05 de septiembre de 2010
La mordedura de una serpiente coral, conocida por ser una de las más venenosas, no causa en un primer momento los efectos temidos. No es dolorosa ni provoca hinchazón en la zona afectada, y los demás síntomas pueden no manifestarse hasta pasadas doce horas. Pero si no se aplica un antídoto, la neurotoxina comenzará a perturbar las conexiones entre el cerebro y los músculos, provocando dificultades en el habla, visión doble y parálisis muscular y, en último término, paro respiratorio y cardíaco.
Esta serpiente icónica de cabeza bulbosa y piel cruzada con rayas rojas, amarillas y negras es tan famosa en Estados Unidos por su potente veneno como por las muchas rimas populares ideadas para distinguirla de otras serpientes no venenosas de aspecto similar, como el rey escarlata.
La serpiente coral es un animal muy poco dado a dejarse ver y por lo general solo muerde a los humanos si la pisan o tratan de cogerla. Además, como para inyectar todo el veneno a su víctima debe masticar, literalmente, a ésta, la mayoría de las mordeduras a humanos no son mortales. De hecho, no se han conocido casos de muerte por mordedura de serpiente coral en Estados Unidos desde que se descubrió el antídoto en 1967.
La serpiente coral es pariente de la cobra, la mamba y la serpiente marina. Vive en los bosques, arenales y pantanos del sudeste de Estados Unidos, y pasa la mayor parte de su vida bajo tierra o entre montones de hojarasca.
Se alimenta de lagartos, ranas y serpientes más pequeñas, incluidas otras serpientes coral. Cuando salen de los huevos, las crías de serpiente coral miden casi 18 centímetros y son ya venenosas. Los ejemplares adultos pueden alcanzar algo más de medio metro de longitud. Se desconoce su longevidad media en libertad; en cautividad pueden vivir hasta siete años.