Un incendio devasta el museo de ciencias más antiguo de Brasil
El incendio ha arrasado fósiles, artefactos culturales y más colecciones irremplazables recopiladas a lo largo de 200 años.
Importantes fragmentos del patrimonio cultural y científico de Brasil quedaron reducidas a cenizas la noche del domingo, cuando un incendio devastador arrasó gran parte del Museo Nacional de Río de Janeiro. El museo, fundado en 1818, es la institución científica más antigua de Brasil y uno de los museos más grandes y famosos de Latinoamérica, con una colección de unos 20 millones de artefactos de un valor científico y cultural incalculables.
Entre las propiedades del Museo Nacional se incluye Luzia, un cráneo de 11.500 años considerado uno de los fósiles humanos más antiguos de Sudamérica, así como los huesos de criaturas brasileñas únicas como el dinosaurio cuellilargo Maxakalisaurus. Debido al gusto por las subastas de los emperadores brasileños del siglo XIX, el Museo Nacional también contaba con la colección más antigua de Latinoamérica de momias y artefactos egipcios.
Hasta el edificio posee importancia histórica. Albergó a la familia real portuguesa exiliada entre 1808 y 1821, cuando viajaron a Río de Janeiro para huir de Napoleón en 1807. El complejo también sirvió de palacio para los emperadores del Brasil postindependencia hasta 1889, antes de que se trasladasen allí las colecciones del museo en 1902.
En una entrevista concedida el lunes, Taissa Rodrigues, paleontóloga de la Universidad Federal de Espírito Santo, declaró que algunos de los armarios de metal que contienen fósiles podrían haber resistido al fuego, aunque no está claro si los fósiles han sobrevivido. Duane Fonseca, biólogo de la Universidad Federal de Río Grande, informó en Twitter el lunes de que los técnicos habían salvado algunos de los más de 40.000 especímenes de moluscos del museo.
Pero ahora es probable que muchos de los fósiles, la colección egipcia, los especímenes de invertebrados y más artefactos del edificio principal hayan quedado destruidos. Los especímenes de peces y reptiles, el herbario y la biblioteca estaban en edificios separados y se cree que han sobrevivido.
«Cuando vi la noticia de la tragedia, empecé a llorar, y todos mis colegas, otros arqueólogos que conozco en brasil, han tenido la misma reacción. Es una pérdida para el mundo entero», afirma Maria Ester Franklin Maia Silva, arqueóloga brasileña y estudiante de doctorado en la Universidad de Sao Paulo.
Una pérdida irremplazable
Todavía se desconocen las causas del incendio, pero comenzó poco después de que el museo cerrara al público y no se ha informado de ningún herido. Los bomberos trabajaron durante toda la noche para apagar la estructura chamuscada del edificio principal, pero parece que las llamas ya han abierto un enorme agujero en las carreras de muchos científicos.
«No puede subestimarse la importancia de las colecciones perdidas», afirma Luiz Rocha, ictiólogo brasileño, ahora en la Academia de las Ciencias de California, que ha visitado varias veces el Museo Nacional para estudiar sus colecciones. «Eran únicas: muchas eran irremplazables, no hay forma de asociarles un valor monetario».
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«En términos de mi plan de investigación de toda una vida, está prácticamente perdido», afirma Marcus Guidoti, entomólogo brasileño que estaba terminando su doctorado en un programa codirigido por la Universidad Federal de Río Grande del Sur.
Guidoti estudia tíngidos, una familia de insectos con más de 2.000 especies en todo el mundo. El Museo Nacional albergaba una de las mayores colecciones de tíngidos del mundo, pero es probable que el incendio la destruyera, así como el resto de los cinco millones de especímenes de artrópodos del museo. «Esos tipos de especímenes no pueden remplazarse y son cruciales para entender la especie», explica por mensaje de texto. «Si estaba dispuesto a seguir trabajando con esta familia en esta parte del planeta, este ha sido sin duda un duro golpe».
La paleontóloga Dimila Mothé, investigadora posdoctoral de la Universidad Federal del Estado de Río de Janeiro, añade que los golpes que ha recibido la ciencia van más allá de las propias colecciones. «No es solo la historia cultural, la historia natural, sino las tesis y la investigación desarrolladas allí», afirma. «La mayoría de los laboratorios también se han perdido, así como la investigación de muchos profesores. No estoy segura de que se pueda cuantificar el impacto de lo que se ha perdido».
El conocimiento indígena de Brasil también ha sufrido. El Museo Nacional albergaba colecciones de objetos indígenas de fama mundial y grabaciones de audio de idiomas indígenas de todo Brasil. Algunas de estas grabaciones, ahora desaparecidas, eran de idiomas que ya no se hablan.
«No tengo palabras para describir lo horrible que es esto», afirma la antropóloga brasileña Mariana Françozo, experta en objetos indígenas sudamericanos de la Universidad de Leiden. «Las colecciones indígenas son una pérdida inmensa... ya no podemos estudiarlas, ya no podemos entender lo que hacían nuestros ancestros. Es devastador».
El lunes, la publicación brasileña G1 Rio informó de que las cenizas de documentos quemados —algunos todavía salpicados de notas o ilustraciones— habían llovido del suelo a más de kilómetro y medio de distancia del Museo Nacional, arrojadas al aire por el incendio.
