Muerte y resurrección de la fauna en la isla paradisíaca de Australia tras librarse de las ratas
Las ratas causaron estragos ecológicos en la isla australiana de Lord Howe durante más de un siglo antes de ser erradicadas en 2019. Se estima que se mataron 300 000 ratas y ratones, incluida esta rata momificada, y ahora la isla se considera libre de roedores.
En una tarde de verano de 2001, dos hombres se dispusieron a escalar la Pirámide de Ball, una escarpada aguja de roca en la costa de la isla de Lord Howe, un volcán remanente a 772 kilómetros al noreste de Sydney (Australia). Buscaban un insecto que no se veía desde hacía más de 70 años.
A primera hora del día, los hombres habían encontrado excrementos de un insecto impresionantemente grande en la hojarasca de un árbol de té a unos 60 metros de la roca. Ahora, alumbrando con sus linternas las puntas tiernas del arbusto, vieron lo que esperaban: dos insectos palo de color marrón dorado, ambos hembras adultas. Poco después encontraron un tercero, una ninfa verde.
Mapa de situación de la isla de Lord Howe (Australia).
Fue uno de los descubrimientos del siglo. Un insecto que se creía extinguido sobrevivía en un pináculo de 562 metros con poco más para vivir que unas pocas docenas de plantas de hojas puntiagudas. Y no se trata de algo baladí. El insecto palo de la isla de Lord Howe, conocido como langosta arbórea, tiene el tamaño de un puro y pesa tanto como un gorrión. Los machos tienen muslos como los de un jugador de rugby neozelandés.
La isla subtropical de Lord Howe, situada a 772 kilómetros al noreste de Sídney, está declarada Patrimonio de la Humanidad por ser una isla volcánica oceánica con una flora y fauna únicas. Es la mayor isla poblada que se ha limpiado de roedores.
Este insecto gigante fue antaño tan común que los habitantes de la isla lo utilizaban como cebo para peces. Cómo pasó de la abundancia ubicua a aferrarse a la existencia en roca con forma una aleta de tiburón en el Océano Pacífico es la historia de muchas islas del mundo. Es la historia de unos depredadores introducidos, una especie invasora: las ratas.
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Los invasores arrasan un paraíso del Pacífico
Las ratas han sido responsables de más desastres ecológicos que cualquier otro animal, excepto los humanos. Su presencia en las islas provoca invariablemente extinciones y una reducción radical de las poblaciones de aves, anfibios, reptiles e invertebrados. También dañan las plantas al comerse los frutos, las semillas y las plántulas en germinación.
Pero la isla de Lord Howe ha demostrado recientemente que se puede dar la vuelta a la tortilla con los roedores invasores. Erradicarlos supone un restablecimiento ecológico y la oportunidad de que reaparezcan especies amenazadas como el insecto palo. "Es asombroso lo que está ocurriendo", afirma Hank Bower, gestor medioambiental de Lord Howe desde hace 15 años.
El petrel de alas negras es una de las 14 aves marinas migratorias que crían en la isla de Lord Howe. Su éxito reproductor ha mejorado drásticamente desde la erradicación de los roedores.
Las ratas formaban parte de la vida de Lord Howe desde hacía más de 100 años. Llegaron de la forma clásica: abandonando un barco que se hundía. En 1918, el S.S. Makambo, un buque de vapor dedicado al comercio insular, encalló en el extremo norte de la isla. El barco fue reflotado, pero no antes de que las ratas llegaran a tierra. Sin depredadores naturales en la isla, su número se disparó. En dos años, se habían comido al insecto palo (y a varias especies más).
En total, desaparecieron seis especies de aves, 13 de invertebrados y dos de plantas. Los roedores también complicaron la vida a los habitantes humanos de Lord Howe. Junto con los ratones, que ya estaban en la isla, las ratas contaminaron las casas, royeron los cables eléctricos, asediaron jardines y huertos. También devastaron la única exportación importante (las semillas y plántulas de palmeras kentia endémicas, una planta de interior muy popular) al devorar las reservas de semillas silvestres.
