¿Por qué los delfines son tan veloces?

Por Redacción National Geographic
Delfines nariz de botella en el mar Caribe.
Delfines nariz de botella en el mar Caribe.

15 de julio de 2015

Desde los años 30 un misterio rodea a los delfines: ¿cómo es posible que naden tan deprisa?

Ahora, un estudio ha conseguido dar respuesta a la pregunta que se han repetido miles de veces los científicos: ¿cómo pueden sus músculos producir la fuerza suficiente para alcanzar tal velocidad?

Frank Fish, de la Universidad West Chester de Pennsylvania ha resuelto el misterio: los llamados delfines nariz de botella consiguen el empuje necesario gracias a su fuerte cola.

En 1936 el biólogo británico James Gray formuló la famosa paradoja de los delfines, según la cual la potencia de sus músculos no explica la velocidad que pueden llegar a alcanzar.

Gray observó a un delfín nadando alrededor de un barco a 10 metros por segundo durante siete segundos y se preguntó cómo podía nadar tan rápido.

Según la física teórica, para que un cuerpo del tamaño de un delfín, y para la velocidad a la que se mueve, el agua que lo rodea tiene que ser necesariamente turbulenta y no calma, nos comenta Fish. Pero ese tipo de flujo crea mayor resistencia que las aguas tranquilas.

Sin embargo, cuando Gray estudió las variables, asumiendo la presencia de flujo turbulento, «descubrió que los delfines no tenían masa muscular suficiente para nadar tan rápido», señala Fish.

«Así surgió la paradoja de Gray», añade.

El problema consistía en que los investigadores no podían medir directamente la fuerza producida por los delfines al moverse en el agua.

Sin embargo, gracias a una reunión con Timothy Wei, de la Universidad de Nebraska y que se dedica al estudio de nadadores olímpicos, el equipo que ha elaborado el nuevo estudio encontró la solución, decidiendo aplicar el método que este experto utiliza para determinar la fuerza generada por los nadadores profesionales.

Fish y sus colegas «sembraron» el fluido con pequeñas partículas y utilizaron un software especializado para realizar su seguimiento, pudiendo así visualizar los remolinos que se forman en el agua mientras los delfines nadan en esa cortina de partículas.

«Los delfines suelen asustarse ante todo aquello que no han visto antes», comenta Terrie Williams, que también participó en el estudio. A uno de los dos le costó más, pero con un poco de ayuda de los entrenadores acabó nadando a sus anchas.

Los resultados muestran que la cola (o aleta caudal) de los delfines es perfectamente capaz de producir la fuerza suficiente para que el animal se mueva en el agua a gran velocidad.

Además, es muy flexible y los delfines «podrían tener la habilidad de controlar esa flexibilidad». Es posible que la cola se vuelva más rígida cuanto más rápido nade el animal, aumentando su eficiencia a altas velocidades.

«O quizá puedan controlar su rigidez cambiando la tensión de sus tendones», añade.

Todavía no están seguros, pero están empeñados en averiguarlo.

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