15 de marzo de 2013
Los chinches se están convirtiendo en un problema de salud pública, y no sólo en Estados Unidos. Según los científicos, el resurgimiento experimentado en los últimos años de estos insectos puede deberse en parte a la colaboración del hombre que, involuntariamente, podría haberles ayudado a evolucionar una resistencia a un común insecticida.
Según el nuevo estudio publicado hoy online en Scientific Reports, los investigadores estudiaron los genes de chinches de distintas ciudades de Estados Unidos y descubrieron que varias poblaciones son resistentes a un tipo de insecticida llamado piretroide.
Los piretroides se suelen utilizar contra los chinches debido a su relativa seguridad para el hombre y las mascotas, su eficacia y bajo coste; sin embargo, su uso ha colaborado en el desarrollo de su capacidad de resistencia.
Para descubrir cómo se defienden estos insectos, los científicos compararon los genes de 20 poblaciones resistentes a los piretroides de distintas partes del país frente a una colonia vulnerable de Los Ángeles, California.
El equipo identificó 14 genes que codifican proteínas encontradas en altos niveles en los chinches resistentes, en comparación con los no resistentes de Los Ángeles.
Armadura anti-insecticida
Las posteriores investigaciones revelaron que estos genes estaban activos en el caparazón de los insectos, ayudando así a neutralizar las sustancias insecticidas antes de que hagan efecto o evitando que entren en su cuerpo.
«Parece que en estas poblaciones se dan varios mecanismos de resistencia al mismo tiempo», señala el coautor del estudio Kenneth Haynes, entomólogo de la Universidad de Kentucky.
Igualmente, el estudio reveló que a pesar de estar a veces separados por cientos de kilómetros, las colonias de chinches resistentes utilizan los mismos genes para protegerse de los piretroides.
Los chinches no tienen mucha movilidad por sí mismos, pero Haynes cree que utilizan para ello a los humanos, o más bien, sus muebles.
«El transporte transcontinental de muebles es su mejor opción para trasladarse», añade.
Relaciones a distancia
La participación del hombre podría ser la explicación de otro patrón desconcertante recientemente descubierto por científicos de la North Carolina State University, por el que chinches de distintas ciudades a veces se parecen más entre ellos que los de otras de la misma ciudad.
«Hemos visto chinches de la misma ciudad que no se parecen realmente entre ellos, pero otras poblaciones de Carolina del Norte podrían estar muy relacionadas con otras de Michigan, por ejemplo», afirma Haynes, indicando que los chinches podrían haber utilizado a los humanos para trasladarse a otras partes del país.
Haynes advierte, sin embargo, que esta idea no ha sido demostrada, aunque para el entomólogo Zachary Adelman de Virginia Tech la hipótesis tiene mucho sentido.
«Si las poblaciones locales desarrollaron resistencia ante los insecticidas y luego se mezclaron con otras, el resultado sería muy parecido a lo que vemos ahora», indica Adelman, que no participó en el estudio.
A partir de estos hallazgos surge una nueva pregunta: ¿cuándo desarrollaron esta resistencia?
«¿En los últimos diez años? ¿Los últimos 50? ¿O hace cientos de años?», se pregunta Adelman.
En su opinión, si descubrimos cuál ha sido la línea temporal, podríamos averiguar a qué velocidad desarrollan la resistencia y diseñar el futuro control de las plagas.
Nuevos enfoques
Changlu Wang, entomólogo de la Rutgers University (Nueva Jersey, Estados Unidos), afirma que los nuevos hallazgos ya ofrecen importantes pistas para saber cómo enfrentarnos a los chinches.
Por ejemplo, saber que la cutícula, la capa protectora exterior, juega un papel fundamental en la resistencia a los insecticidas «nos hace buscar mejores formulas para penetrarla con mayor eficacia», señala Wang, que no participó en la investigación.
Según Haynes, los resultados también sugieren que probar distintos insecticidas o dirigirlos a poblaciones de chinches más receptivas a su uso podría ser más efectivo.