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El inesperado descubrimiento de ratas en la isla en 2021, dos años después de la campaña inicial de erradicación, exigió el rápido despliegue de cebos envenenados en una cuadrícula por toda la zona donde se encontraron los animales. Se capturaron unas 100 ratas; desde entonces no se ha detectado ninguna.
Para intentar controlar el número de ratas, la administración de la isla puso una recompensa por sus colas. Los residentes dispararon a las ratas, las cazaron con perros, las envenenaron e introdujeron varias especies de búhos, un intento equivocado de control biológico que resultó contraproducente cuando los búhos mostraron gusto por las presas autóctonas.
Estos esfuerzos apenas mermaron el número de roedores. Lord Howe, una isla paradisíaca declarada Patrimonio de la Humanidad en 1982, estaba ecológicamente dañada y corría el riesgo de perder más especies.
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Los residentes estaban muy divididos sobre la erradicación
Antes se pensaba que era imposible eliminar a los depredadores de las islas. Pero en los últimos 70 años se han limpiado más de 1000 islas. Ninguna isla parece estar más allá de la redención. El mayor éxito hasta ahora es Georgia del Sur, del tamaño de Mallorca, que fue declarada libre de ratas en 2018.
¿Podría Lord Howe unirse a estas islas revitalizadas? Geográficamente, no había razón para no hacerlo. Se han desbrozado islas mucho mayores, con terrenos igualmente escarpados. Los beneficios serían muchos: restauración de la integridad ecológica, recuperación de especies amenazadas, una historia para atraer a turistas con mentalidad ecológica y la eliminación permanente de una plaga portadora de enfermedades, saqueadora de jardines, devastadora de frutas e infestadora de casas. Los isleños podían esperar tirar sus trampas y no tener que deshacerse nunca más de un roedor muerto.
Pero había un inconveniente: la mayoría de las islas donde se han eliminado las ratas estaban deshabitadas. La presencia de personas hace que la erradicación sea un orden de magnitud más difícil.
Un perro detector inspecciona el puente de mando de un buque visitante en busca de polizones roedores. Las estrictas medidas de bioseguridad son esenciales para que la isla conserve su estatus de zona libre de roedores.
El método más eficaz (el bombardeo aéreo con rodenticidas) no es viable en una isla con población humana. El problema no es el riesgo de ingestión accidental por parte de las personas y sus animales de compañía y ganado. Tampoco es el reto de tratar infraestructuras, como edificios, que podrían albergar roedores. Estas cuestiones pueden abordarse. Incluso la existencia de agricultura, que puede proporcionar a los roedores fuentes de alimento alternativas para que no lleguen a comer un cebo envenenado, puede acomodarse.
El principal problema de las islas habitadas es político: conseguir que la gente acepte un proyecto de erradicación y apoye su ejecución. En Lord Howe, una escasa mayoría de los 350 residentes aceptó la idea; el resto, no. Algunos de los que se oponían al proyecto creían que la erradicación era imposible y que, por tanto, no debía intentarse. Otros estaban alarmados por las consecuencias sanitarias de arrojar toneladas de raticida desde helicópteros. Algunos afirmaban que el proyecto ahuyentaría a los turistas, que son la columna vertebral de la economía de la isla. Algunos desconfiaban de la junta encargada de la administración de la isla. Algunos desconfiaban de los asesores científicos del proyecto. Algunos desconfiaban de la propia ciencia.
Los búhos enmascarados se introdujeron en Lord Howe en la década de 1920 en un intento de controlar a los roedores. Prosperaron, pero sin las ratas se aprovechan de las especies de aves autóctonas, como la gallineta no voladora de Lord Howe. Ahora se está intentando eliminar las lechuzas mediante disparos selectivos. Dos búhos descabezados, sospechosos de haber matado a una lechuza, condujeron a los agentes de bioseguridad a su coto de caza.
La desconfianza es terreno abonado para la desinformación. Circularon varias teorías estrafalarias: la campaña de erradicación era un experimento del Gobierno neozelandés para probar veneno para roedores en una población humana como parte de su plan para eliminar depredadores en su propio país; el proyecto formaba parte de un plan a largo plazo para expulsar a la gente de la isla para que volviera a la naturaleza y se amenazaba con proclamas como: "Primero las ratas, luego nosotros"; una camarilla de ecologistas con acciones en la empresa de veneno para ratas se estaba llenando los bolsillos a costa de Lord Howe.
