Búho moteado de California

Este equipo científico de 'celestinas' se ha propuesto que ningún búho siga soltero

Un equipo de científicos está echándole una mano en cuestiones de 'amor' a una pequeña población de búhos moteados de California.

Para los búhos moteados de California, encontrar pareja no es sólo una cuestión de amor, sino de supervivencia de su especie. Y es por eso que la comunidad científica se está implicando, emparejando a las aves con la mejor pareja posible para garantizar una descendencia genéticamente diversa.

Fotografía de Kevin Lohman
Por Kate Furby
Publicado 17 feb 2025, 10:57 CET

El amor moderno puede ser una dura lucha, incluso para los búhos.

Febrero es el inicio de la temporada de cría de una pequeña pero creciente población de lechucitas de campo en la bahía de San Francisco (Estados Unidos) y también el momento en que los biólogos conservacionistas empezarán a liberar a los búhos emparejados óptimamente de los que se han ido ocupando durante todo el invierno.

La Dra. Lynne Trulio, catedrática de Estudios Ambientales de la Universidad Estatal de San José, lleva más de 20 años estudiando las lechucitas de campo (Athenae cunicularia hypogeae). Junto a sus colegas, ha cartografiado los hogares, el sexo y la genética de las aves con un objetivo: conocer la genética de la población, ayudar a los jóvenes a sobrevivir el invierno, emparejarlos para evitar la endogamia y preservar y crear hábitats. Todo forma parte de un esfuerzo de investigación más amplio denominado Proyecto Bird Genoscape, que utiliza análisis de inteligencia artificial y material genético para ayudar a rastrear, estudiar y preservar las aves del hemisferio occidental.

Trulio ha pasado miles de horas observando y estudiando a los búhos silvestres, que suelen ser monógamos, siguiendo las elaboradas exhibiciones de cortejo de los machos, que se lanzan en picado, bucean y sirven comida para impresionar a las hembras, a veces indolentes. "Lo agarra y corre bajo tierra", dice Trulio, y añade: "La forma en que corren por el suelo es divertidísima".

En mayo, los polluelos empiezan a salir del cascarón y, cuando son lo bastante mayores, los científicos se lanzan en picado a por ellos.

Una lechucita de campo se asoma desde su madriguera

Una lechucita de campo se asoma desde su madriguera.

Fotografía de Kevin Lohman

En la naturaleza, los búhos juveniles tienen una triste tasa de supervivencia invernal del 30%, pero la comunidad científica podría aumentar significativamente su supervivencia si recogen varios ejemplares jóvenes en un proceso llamado “hibernación”. Sólo recogen ejemplares jóvenes de cierta edad de padres que tengan dos o más crías. Tras un control sanitario y un periodo de cuarentena, los búhos pasan el invierno juntos en una enorme pajarera del Centro de Educación y Rehabilitación de Fauna Silvestre de Morgan Hill, al sur de San José. Es un ambiente de campamento nocturno para los jóvenes. Pero el campamento tiene una segunda finalidad además de mantener a salvo a los búhos: da tiempo a los científicos para estudiar a cada individuo y emparejarlo genéticamente con su mejor pareja posible justo antes de su liberación.

A la Dra. Kristen Ruegg, científica colaboradora de la Universidad Estatal de Colorado, le basta una sola pluma o una muestra de sangre, para secuenciar sus genomas. Ese conjunto completo de ADN de un organismo contiene toda la información que codifica una vida, desde la visión hasta el color de las plumas. Pero también puede utilizarse para comprender la ascendencia, de forma parecida a cómo los tests de ascendencia ayudan a comprender la salud y la herencia de una persona, o cómo un test de ADN trata de determinar la raza de tu perro. Ruegg puede hacer pruebas genéticas que emparejen a las aves según la parte de su genoma que necesite más diversidad, garantizando así la descendencia genéticamente más diversa (y, por tanto, con más probabilidades de éxito).

Una vez que los científicos han organizado los búhos en dúos óptimos, los sueltan juntos en madrigueras designadas, algunas construidas artificialmente (debido a las inundaciones y al desarrollo urbano, muchas de las madrigueras naturales históricas han sido destruidas). Algunas de las madrigueras han sido excavadas por ardillas de tierra locales, lo que convierte a los búhos en una suerte de okupas. Y no muy ordenados. “Dios mío. Son un desastre”, dice Trulio.

