceánico número uno, y como icono de la cultura pop.
No todo el entusiasmo por los tiburones fue positivo. "Durante el verano de 1975, cuando Tiburón estaba en cientos de cines de todo Estados Unidos y se convirtió en un éxito de taquilla a nivel internacional, pudimos ver el miedo que suscitaba", dice Wendy. Este miedo se articulaba en algunos sectores por una simple reticencia a ir a nadar; otra respuesta (de tipo macho alfa), fue emular a los protagonistas de la película y saltar a bordo de un barco para dar caza a la criatura representada en la película.
El auge de eventos deportivos como los Torneos de Tiburones Monstruosos en la costa este de EE.UU. a mediados de la década de 1980 (que aún continúan de forma controvertida en algunas ciudades portuarias) alimentó la percepción de los tiburones como conquistas deportivas, cuya matanza constituía una especie de deber cívico legitimado. Wendy recuerda: "A Peter y a mí nos horrorizaba que la primera reacción de algunas personas fuera matar tiburones".
El efecto dominó
El miedo no se quedó ahí. Un estudio realizado en 2015 por Christopher Pepin-Neff, profesor titular de Políticas Públicas en la Universidad de Sídney (Australia), sugirió cómo la narrativa de ficción de Tiburón (y su efecto) fue utilizada como arma para influir en una controvertida política de sacrificio de tiburones en Australia Occidental. Este "efecto Tiburón", escribió Pepin-Neff, se basaba en tres principios percibidos en respuesta a episodios de ataques de tiburones en la vida real: "La intencionalidad del tiburón, la percepción de que estos sucesos son fatales y la creencia de que 'el tiburón' debe ser matado".
Los estudios han demostrado que el miedo a los tiburones está directamente relacionado con el hecho de que la gente piense que las acciones del tiburón son intencionadas", explica Pepin-Neff a National Geographic (Reino Unido). "Y es aquí donde Tiburón fue más diabólico. Una vez que la gente sintió que los tiburones podían ir intencionadamente a por ellos, el miedo a los tiburones se disparó de una forma nunca vista".
El principal interés de los personajes de Tiburón surge de un trío con intereses discordantes unidos por la presencia del gran blanco: el "tiburonero" Quint, interpretado por Robert Shaw (arriba), que quiere matar al tiburón; el biólogo marino Matt Hooper (Richard Dreyfuss, abajo a la izquierda), que quiere estudiarlo; y el jefe de policía de un pequeño pueblo, Martin Brody (Roy Scheider, abajo a la derecha), que quiere proteger a sus ciudadanos y ofrecer un verano rentable a la comunidad.
Esta idea fantástica se acentuó en la película por la escala del tiburón de la película (7,62 metros y tres toneladas); los grandes tiburones blancos suelen alcanzar unos 4,5 metros de longitud, y el tamaño estimado de "Deep Blue", considerado el mayor tiburón blanco vivo, es de apenas seis metros y dos toneladas, aunque se han registrado tiburones más grandes. El tiburón de la película también tuvo el formidable impulso de destrozar por despecho un barco de madera de 12 metros de Nueva Escocia, una escena que constituye el espeluznante clímax de la historia. Para la producción se filmaron tiburones reales y se utilizó una jaula en miniatura (con un buzo de menor estatura) para aumentar la credibilidad.
Todo muy divertido en el contexto de la ciencia ficción. Pero como argumenta Pepin-Neff, cuando Tiburón es tu primera exposición a una criatura con una contrapartida auténtica, el prejuicio puede trasladarse a la realidad. "No hay manera de mirar los datos sobre el miedo del público a los tiburones y no sentir que Tiburón es un factor primario", dice Pepin-Neff. "Aunque alguien no haya visto nunca Tiburón, los cineastas copian la música, la historia y la cinematografía para captar y repetir la esencia de una historia de 'monstruos de películas de tiburones'. Esto es malo para los tiburones porque la única experiencia que tiene la mayoría de la gente con ellos es lo que ven en la pantalla". Pepin-Neff añade que "el legado de Tiburón es una tragedia para los tiburones, pero un tesoro para la investigación sobre los tiburones".