Los detractores afirmaban que, lejos de revitalizar la ecología de la isla, el proyecto "envenenaría el paraíso". Cuando la cuestión se sometió a votación en 2015, el 52% de los isleños se pronunció a favor, y el proyecto de erradicación, dotado con 10 millones de dólares, comenzó finalmente en junio de 2019, casi 20 años después de que se planteara la idea por primera vez.
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Una planificación meticulosa conduce al éxito
La operación, financiada conjuntamente por la Junta de la Isla de Lord Howe, el Gobierno de Nueva Gales del Sur y el Gobierno federal, implicó la distribución aérea de veneno para ratas en partes deshabitadas de la isla, el despliegue de unas 20 000 estaciones de cebo en áreas de asentamientos humanos y la dispersión manual de cebos en una zona de amortiguación entre ambas áreas.
Desde el punto de vista logístico, fue una de las campañas de erradicación más complejas jamás emprendidas. Se consideró que dos especies de aves de la isla (la gallineta endémica de la isla de Lord Howe, un rascón no volador de color castaño, y el currawong, un pariente negro de la urraca) corrían el riesgo de ingerir veneno debido a su tamaño y curiosidad, por lo que algunas se mantuvieron en cautividad. La mayoría de los pollos fueron retirados de la isla o alojados en instalaciones a prueba de roedores. Como medida de seguridad, se destruía diariamente toda la leche de las vacas lecheras.
La clave de cualquier erradicación en una isla es que todo depredador debe encontrar un cebo. No puede haber excepciones. Esto obligó al equipo del proyecto a colocar cebos en más de 600 estructuras, desde casas a habitaciones de hotel, desde cobertizos a tiendas, y en los espacios de los tejados donde pudieran vivir ratas o ratones.
La isla de Lord Howe posee una rica diversidad de especies endémicas de caracoles, muchas de las cuales estaban gravemente amenazadas por la depredación de los roedores. Se están redescubriendo especies que se creían extinguidas, como el magnífico caracol terrestre helicariónido, con una concha de casi cinco centímetros de diámetro.
Las prospecciones de caracoles realizadas desde la erradicación de los roedores están encontrando especies poco vistas durante décadas. Entre los tesoros moluscos de Lord Howe hay dos especies conocidas como parmellops semislugs, un tipo de caracol terrestre con una concha demasiado pequeña para que el animal pueda retraerse en ella.
La meticulosa ejecución dio sus frutos. A finales de octubre de 2019 ya no se encontraban roedores y las plantas y animales de la isla empezaron a florecer. Los biólogos hablan de especies "liberadas" de la presión de los depredadores. Yo lo veo como ecología de la liberación. La población de gallina de los bosques, que en los años 70 se redujo a dos docenas de ejemplares, se ha triplicado con creces desde 2019 hasta alcanzar las 800 aves actuales, y el petrel alinegro, un ave marina que anida en madrigueras, también ha experimentado un aumento.
Antes de la erradicación de las ratas, el éxito de nidificación del petrel llegaba al 2,5%. Las cámaras de vigilancia instaladas en las madrigueras habían demostrado que las ratas se llevaban los huevos y los polluelos. En 2020, el éxito de anidación aumentó al 67%. La especie en sí no está en peligro (se calcula que hay unos 10 millones de petreles de alas negras en el mundo), pero tanto ellos como otras aves marinas desempeñan un papel importante en los ecosistemas insulares al transferir nutrientes del océano a la tierra.
Terry O'Dwyer, científico del departamento de medio ambiente de Nueva Gales del Sur, comprueba un nido de petrel de alas negras. En 2017, solo uno de 40 nidos de petrel produjo un volantón debido a la depredación de roedores. El éxito reproductor en 2021 aumentó a 23 de 46 nidos.
Cuando se eliminan los depredadores, las especies olvidadas y menospreciadas suelen resurgir y hacerse notar y celebrar. Tal es el caso de algunos caracoles terrestres endémicos. Sólo en Lord Howe se encuentran 70 especies, la mayor concentración de caracoles terrestres de Australia. El número de caracoles cayó en picado tras la llegada de las ratas. Varias especies, entre ellas el exquisito molinete, de precioso nombre, se extinguieron, mientras que otras cayeron a números críticamente bajos.