Otras ayudas para alojar a las jóvenes parejas suelen incluir un recinto sobre la madriguera para proteger a las aves de depredadores como el halcón de cola roja y el águila real. Las lechucitas de campo tienen una larga relación evolutiva con los animales de las praderas, hasta el punto de que los jóvenes búhos, sin haber oído nunca una serpiente de cascabel, son capaces de hacer un perfecto silbido mímico como una serpiente de cascabel si están asustados o amenazados.

 

Mientras están en las madrigueras cerradas, los investigadores alimentan a las aves de forma suplementaria. Las aves casi siempre se quedan con la pareja asignada, aunque hay unos pocos casos en los que la pareja no es capaz de producir ningún huevo (a veces ni los mejores casamenteros pueden cumplir su misión).

“En realidad quieren permanecer juntas. Por eso permanecen con una pareja más de una temporada. Eso no significa que no haya apareamientos extra por parejas y cosas así. Por supuesto que los hay. Pero la mayoría de las veces permanecen con una sola pareja”, explica Trulio.

Hasta ahora, las mediciones de campo a corto plazo del éxito de las parejas de búhos emparejados (incluida la duración de la vida y el número de crías) no son significativamente diferentes, y se necesitan datos a más largo plazo. Pero se ha dado un primer indicio de que el emparejamiento está dando sus frutos. Las crías de estos búhos emparejados científicamente presentan telómeros el doble de largos, según un estudio publicado en 2023 en Molecular Ecology. Los telómeros, la región al final de un cromosoma, protegen el ADN y se acortan con la edad. Según algunos estudios hechos en humanos, unos telómeros más largos pueden indicar que la persona está más sana y que ha sufrido menos estrés. La comunidad científica especializada en búhos especula con que los telómeros más largos podrían ser un indicio de la mayor diversidad genética que persiguen. Cuando las poblaciones de animales son demasiado pequeñas, el riesgo de endogamia y menor diversidad genética también se ha relacionado con una serie de malos resultados, como un sistema inmunitario más débil.

Es una buena noticia para los búhos de la bahía, que se enfrentan a una crisis de vivienda y a la correspondiente escasez de parejas adecuadas. En esta región, las lechucitas de campo se están acercando lentamente a la extinción localizada porque la población se ha reducido mucho debido a la pérdida de hábitat y al cambio climático. Pero no todo son malas noticias para los búhos: el año pasado la Comisión de Caza y Pesca de California hizo de la lechucita de campo un candidato para convertirse en una especie protegida en virtud de la Ley de Especies en Peligro de California.

“Si miras en Google Maps todos estos lugares, están rodeados de urbanización. Se puede ver que históricamente eran más abiertos. Los búhos podían anidar en estas zonas y buscar alimento en los lugares adyacentes, pero ahora están confinados en zonas cada vez más pequeñas”, explica Philip Higgins, biólogo de fauna salvaje y cofundador del Grupo de Investigación Ecológica Talon, una organización sin ánimo de lucro dedicada a la investigación y la conservación que colabora en el proyecto. La ciencia de la conservación es inmensamente colaborativa, está financiada por la Agencia de Hábitat del Valle de Santa Clara y además participan muchos otros grupos de la región.

Al principio existía cierta preocupación por el hecho de que los jóvenes en cautividad estuvieran en desventaja en cuanto a instintos de caza y protección, sin embargo, los científicos han descubierto que una lechucita de campo criada en cautividad es muy capaz de atrapar un ratón silvestre o de entender que la llamada de un halcón de cola roja significa "vigilar el cielo y esconderse bajo tierra".

“Una pareja que liberamos el año pasado..., un día salimos a ver cómo estaban. El macho estaba saltando por el suelo. Esto fue a la semana de ser liberados. Y no podíamos ver lo que estaba haciendo. Entonces vimos que había una serpiente topo, y que estaba atacando a la serpiente topo para que no bajara a la madriguera. Así que esos instintos son muy, muy fuertes, al menos en las lechucitas de camppo”, dafirma Higgins.

Los científicos han cartografiado y anillado siete lugares de estudio en la zona de la bahía. Este esfuerzo, unido a la cría en cautividad y a la conservación del hábitat, ha dado lugar a grandes éxitos en los programas de búhos. La población adulta, que antes contaba con 15 lechuzas, se acerca ahora a las 100, y la población juvenil supera las 200 ejemplares.

Para Trulio, es un ejemplo más del poder de la cooperación.

“El emparejamiento entre nuestro equipo de campo y nuestro trabajo de campo y el equipo de genómica”, dice, “ha producido resultados increíbles que nunca habríamos logrado solos”.

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    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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