La película de Tiburón, a pesar de su desconocida desviación de la realidad, es considerada con aclamación casi universal como una pieza de cine. "Tiburón es una película increíble. El guión, la dirección y la actuación son increíbles", dice Yannis Papastamatiou, biólogo marino, investigador de tiburones y explorador de National Geographic. "[Pero] Tiburón es una película de monstruos del mismo modo que otras películas pueden presentar arañas, pájaros o conejos asesinos -¡y sí, esa película de terror existe! No pretendía ser científicamente exacta. Creo que hoy en día, si se hiciera Tiburón, habría una campaña de conservación para dejar claro que es una obra de ficción".
Depredador y presa
A pesar de los claros vínculos, tanto buenos como malos, el impacto directo sobre los tiburones en respuesta a los temas de Tiburón es difícil de medir. En cualquier caso, los tiburones han tenido una vida dura en las últimas décadas. Los seres humanos matan hasta 100 millones de ejemplares al año y muchas especies se han visto al borde de la extinción. La sobrepesca (incluida la controvertida captura de tiburones para la sopa de aleta de tiburón) y las capturas accidentales son la causa de gran parte de estas estadísticas. Pero un estudio realizado en 2014 por 302 expertos internacionales concluyó que "la matanza intencionada de tiburones y rayas debido al riesgo percibido que suponen para las personas, los artes de pesca o las especies objetivo está contribuyendo a la situación de amenaza de al menos 12 especies". El gran tiburón blanco está actualmente evaluado como vulnerable por la Lista Roja de la UICN.
El biólogo marino Matt Hooper encuentra su espeluznante final en las fauces del tiburón en el libro de Peter Benchley, una de las varias desviaciones narrativas de la película de Steven Spielberg de 1974.
Pero, ¿fue Tiburón el causante del miedo, o ese terror siempre ha estado ahí? "Esta es una gran pregunta, y una difícil de responder, teniendo que pensar en retrospectiva sobre un mundo sin Tiburón", dice la Dra. Brianna Le Busque, psicóloga y autora principal de un trabajo de 2022 titulado Sharks on Film, que analiza cómo se retratan las interacciones entre tiburones y humanos en la pantalla. "Creo que los depredadores de la cúspide, como los tiburones, siempre van a ser retratados como 'villanos', tanto por el comportamiento de la especie como por el prolongado conflicto entre los seres humanos y la vida silvestre que se ha producido con ellos en todo el mundo. Sin embargo, creo que la popularidad de Tiburón (tanto en el libro como en la película) tal vez haya impulsado esto".
Le Busque se refiere a su estudio, según el cual muchas películas sobre tiburones se estrenaron a raíz de Tiburón para aprovechar la popularidad del tema. "Creo que la popularidad de Tiburón despertó y ha seguido despertando el interés por los tiburones", afirma. "Es de esperar que este interés lleve a algunos a investigar sobre los tiburones y a ver documentales acreditados, y a darse cuenta de que Tiburón es una película fantástica y de ficción, más que una representación exacta de los tiburones blancos".
"No hay duda de que Tiburón hizo que mucha gente tuviera miedo a los tiburones y algunos respondieron matando a estos animales", dice Yannis Papastamatiou. "Sin embargo, en mi opinión, eso es culpa del espectador, no de la película. Tiburón tuvo el efecto contrario en mí. Quería trabajar con tiburones. Matt Hooper me pareció un gran personaje y los tiburones me parecieron aún más fascinantes. Conozco a otros biólogos marinos que opinan lo mismo".
El póster "Sharkfacts" de Tiburón 2, una táctica publicitaria calificada de anuncio de servicio público, contenía información autentificada por expertos sobre los tiburones, escrita con un estilo punzante que amplificaba el peligro de la criatura para el público.
Wendy Benchley está de acuerdo. "He visto enormes cambios de actitud en los últimos 50 años". Peter recibió miles de cartas a lo largo de los años de personas de todo el mundo diciéndole que Tiburón les había inspirado a aprender más sobre los tiburones y el océano. A convertirse en biólogos marinos, o a fotografiar y grabar a los tiburones de formas nunca vistas".
Y añade: "El público entiende ahora que necesitamos a los tiburones. Mantienen la cadena alimentaria del océano en orden, pero más de la mitad de las especies de tiburones están en peligro o en peligro crítico".