En 2016, durante un estudio de caracoles en toda la isla, los investigadores solo encontraron un ejemplar de caracol molinete en dos semanas de exploración. En 2020, tras la erradicación, encontraron 73. Se observaron aumentos similares en otras especies de caracoles, y se redescubrió uno que no se había visto en más de 100 años.
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Lord Howe ve un "renacimiento ecológico"
A los isleños les ha sorprendido la rapidez de la recuperación. "No habría creído que fuera tan rápido", afirma Jack Shick, guía de montaña y habitante de la isla desde hace cinco generaciones. Antes, los visitantes tenían suerte si veían una gallineta. "Ahora es el primer ave que ven", dice. "Y están apareciendo en lugares donde antes nunca encontrarías una".
Durante la campaña de erradicación de roedores, la mayor parte de los leñadores de la isla fueron mantenidos en cautividad para evitar que ingirieran accidentalmente cebos envenenados destinados a los roedores.
Los pájaros carpinteros no son los únicos que se recuperan. Los págalos plateados, los charranes grises, las palomas de alas verdes y los silbadores dorados responden a la falta de depredadores. "Llevo 30 años guiando a la gente por el monte Gower [el pico más alto de Lord Howe] y nunca había oído el canto de las crías de silbador dorado", dice Shick. "En los últimos 12 a 18 meses he oído llamar a las crías en las montañas, lo cual es fantástico".
Igualmente impresionante ha sido la recuperación de las plantas en la selva tropical de la isla. El suelo del bosque es una alfombra de nuevos árboles jóvenes que se disputan el espacio y la luz, y su presencia es testimonio de la cantidad de semillas y plántulas que antes consumían los roedores. "Ahora se ven muchas bayas y semillas de palmera en el suelo", dice Shick. "Eso no lo veíamos antes. Las ratas se las comían antes de que maduraran. Todas esas semillas tienen potencial para germinar y crecer".
Bower, antiguo gestor medioambiental del Patrimonio Mundial de la isla, califica la recuperación de "renacimiento ecológico". Y no se trata sólo de cosas importantes, como los endemismos de la isla. "Estamos oyendo grillos por la noche", dice. "Antes apenas los oíamos en la isla".
La suculenta costera común conocida como pigface [caracerdo] ha empezado a crecer y fructificar por primera vez. Forma parte de una categoría creciente que Bower califica de "nunca vista". En julio se redescubrió una cucaracha endémica de tierra sin alas que no se veía desde la década de 1930.
La cima del monte Gower, el punto más alto de Lord Howe, está envuelta en el evocador "bosque nuboso nudoso y musgoso", hogar de varias plantas endémicas, entre ellas la amenazada palmita de montaña, junto con animales endémicos como los caracoles terrestres.
Pero la libertad ecológica tiene un precio: la vigilancia eterna. En Lord Howe, esto adopta la forma de un régimen de vigilancia que pretende garantizar que la isla se mantenga libre de roedores. El programa de vigilancia incluye tarjetas masticables impregnadas de mantequilla de cacahuete (un sabor irresistible para las ratas), túneles de rastreo con tarjetas entintadas que registran a los animales que los atraviesan, cámaras de rastreo y perros adiestrados para detectar roedores. Los dispositivos se concentran en los puntos de entrada: el aeropuerto de la isla y su muelle, donde un carguero trae suministros desde Australia cada quince días. La carga se somete a un triple control con perros, y el Gobierno de Nueva Gales del Sur ha destinado recientemente cerca de 20 millones de euros a mejorar la bioseguridad de la infraestructura de transporte. Se insta a los isleños a informar de cualquier rastro de rata o ratón. Un informe mensual que se entrega a los hogares lleva el lema: "Rata sobre roedor: ayúdanos a proteger el paraíso".
