Del blockchain a la economía circular: la revolución silenciosa
La tecnología blockchain abre un abanico de posibilidades cuyo potencial para amortiguar el impacto social y medioambiental de la actividad humana no tiene límites.
«Una tecnología que ha llegado para quedarse y, más aún, para definir lo que será el futuro del mundo». Así comienza Alex Preukschat a dar forma a este concepto en Blockchain, la revolución industrial de internet.
Es algo incuestionable que la aparición de Internet fue una transformación de los pilares de nuestro mundo a todos los niveles. Sin embargo, la era del internet de la información está sucumbiendo a una transformación aún mayor: la del internet del valor.
“Si este es el internet que conocemos todos, el que permite la libre circulación en todo el planeta de la información, propiciando la creación de infinidad de nuevos modelos de negocio, el segundo es una herramienta nueva que sirve para compartir y gestionar el valor de activos o bienes digitales sin la necesidad de depender de una entidad central de confianza que centralice el proceso”, explica esta obra.
Blockchain “es una tecnología, nacida a raíz del Bitcoin, que usa la distribución de datos, la descentralización en el procesamiento de transacciones y la criptografía para asegurar la privacidad de los datos”, explica a National Geographic España Cristina Carrascosa, miembro del Observatorio Blockchain de la Comisión Europea y abogada of counsel en Pinsent Masons. “Nació para dar soporte y hacer funcionar un sistema electrónico de pagos, como es Bitcoin, pero a día de hoy se está intentando aplicar para conseguir otro tipo de objetivos empresariales, como transparencia de procesos o automatización de decisiones”.
El internet del valor
Según el Foro Económico Mundial, más de 40 bancos centrales están ya considerando las monedas digitales. En la línea de desarrollo de esta tecnología para el bien común, el Observatorio y Foro Blockchain de la Unión Europea ha propuesto como uno de sus objetivos el análisis y la elaboración de diversos informes impulsados por las prioridades de la Comisión Europea.
En este sentido, Carrascosa afirma que el Banco Europeo ha dejado claro que las criptomonedas no son medios de pago y que, por tanto, los experimentos de esos bancos irán dirigidos a monedas digitales. “No creo que ninguno vaya a usar criptoactivos sobre blockchain como monedas digitales”, declara. “Tiene muy poco sentido que cualquier Banco Central, que como su nombre indica es una autoridad absolutamente centralizada y que solo tiene significado de ser si permanece así, utilice una Blockchain para desplegar criptoactivos como medios de pago. En mi opinión, no tiene lógica ni en cuanto a costes, ni en cuanto a objetivos”.
Sin embargo, desde la perspectiva del resto de su capacidad, sería posible imaginar fácilmente un nuevo modelo energético innovado, pasando por un sector público más justo y unas ONGs innovadas. El potencial total que tiene la tecnología blockchain para amortiguar el impacto social y económico que nuestras actividades generan sobre el planeta es casi inimaginable.
La imaginación como único límite del blockchain
Desde su surgimiento en 2009, el interés por esta tecnología ha continuado al alza de manera constante y creciente. “Lo demuestra el hecho de que empresas, emprendedores y Gobiernos de todo el mundo estén realizando inversiones millonarias para desarrollarla y tomar una posición privilegiada”, afirman Preukschat e Íñigo Molero Manglano.
En su descentralización y su inmutabilidad está su verdadero poder. No existe un usuario que tenga más poder que otro, así como todo queda registrado de forma inmutable. A día de hoy, este cambio de paradigma ya revoluciona la banca, las aseguradoras, las telecomunicaciones, la gestión del sector público y cualquier sistema de datos y transacciones que podamos imaginar.
El único futuro posible para el planeta pasa por la economía circular y una profunda transformación de nuestro modelo económico en base a la sostenibilidad. Y para lograrlo, el blockchain podría convertirse en nuestro gran aliado.