Un legado para el bien
En la segunda mitad de su vida, Peter Benchley demostró su afán por impartir una visión ilustrada de la conservación de los océanos. Escribió despachos para National Geographic sobre las profundidades del océano, lugares acuáticos como las Galápagos y las Bahamas, y (por supuesto) los grandes tiburones blancos. Fue un defensor de las áreas marinas protegidas, y un premio nombrado en su honor designó 83 becas a campeones de la conservación de los océanos. Sus últimos libros recopilan una vida de aprendizaje en el mar, e incluyen Shark Trouble (Problemas con los tiburones), que critica la tendencia de los medios de comunicación a dar un carácter sensacionalista a los ataques de tiburones, desproporcionado con respecto a la amenaza que suponen estos animales para los seres humanos.
Aunque ninguna de sus obras alcanzó las vertiginosas cotas comerciales de Tiburón, su libro de 1982 La niña del mar de Cortés fue aclamado por la crítica y, según Wendy, su favorito. Se trata de una conmovedora fábula sobre una joven isleña que se encuentra con una benigna manta raya gigante, una criatura a la que intenta proteger de la insensible explotación del océano.
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La película Tiburón, por su parte, dio lugar a tres secuelas, cada una de ellas con un tiburón blanco cada vez más grande y vengativo que, en la serie de 1987, Tiburón: la venganza, había adquirido incluso la capacidad de rugir.
Siguiendo la agresiva campaña del original, la publicidad de las secuelas aprovechó hábilmente el miedo del público con el pretexto de romper el mito. En 1978, un cartel con mucho texto titulado Sharkfacts: Un servicio público de los productores de Tiburón 2, que contenía 14 afirmaciones condenatorias (y una autenticación destacada del experto en tiburones Donald R. Nelson) para que el ingenuo ciudadano que se aventurara en el mar "conociera al menos a su enemigo".
"Los mares de nuestras costas están repletos de asesinos", decía, antes de añadir que ni siquiera se estaba a salvo de los tiburones en agua dulce, que incluso el roce con un tiburón puede herirte y que un tiburón es capaz de hundir un barco.
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¿Fascinación o expiación?
En entrevistas posteriores, el autor del libro que lo inició todo tenía claro que habría hecho las cosas de otra manera si hubiera tenido los conocimientos sobre los tiburones en aquella época. "El sentido medioambiental no existía realmente [cuando escribí el libro]" dijo Benchley a Greater Boston News en 2004, "y no sabíamos nada sobre los tiburones. Todavía no sabemos mucho, pero con lo que sí sabemos... no podría demonizar al animal".
Sin embargo, quienes le conocieron insistieron en que su activismo estaba motivado por la fascinación por el océano y la consternación por el trato que le daban los seres humanos, y no por el sentimiento de culpa por lo que su trabajo pudiera haber supuesto para la percepción pública de los tiburones.
Peter Benchley fotografiado en el año 2000 frente al tanque de tiburones del Acuario de Londres durante el lanzamiento de una campaña de WildAid para proteger a los tiburones del mundo. En su vida posterior a Tiburón, Benchley dedicó gran parte de su tiempo a promover los animales y su conservación.
Wendy Benchley afirma que su marido estaba orgulloso del legado del libro. "Impulsó la investigación sobre los tiburones y su lugar esencial en la ecología de los océanos", afirma, al tiempo que reconoce que la repercusión de su "libro de peces" tuvo aspectos que él no esperaba. "A medida que el mundo aprendía, también lo hacía Peter. Dijo muchas veces que no volvería a escribir una novela como Tiburón. Los tiburones son demasiado magníficos, una maravilla evolutiva de 450 millones de años y vitales para la vida del océano. Destruirlos es una receta para el declive a largo plazo, no sólo para los tiburones, para todo el océano".
Y añade: "Creo que Tiburón aprovechó el poder indeleble de una buena narración, de personajes convincentes y de nuestra necesidad primitiva de dar sentido a las cosas que tememos".
The Folio Society ha publicado una nueva edición de Jaws de Peter Benchley, con una introducción de Wendy Benchley.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.co.uk