Cientos de elefantes murieron en África en 2020, y estamos cada vez más cerca de saber por qué
Desde 2020 se está produciendo una mortandad masiva de esta especie en peligro de extinción en el África subsahariana. Hasta ahora, el culpable era desconocido.
Elefantes de la sabana africana se desplazan por la zona de la Concesión de Abu, en el delta del Okavango de Botsuana. El país alberga una de las últimas poblaciones de esta especie en peligro de extinción.
Cuando cientos de elefantes de la sabana africana cayeron muertos en el delta del Okavango de Botsuana en 2020, los conservacionistas se alarmaron. A medida que aumentaba el número de muertos (de docenas en marzo a más de 350 animales en julio) su preocupación crecía, sobre todo porque nadie sabía lo que estaba ocurriendo.
Poco después, el misterio se agravó cuando 34 ejemplares más de esta especie en peligro de extinción murieron al otro lado de la frontera, en el noroeste de Zimbabue, en un periodo de tres semanas, y uno más fue hallado en noviembre.
"Fue muy rápido", afirma Chris Foggin, veterinario de Victoria Falls Wildlife Trust que examinó los cadáveres de elefante en Zimbabue. "Eso fue lo dramático".
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Un zona sensible y muchos sospechosos
Los elefantes de la sabana africana de la zona transfronteriza de conservación Kavango-Zambezi, o KAZA, formada por cinco países, representan la mayoría de lo que queda de esa especie, señala Steve Osofsky, director del Cornell Wildlife Health Center de Ithaca, Estados Unidos. Quedan unos 350 000 elefantes de la sabana africana, y dado el ya importante conjunto de amenazas a su supervivencia, "una nueva enfermedad podría ser lo que incline esa última ficha de dominó hacia la extinción", afirma Osofsky, que no participó en la nueva investigación.
En septiembre de 2020, el Gobierno de Botsuana atribuyó la muerte de elefantes en el delta del Okavango a la presencia de cianobacterias en el agua que bebían los elefantes, aunque sin datos que lo respalden, los científicos han cuestionado esta conclusión. Mientras tanto, los cadáveres de Zimbabue no mostraban indicios de que hubieran muerto a causa de esas algas tóxicas.
Y así, la causa de la mortandad seguía eludiendo a los expertos. Descartaron la caza furtiva porque los colmillos estaban intactos y no encontraron heridas de bala. El envenenamiento era improbable porque no afectaba a otros animales, como los buitres que se alimentaban de los cadáveres.
Ahora, una nueva investigación publicada recientemente en Nature Communications apunta a un culpable diferente, al menos en el caso de los elefantes de Zimbabue: una bacteria no encontrada anteriormente en elefantes de ninguna especie, llamada taxon 45 de Bisgaard, que causa una infección sistémica masiva de la sangre llamada septicemia.
El taxón 45 de Bisgaard está relacionado con otra bacteria, llamada Pasteurella multocida, que puede causar septicemia en el ganado y estuvo vinculada a la muerte de 200 000 antílopes saiga en peligro de extinción en Kazajstán en 2015. Sin embargo, aunque comparte muchos de los mismos genes letales, el taxón 45 de Bisgaard es una especie separada.
"Es una enfermedad que sabemos que puede matar a un número razonable de elefantes en un corto espacio de tiempo", dice Foggin, colíder del estudio. Y "tiene el potencial de matar a muchos más si se dan las circunstancias adecuadas".
Sin embargo, sigue sin conocerse cuáles son esas circunstancias, aunque es urgente averiguarlas. Los estudios aéreos de población realizados en KAZA en 2022 detectaron un elevado número de nuevos cadáveres de elefantes.
Decenas de elefantes también han muerto misteriosamente en Zimbabue, incluido este animal.
Buscando respuestas a un misterio mortal
Encontrar el taxón 45 de Bisgaard no fue tarea fácil. Los científicos examinaron todos los cadáveres de elefante que pudieron, primero recogiendo sólo frotis de sangre por la posibilidad de ántrax, una bacteria altamente contagiosa, y luego realizando autopsias completas a cinco elefantes que habían muerto recientemente.
El examen reveló que los elefantes tenían el hígado y el bazo dilatados, así como hemorragias internas en varios órganos, signos de septicemia. Aunque se sospechaba que se trataba de P. multocida, las anomalías en los análisis de las muestras de sangre y tejidos llevaron a los científicos a realizar análisis genéticos adicionales, que permitieron descubrir las distintas bacterias.
"Hacer la autopsia de un elefante es difícil en cualquier circunstancia. Pero cuando se encuentran en zonas remotas, de difícil acceso y con altas temperaturas, es realmente una labor heroica obtener el tipo de muestras diagnósticas que permiten obtener este tipo de datos", afirma Osofsky.
Los científicos desconocen hasta qué punto está extendido el taxón 45 de Bisgaard, o si la bacteria existe como flora normal dentro de los elefantes y otros animales. Personas mordidas por leones y tigres en cautividad en EE. UU. y el Reino Unido han contraído la bacteria. Los científicos también la han registrado en una ardilla doméstica en Alemania y en loros sanos en cautividad.
"Suponemos que probablemente esté presente con más frecuencia de la que conocemos, sin causar enfermedad, pero no tenemos pruebas de ello", afirma Foggin.
Según el microbiólogo Arnoud van Vliet, coautor del estudio y profesor de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Surrey (Reino Unido), las bacterias sólo suelen ser mortales cuando "ocurre algo especial", como que el huésped tenga el sistema inmunitario debilitado o que entren en el torrente sanguíneo a través de una herida.
Según Foggin, es posible que factores de estrés ambiental, como el calor y la falta de alimentos y agua, hayan hecho proliferar el taxón 45 de Bisgaard y causado la septicemia en los elefantes de Zimbabue.
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¿Y ahora qué?
Con la previsión de que gran parte de África se vuelva más cálida y seca, la bacteria "podría causar mortalidades mucho peores en el futuro", afirma Foggin. Por eso, dice, "es importante seguir vigilando las muertes de elefantes y ver si es responsable".
Pero entender dónde se produce el taxón 45 de Bisgaard y qué lo desencadena será complicado. Si se producen más incidentes, los científicos pueden buscar tendencias en las condiciones ambientales y otros factores, dice la codirectora del estudio Laura Rosen, epidemióloga del Subgrupo de Trabajo de Sanidad Animal de KAZA, que reúne a veterinarios de ganado y fauna salvaje para gestionar las enfermedades transfronterizas de los animales. También pueden buscar pistas en su pariente, P. multocida.
Sin embargo, muchos laboratorios de la región no están equipados con recursos suficientes para discernir las diferencias entre P. multocida y el taxón 45 de Bisgaard, afirma.
"No es algo que cualquiera hubiera estado buscando antes", afirma Rosen.
Entretanto, Foggin ya ha empezado a analizar elefantes muertos o anestesiados cuando la oportunidad se presente, así como leones salvajes y otros carnívoros, para detectar la presencia del taxón Bisgaard 45. Y espera que otros hagan lo mismo.
"Nos incumbe a todos", añade Osofsky, "basarnos en este estudio para tratar de colmar las lagunas".
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.