Hallada la primera cola de dinosaurio conservada en ámbar
Para mayor alegría de los científicos, el increíble apéndice con 99 millones de años de antigüedad está cubierto de plumas.
8 de diciembre del 2016
La cola de un dinosaurio de 99 millones de años de antigüedad, junto con huesos, tejido blando e incluso plumas, ha sido hallada conservada en ámbar, según un informe publicado por la revista Current Biology.
Aunque ya se habían encontrado en ámbar plumas individuales de la era de los dinosaurios y las pruebas de dinosaurios con plumas han quedado capturadas en las impresiones de los fósiles, esta es la primera ocasión en la que los científicos pueden relacionar claramente unas plumas bien conservadas con un dinosaurio, para así obtener un mejor entendimiento de la evolución y la estructura de las plumas de estos animales.
La investigación, liderada por el paleontólogo Lida Xing, de la Universidad de Geociencias de China, ha sido en parte financiada por el Consejo de Expediciones de la National Geographic Society.
Una cola reveladora
La muestra de ámbar semitranslúcida de mediados del Cretáceo, similar en forma y tamaño a un albaricoque seco, captura una de las primeras pruebas de diferenciación entre las plumas de las aves voladoras y las plumas de los dinosaurios.
Dentro de la masa de resina se encuentra un apéndice de unos 3,5 centímetros cubierto de plumas delicadas, de color castaño y con un ligero toque de blanco en el reverso.
Los escáneres por TAC y los análisis de la muestra mediante microscopio revelaron ocho vértebras pertenecientes al medio o al final de una cola larga y delgada que podría haber estado compuesta originalmente por más de 25 vértebras.
Basándose en la estructura de la cola, los investigadores creen que se trata de un celurosaurio joven, perteneciente a un grupo de dinosaurios terópodos en el que se incluyen desde los tiranosaurios hasta las aves modernas.
Con plumas, pero ¿podía volar?
La presencia de vertebras articuladas en la cola de la muestra ha permitido a los investigadores descartar la posibilidad de que las plumas perteneciesen a un ave prehistórica. Las aves modernas y sus ancestros más cercanos del Cretáceo presentan una serie de vertebras fusionadas en la cola, denominadas pigóstilo, que permite que las plumas de la cola se muevan como una sola unidad.
“[Un pigóstilo] es algo que has visto si alguna vez has cocinado pavo”, explica el coautor del estudio Ryan McKellar, conservador de paleontología invertebrada en el Royal Saskatchewan Museum de Canadá.
Las plumas de dinosaurio presentan un eje central apenas definido (raquis) y parecen inclinarse hacia cada lado de la cola. Esta estructura abierta y flexible de las plumas es más similar a la de las plumas modernas ornamentales que a la de las plumas para vuelo, que tienen ejes centrales definidos, ramificaciones, subramificaciones y ganchos para mantener unida la estructura.
En un estudio previo realizado por el mismo equipo de investigadores, unas alas de ave del Cretáceo preservadas en ámbar revelaban plumas notablemente similares a las plumas de vuelo de las aves modernas.
El estudio actual concluye que si toda la cola de dinosaurio estaba cubierta por el tipo de plumas observado en la muestra, el dinosaurio “probablemente hubiera sido incapaz de volar”. En su lugar, dichas plumas habrían tenido una función de señalización o tendrían que ver con la regulación térmica, explica McKellar.
Las plumas de la cola, apenas desarrolladas, sugieren también que el poseedor de esta cola cretácica se encuentra en las últimas ramas del árbol evolutivo de los dinosaurios terópodos, “quizá un manirraptor [primitivo] basal”, sugiere Xing, refiriéndose al subgrupo de celurosaurios que incluye a los ovirraptorosaurios y los terizinosaurios.
Destinado a la joyería
La muestra de ámbar (que antes se llamaba DIP-V-15103 y se conocía como “Eva” en honor a la paleobotánica Eva Koppelhus, la mujer del coautor Philip Currie) procede de una mina del valle de Hukawng en el estado Kachin, al norte de Myanmar. El ámbar de esta región contiene probablemente la mayor variedad a nivel mundial de vida animal y vegetal del Cretáceo.
Esta era solo una entre más de una docena de muestras de ámbar con contenido significativo que fueron recopiladas por Xing y su equipo de investigación en 2015 en un conocido mercado de ámbar en Myitkyina, capital del estado Kachin. Dos de las otras muestras contenían las alas de ave de la era de los dinosaurios acerca de las que se publicaron estudios el pasado verano.
La mayor parte del ámbar birmano se emplea en joyería y en grabados, y la muestra “Eva” ya había sido sometida a un proceso de modelaje cuando los investigadores la obtuvieron.
La modificación, sin embargo, tuvo un lado positivo: ofrecía “una perfecta sección transversal” a través de la cola que permitió a los científicos estudiar la composición química de la superficie expuesta", señala McKellar.
El estudio reveló la presencia de hierro en forma ferrosa, un producto de descomposición de la hemoglobina de la sangre que en su día se encontraba presente en el tejido blando del dinosaurio.
“El hecho de que [el hierro] se encuentre aún presente nos da muchas esperanzas para futuros análisis, para obtener otro tipo de información química sobre aspectos como la pigmentación o incluso para identificar las partes de la queratina original”, afirma McKellar. “Quizá no en este espécimen, pero para otras [muestras] que se nos presenten”.
Mientras tanto, Xing cree que el “fin cercano” de un conflicto que se remonta a décadas entre el gobierno de Myanmar y la Armada por la Independencia de Kachin, que controla el valle de Hukawng, llevará a un mayor acceso de los científicos a las minas de ámbar y, a su vez, a un incremento de este tipo de descubrimientos espectaculares.
“Quizá podamos encontrar un dinosaurio entero”, especula, aunque con confianza.