¿Cómo evitan las arañas viuda macho ser devoradas tras el apareamiento?
21 de septiembre de 2016
Para los machos de la araña viuda (Latrodectus), el apareamiento es una actividad tristemente peligrosa. En esta especie, que incluye a las viudas negras (Latrodectus mactans) y a las viudas de espalda roja (Latrodectus hasselti), es una práctica usual que las enormes hembras devoren a los pequeños machos durante el apareamiento, de ahí que se las denomine “viudas”. En algunos casos, la hembra atrapa al macho mientras este intenta huir. Sin embargo, el macho normalmente parece aceptar su destino, dando un salto mortal hacia los colmillos de su pareja.
Pero existe una razón para este salto suicida. En 1996, Maydianne Andrade descubrió que los encuentros sexuales entre viudas de espalda roja eran más largos si el macho se dejaba devorar. Sacrificando su vida, el macho podía llenar a su pareja con más cantidad de esperma. La hembra conserva dicho esperma en dos órganos de almacenamiento y puede controlar cuándo utilizar estas células acumuladas para fertilizar sus huevos. Si se aparea de nuevo, el esperma del segundo macho puede desplazar el del primer pretendiente, ya fallecido. Sin embargo, Andrade demostró que las hembras que devoran a su primera pareja tienen más probabilidades de rechazar a la siguiente.
Así que, cometiendo “suicidio copulativo”, los machos garantizan su paternidad. Además, las hembras no son comunes y muchos machos mueren en busca de una. Cuando las probabilidades de encontrar más de una pareja son bajas, los costes de dar tu vida en el primer apareamiento también lo son.
Un nuevo comportamiento
Parecía que Andrade había descifrado el extraño comportamiento de las viudas de espalda roja. Poco después, su estudiante Dani Baggio se dio cuenta de algo inusual. Había juntado a varias viudas de espalda roja y se dio cuenta de que, en muchas ocasiones, los machos intentaban montar a las hembras inmaduras, lo que hacía difícil poder separarlos.
“Le dije que vigilara su actividad de cerca y que me avisara si volvía a observar este comportamiento”, afirma Andrade. “Lo hizo, y esta vez me dijo: creo que se están apareando. Así que le dije que aislara a las hembras y viera si podían producir huevos viables. Lo hizo, y eso fue exactamente lo que pasó”.
Es algo que, técnicamente, debería haber sido imposible. En esa etapa de sus jóvenes vidas, los genitales de las hembras estaban ya desarrollados, pero sellados. Todo el sistema interno se encuentra a punto, pero no hay aberturas. Los machos claramente se estaban apareando con ellas pese a esto, y cuando lo hacían, casi nunca se ofrecían como aperitivos postcoitales.
Cuando Andrade habló del descubrimiento en una conferencia, supo que otra estudiante, Iara Sandomirsky, había observado el mismo comportamiento en otra araña que era pariente cercana de la viuda de espalda roja: la viuda marrón. Juntas, las investigadoras demostraron que los machos de ambas especies pueden utilizar sus colmillos para crear aberturas en los caparazones exteriores de las hembras y así acceder a sus genitales.
Se trata de un proceso muy diferente a la “inseminación traumática”, practicada por las chinches y otras arañas. En dicho proceso, el macho ignora los genitales de la hembra e inyecta esperma clavando un pene bastante afilado en su espalda. Estos macabros actos claramente lesionan a las hembras. En cambio, las viudas de espalda roja inmaduras y las viudas marrones no sufren daños por el prematuro avance del macho.
Y los machos se benefician de esta práctica. Cuando un macho se aparea con una hembra inmadura, tiene más probabilidades de llenar ambos órganos de almacenamiento y de taparlos, evitando que cualquier pretendiente posterior pueda desplazar su esperma.
Además, como no lo devoran, tiene una segunda oportunidad para encontrar una nueva pareja. Las probabilidades de poder hacerlo no son demasiadas para las viudas de espalda roja, pero aun así, alrededor del 8 por ciento de los machos que se aparean por primera vez con hembras inmaduras pueden encontrar una segunda pareja. Y en las viudas marrones, hasta el 80 por ciento de los machos tienen una segunda oportunidad de aparearse si su primera pareja es inmadura.
¿Por qué no es una práctica extendida?
Si ese es el caso, ¿por qué los machos no se aparean exclusivamente con parejas inmaduras? Es posible que sea porque es un proceso difícil, según Andrade. Significa encontrar a una hembra durante una etapa muy breve de sus vidas, en la que sus genitales se encuentran preparados internamente, pero no están abiertos externamente.
Las hembras adultas, además, liberan feromonas aerotransportadas que atraen a los machos, algo que no parecen hacer las hembras inmaduras. “Mis datos de campo sugieren que los machos en alguna ocasión van a parar a las telas de hembras inmaduras mientras buscan arañas adultas”, explica Andrade.
Pese a todo, esto sucede de forma lo suficientemente frecuente para que un tercio de las viudas de espalda roja hembras aparentemente se apareen antes de ser completamente maduras. La misma presión evolutiva que lleva a algunos machos a dar un salto suicida hacia las fauces de las hembras también lleva a otros a perseguir relaciones más seguras y furtivas.