Sin fondos y en mal estado
Esta no es la primera vez en los últimos años en la que el mundo pierde un museo de historia natural. En abril de 2016, un incendio también destrozó el Museo Nacional de Historia Natural de la India en Nueva Delhi. Tampoco es la primera vez que el fuego se cobra una parte inestimable del patrimonio de Brasil.
En 2010, las llamas devastaron el Instituto Butantan, un importante laboratorio de investigación biomédica en Sao Paulo, destruyendo una de las mayores colecciones del mundo de especímenes de animales venenosos. El fuego chamuscó más de medio millón de serpientes, arañas y escorpiones preservados, recopilados a lo largo de cien años.
«Esto no es ni de lejos un problema exclusivo de Brasil», afirma la paleontóloga Rodrigues. «Colecciones de todo el mundo corren peligro y, a no ser que las cuidemos bien, este tipo de sucesos ocurrirá una y otra vez».
En un comunicado publicado en Twitter, el presidente brasileño Michel Temer lamentó la pérdida del Museo Nacional como «incalculable para Brasil» y escribió que era «un día triste para todos los brasileños». Pero el gobierno brasileño se enfrenta a una crisis rampante por las quejas de que la tragedia era evitable.
Desde 2014, el Museo Nacional no ha recibido su presupuesto anual completo de 111.000 euros; este año, recibió unos irrisorios 11.200 euros. En 2015, el Museo Nacional se vio obligado a cerrar sus puertas temporalmente porque ya no podía pagar al personal de limpieza y seguridad. Los conservadores del museo tuvieron que recurrir al crowdfunding para reparar los daños causados por las termitas en una de sus salas de exposiciones más populares, que contenía el esqueleto de una ballena jorobada y huesos del dinosaurio Maxakalisaurus.
En mayo de 2018 —en la víspera de su 200º aniversario— diez de las 30 exposiciones del museo se clausuraron al público por encontrarse en mal estado. Entonces, el periódico brasileño Folha de S. Paulo informó de que la pintura de las paredes del museo se estaba desprendiendo y el cableado eléctrico estaba expuesto. Las dos bocas de incendios cercanas al museo estaban supuestamente vacías, lo que obligó a los bomberos a usar camiones cisterna y el agua del estanque de Quinta da Boa Vista, el parque urbano donde se encuentra el Museo Nacional.
«En mi opinión, Brasil era responsable de mantener estos artefactos a salvo y ha fracasado», afirma Franklin Maia Silva.
«Perdemos parte de lo que somos»
El gobierno brasileño ya se ha comprometido a empezar a estudiar cómo reconstruir el Museo Nacional. Folha de S. Paulo también informó de que el ministro de cultura Sérgio Sá Leitão ha solicitado la inspección de los sistemas antiincendios de otros museos brasileños.
Sin embargo, los investigadores señalan que reparar el edificio hará bien poco para llenar los vacíos en la ciencia brasileña, sobre todo si el país sigue recortando los presupuestos de investigación. En marzo de 2017, Temer redujo la financiación científica en un 44 por ciento, a unos 866 millones de euros —los niveles más bajos desde 2005—, y a finales de 2017 propuso más recortes, esta vez de un 16 por ciento adicional. Algunas de las instituciones de investigación del país han pasado apuros a la hora de pagar servicios básicos como las facturas de la electricidad, según informó Nature.
«En general, la ciencia en Brasil se considera algo en lo que no es necesario invertir», afirma Rocha. «Espero que [los líderes brasileños] abran los ojos y vean que vale la pena invertir en ella, además de reconstruir».
«En primer lugar, hay muchas dudas de que vayan a financiar la reincorporación del museo, y mi segunda reacción es ira, porque supieron durante años que el museo necesitaba financiación», añade Françozo. «¿Cómo "reconstruyes" una colección de 200 años que ha quedado reducida a cenizas?».
Mientras tanto, los estudiantes locales trabajan en un proyecto de reconstrucción propio: «Ante la tragedia de la pasada noche, los estudiantes del curso de museología de UNIRIO [la Universidad Federal del Estado de Río de Janeiro] se movilizan para preservar el recuerdo del Museo Nacional», declaró en un email el Museo Nacional. «Pedimos a cualquiera que tenga imágenes (fotografías, vídeos y hasta selfis) de la colección y de los espacios de exposición que las comparta con nosotros».
Los estudiantes podrían contar con la aportación de Emilio Bruna, ecólogo de la Universidad de Florida. El trabajo de Bruna suele llevarlo a Brasil, donde estudia la fragmentación de hábitats. Pero cuando visitó recientemente el Museo Nacional con su mujer —originaria de Brasil— y sus hijos, la familia paseó por los pasillos como turistas.
«Paseas por este edificio que estaba ahí, en los orígenes de este país increíblemente rico y vivo, ves a la gente orgullosa al ver los fósiles de dinosaurios brasileños, de animales exclusivos de su país. En cuanto me enteré [del incendio] y se lo conté, mi hijo se echó a llorar. Estaba destrozado», afirma Bruna.
«Los museos son repositorios vivos de quiénes somos y de dónde venimos, y del mundo que nos rodea», añade. «Esos insectos clavados en un cajón, esos peces en frascos, o esa capa de plumas que se puede ver en una vitrina; todo eso representa un trocito de quiénes somos como personas, como humanos, como parte de un mundo más grande. Cuando perdemos esos especímenes, perdemos parte de lo que somos».
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.