12 de agosto de 2014
Un grupo de investigadores de la Universidad del Estado deMichigan (Estados Unidos) ha descubierto que el llamado ratón saltamontes (Onychomys torridus) es insensible a la dolorosa y potencialmente mortal picadura de una de sus presas: el escorpión corteza de Arizona (Centruroides sculpturatus). Un nuevo estudio publicado esta semana en la revista Science afirma que estos curiosos ratones, que pesan entre 40 y 60 gramos, neutralizan las toxinas que contiene el veneno de escorpión, que no es para ellos más que una suculenta cena.
Según la autora del estudio, Ashlee Rowe, la capacidad de sentir dolor es importante: nos informa de las lesiones sufridas y nos enseña a mantenernos alejados de situaciones potencialmente peligrosas.
Sin embargo, a pesar de que el veneno produce un intenso dolor, daña los tejidos y paraliza a las víctimas, desarrollar resistencia al mismo no es necesariamente algo bueno y por ello los ratones saltamontes resultan todavía más sorprendentes.
Estos ratones perciben el dolor con normalidad, como se comprobó durante experimentos realizados con pequeñas dosis de un compuesto llamado formalina, que produce una sensación de ardor en humanos. Sin embargo, han conseguido «cerrar» los canales del dolor de su sistema nervioso como respuesta ante un específico veneno.
En los mamíferos, nos explica Rowe, hay tres canales en las células nerviosas relacionadas con el dolor, que necesitan abrirse para que el animal pueda sentirlo. Forman parte del grupo de los canales iónicos, que son esenciales en los sistemas sensoriales de los mamíferos.
«Si un canal iónico funciona mal, el animal está enfermo o muerto, no hay más opciones», aclara.
Normalmente, el veneno de escorpión se encuentra con dos de estos canales o «puertas»; primero con el que podríamos llamar el «guardián», y después con el que lleva la información al cerebro.
Estos dos canales parecen ser los más importantes, mientras que el tercero, en este caso, resulta un mero espectador.
El canal que transmite la información al cerebro es distinto en el ratón saltamontes que en el ratón común, o incluso en los humanos; la diferencia se encuentra en un aminoácido (las proteínas que conforman el canal) que afecta a la resistencia al dolor.
Según Rowe, las toxinas del veneno del escorpión llegan al primer canal, pero al alcanzar el segundo, no consiguen activarlo.
Su equipo sigue investigando para descubrir qué toxina es la responsable de que esto se produzca y cómo funciona. «Si consiguiéramos aislarla y estudiar cómo interactúa con el canal, podríamos tener la base para un analgésico que podría utilizarse en humanos», afirma.
La resistencia de estos ratones resulta especialmente sorprendente si tenemos en cuenta que el veneno de este escorpión daña el diafragma, de manera que la víctima muere por asfixia.
«No sabemos por qué el ratón no sufre estos efectos» afirma Rowe, pero la investigación está cada vez más cerca de poder dar una respuesta.