Dragón de Komodo, el lagarto más grande del mundo
Un dragón de Komodo fotografiado en el zoo de Houston (Texas).
Los dragones de Komodo (Varanus komodoensis) son los lagartos más pesados de la Tierra, ya que alcanzan los 3 metros de longitud y pesan más de 300 kilos. Estos reptiles gigantes existen desde hace millones de años, pero los científicos apenas llevan un siglo estudiándolos. Los dragones de Komodo salvajes sólo se encuentran en las islas menores de la Sonda indonesias, entre las que se encuentra la isla de Komodo, que de nombre al descomunal lagarto.
Son reptiles de aspecto poderoso, cabeza ancha y plana, hocico redondeado, patas arqueadas y cola enorme y musculosa. Caminan torpemente de un lado a otro y sus lenguas amarillas se mueven constantemente.
Los dragones de Komodo, depredadores dominantes en las islas donde viven, comen casi cualquier cosa que encuentran, incluidos animales ya muertos, ciervos, búfalos de agua, cerdos, dragones de Komodo más pequeños y, ocasionalmente, ¡humanos! Cuando cazan, los dragones de Komodo confían en el camuflaje y la paciencia, tumbándose entre arbustos o hierbas altas hasta que pasa una víctima. Se abalanzan sobre su presa con poderosas patas y afiladas garras, y luego le clavan sus dentados dientes de tiburón.
Un animal que escape de las fauces de un Komodo no debería cantar victoria: la saliva del dragón contiene grandes cantidades de bacterias que envenenan a sus víctimas y pueden matarlas en 24 horas. Los dragones seguirán tranquilamente a su presa mordida durante kilómetros, utilizando su agudo sentido del olfato para encontrar el cadáver. Tienen un gran apetito y se sabe que pueden llegar a comerse hasta el 80% de su peso corporal en una sola comida.
Las hembras ponen hasta 30 huevos, que cuidan durante varios meses. Las crías son verdosas con bandas amarillas y negras, pero a medida que crecen se vuelven de color gris sólido a marrón rojizo. Los dragones jóvenes permanecen en los árboles hasta los ocho meses para evitar a los depredadores, entre los que se encuentran dragones más grandes.
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Ilustración de un dragón de Komodo comparado con una persona adulta.
Hábitat
Los dragones de Komodo han prosperado en el duro clima de las islas Menores de la Sonda de Indonesia durante millones de años. Prefieren los bosques tropicales de las islas, pero pueden encontrarse por todo el archipiélago. Aunque estos atléticos reptiles pueden caminar hasta 11 km al día, prefieren quedarse cerca de casa y rara vez se aventuran lejos de los valles en los que nacieron.
En amarillo, áreas de distirbución de los dragones de Komodo en Indonesia.
Reproducción
Una vez al año, cuando están listos para aparearse, las hembras emiten un olor en sus heces que los machos pueden seguir. Cuando un dragón macho localiza a una hembra, le rasca la espalda y le lame el cuerpo. Si ella le devuelve el lametón, se aparean. A veces, los machos luchan entre sí para ganarse el derecho a aparearse. Las hembras preñadas ponen unos 30 huevos, que entierran hasta que eclosionan ocho meses después.
Cuando no hay machos, las hembras de dragón de Komodo tienen otros medios para reproducirse: como tienen cromosomas sexuales masculinos y femeninos, pueden reproducirse asexualmente en un proceso llamado partenogénesis.
Aunque la reproducción asexual permite a las hembras de dragón de Komodo repoblar su población (una ventaja evolutiva), tiene un importante inconveniente: este proceso de reproducción sólo da lugar a hijos varones. La escasez de otras hembras en una población ha dado lugar a pruebas de endogamia. La reticencia del reptil a alejarse de su hogar agrava el problema a medida que la población de la especie disminuye y se fragmenta.
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Dieta
Como depredadores dominantes en el puñado de islas que habitan, los dragones de Komodo comen casi cualquier cosa, como carroña, ciervos, cerdos, dragones más pequeños e incluso grandes búfalos de agua. Cuando cazan, los dragones de Komodo confían en el camuflaje y la paciencia, al acecho de sus presas. Cuando una víctima se acerca, el dragón salta y utiliza sus afiladas garras y dientes de tiburón para destripar a su presa.
El dragón de Komodo tiene glándulas venenosas cargadas de toxinas que reducen la presión sanguínea, provocan hemorragias masivas, impiden la coagulación e inducen el shock. Los dragones muerden con dientes aserrados y tiran hacia atrás con los poderosos músculos del cuello, lo que provoca enormes heridas abiertas. El veneno acelera la pérdida de sangre y provoca el shock de la presa.
Amenazas para la supervivencia
La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés), considera que los dragones de Komodo son una especie en peligro. La principales amenazas para esta especie son provocadas por los humanos (turismo, caza, especies invasoras).
Los humanos han supuesto una amenaza para la supervivencia del dragón de Komodo. La gente ha quemado el hábitat del dragón de Komodo para despejarlo para otros usos, mientras que los cazadores furtivos persiguen a este reptil y a sus presas. Los turistas también ofrecen comida y perturban el proceso de apareamiento de los dragones, lo que llevó al Gobierno de Indonesia a considerar el cierre temporal al turismo de la isla de Komodo, una de las varias en las que se encuentran. Pero los turistas también son importantes para los esfuerzos de conservación, ya que el impulso económico que proporcionan incentiva a los lugareños a ayudar a proteger al dragón de Komodo.
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Conservación
En 1980, Indonesia creó el Parque Nacional de Komodo para proteger al dragón de Komodo y su hábitat. Este refugio de 1800 kilómetros cuadrados alberga también especies como el ave de matorral de patas anaranjadas y el ciervo de Timor, así como un rico entorno marino en el que viven ballenas, delfines, tortugas marinas, tiburones, corales, esponjas, mantarrayas y más de mil especies de peces. El Parque Nacional de Komodo, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, ha establecido patrullas para impedir la caza furtiva. También trabaja con las comunidades locales para concienciar sobre la especie y la importancia de protegerla.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.