Ya ha habido un susto. En abril de 2021, después de que no se hubieran visto roedores en más de 18 meses, un residente vio por la noche un par de ratas correteando por una carretera del asentamiento de la isla. Fue un golpe terrible para el equipo del proyecto. Rápidamente se pusieron manos a la obra, colocando más cebos y realizando batidas con perros detectores de roedores. En los tres meses siguientes se eliminaron casi 100 ratas.
Caitlin Woods, miembro de un equipo de estudio de caracoles organizado por el Museo Australiano de Sídney, busca caracoles endémicos en la cima del monte Gower.
No se han visto roedores en la isla desde julio de 2021. Para los operadores de turismo de naturaleza como Shick, ese hecho por sí solo es notable. "No habría viaje al monte Gower en el que no viera o una rata corriendo por el sendero delante de mí o pruebas de dónde habían estado masticando plantas y semillas, y excrementos de rata por todo el camino", dice. "Crecí con ratas y conozco las señales, y ahora no encuentro ninguna".
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Los isleños sopesan recuperar especies perdidas
Mientras la isla permanece libre de roedores, los pensamientos se dirigen a las especies que podrían regresar sin peligro. Algunas podrían venir de la isla de Norfolk, a 800 kilómetros al noreste, donde quedan varias subespecies estrechamente relacionadas con las aves perdidas de Lord Howe. El colibrí gris, el periquito, el alcotán (una especie de búho)... todos son repatriados potenciales. Otra es un ave de la familia de las currucas, el gerygone (jer-RIG-gon-nee), que no se ha visto desde la década de 1920.
Para los habitantes de Lord Howe, amantes de la naturaleza, ninguna reintroducción sería más dulce que la del insecto palo. Dos años después de su redescubrimiento en 2001, se recogieron dos parejas en la Pirámide de Ball con la esperanza de que se reprodujeran en cautividad. Una pareja, apodada Adán y Eva, se entregó al zoo de Melbourne. Las perspectivas iniciales no eran buenas. Eva cayó gravemente enferma, pero se le devolvió la salud alimentándola con una papilla de hojas de árbol de té molidas, azúcar y calcio.
Afortunadamente para la especie, las hembras de insecto palo pueden tener descendencia sin ayuda masculina. Eva puso 248 huevos y ya se han criado miles de insectos palo.
El insecto palo de la isla Lord Howe, antaño común en la isla, se creía extinguido por los roedores. El insecto, del tamaño de un puro, fue redescubierto en 2001 en los acantilados de Ball's Pyramid, un pináculo rocoso a 19 kilómetros de la costa.
La especie se ha criado con éxito en cautividad, con la esperanza de que algún día pueda reintroducirse en la isla de Lord Howe. Pero hay motivos de preocupación: algunas aves perdidas por las ratas podrían haberse alimentado de los insectos, y sin esos depredadores su número podría no mantenerse bajo control.
Está prevista una suelta de prueba de los insectos en la isla de Blackburn, a unos 800 metros de la laguna de Lord Howe. Si sale bien, se planteará una reintroducción más amplia.
Pero habrá que actuar con cautela, afirma Ian Hutton, biólogo, guía turístico y conservador del museo de la isla. Durante sus 100 años de reinado, las ratas han modificado radicalmente la ecología de la isla. Algunas de las aves perdidas por las ratas podrían haber sido depredadores del insecto palo. "Sin ese tope depredador, su número podría descontrolarse", afirma.
Mantener el equilibrio ecológico es crucial y es una de las razones por las que Hutton está ansioso por reintroducir aves de Norfolk. "Podrían desempeñar la función depredadora necesaria", afirma.
Pero tan importante como el equilibrio ecológico es la armonía social. "No sirve de nada que los científicos impongan sus ideales a una comunidad", dice Bower. "Si vamos a hacer alguna reintroducción, tenemos que ir a la comunidad y hacer una auténtica consulta".
Una de las razones por las que el proyecto de erradicación de roedores provocó divisiones fue que muchos residentes lo percibieron como una iniciativa externa que se les obligaba a acatar.
Sin embargo, para isleños como Shick y Hutton, que acuden regularmente a los bosques y son testigos de la recuperación, la perspectiva de una ecología resucitada es emocionante. "No se trata sólo de matar una plaga", dice Hutton, "sino de cómo podemos restaurar el ecosistema".
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.