“Que Blockchain se convierta en una realidad cotidiana es algo que puede lograrse, aunque es posible que nosotros como usuarios no lo advirtamos”, afirma Carrascosa, que asegura que esto podría ocurrir en unos diez años. “El punto en el que Blockchain tenga una adopción masiva probablemente coincida con un estado de desarrollo en el que los usuarios no vean que una aplicación concreta utiliza Blockchain, del mismo modo que ahora usamos el mail sin interesarnos el protocolo que lleva por debajo y que lo hace funcionar”.
Su capacidad para registrar de manera inmutable cada transacción asegurará la fiabilidad de cualquier proceso, desde la extracción de la materia prima de los productos hasta la justicia del sistema respecto a la mano de obra, pasando por un correcto uso de la energía renovable. Cada paso de la creación de productos y servicios estará marcado por la huella que ha generado y su mayor o menor impacto social y medioambiental.
¿El lado oscuro del bitcoin?
A medida que se dispara el éxito y la cotización del bitcoin, lo hace también la ingente cantidad de energía que necesitan los potentes ordenadores de esta tecnología para llevar a cabo sus procesos y algoritmos, energía que en su mayoría aún nace de fuentes de combustibles fósiles.
Además, hoy en día muchos centros de datos se sitúan en países donde la electricidad es más barata, que a menudo son también países sin leyes que frenen la contaminación. Según la BBC, más del 70% de las granjas de bitcoins se encuentran en China.
Según afirmaba The Guardian, la minería de estas monedas digitales está utilizando tanta electricidad que, cada año, expulsa a la atmósfera unos 20 megatones de CO2. Esta cantidad sería equivalente a la que generan un millón de vuelos transatlánticos.
Por su gran demanda energética, el llamado ‘lado oscuro’ de la minería bitcoin es un punto fundamental a desarrollar para que esta tecnología pueda ser sostenible. Como ejemplo, la energía de las granjas mineras de Islandia, cuyo consumo está a punto de superar el de todo el país, procede de energías limpias cuya huella medioambiental está limpia de energías fósiles.
Rumbo a un nuevo modelo energético
En concreto, la industria energética “se encamina hacia una descentralización que cambiará por completo las reglas del juego del sector, pues traerá consigo el incremento del número de activos y la reubicación de los mismos”, explica Ignacio Madrid Benito.
Instalaciones solares fotovoltaicas conectadas a internet o contadores inteligentes baterías inteligentes, lo cierto es que la tecnología que hará esto posible ya es una realidad. “En la actualidad, la demanda energética de un país como España está cubierta por cerca de mil centrales más o menos grandes, ubicadas lejos de los grandes centros de consumo. En un futuro cercano, serán sustituidas por decenas de miles de centrales, […] mucho más cerca del consumidor”, afirma. “Gracias a la redistribución de estas nuevas pequeñas centrales de generación, la gestión del sistema eléctrico se podrá realizar de forma local, de modo que se aplique un ajuste eficiente”.
¿Imaginas un sistema en el que la energía siempre esté siendo aprovechada de forma efectiva? “La energía almacenable en un coche eléctrico actual es equivalente al consumo de dos días de un hogar medio”. El futuro de las baterías pasa ya por la creación de un modelo que siempre trate de aprovechar las fluctuaciones de los ciclos de demanda y generación de energía, posicionando todos aquellos artículos que dispongan de energía almacenada como parte de una red global que aproveche de la manera más eficiente posible las fluctuaciones de dicha red, compensándolas con una buena gestión de la energía almacenada.
Blockchain sin ánimo de lucro
A raíz de la aparición de las criptomonedas y por su perfil funcional, diversas ONG como Save The Children o Wikileaks comenzaron a aceptar donaciones de dinero virtual. Pero el papel del blockchain en la solidaridad va mucho más allá de las donaciones: se halla en la confianza.
“Precisamente en el entorno de la solidaridad, y concretamente de las donaciones económicas a ONG, ya está marcando diferencia”, dice Carrascosa. “Al usar una Blockchain pública, las donaciones son trazables por absolutamente todos los donantes, por lo que puede verse de forma indiscutible cuántos fondos se recaudan y cuantos se retiran, para utilizarse. La confianza probablemente siga siendo necesaria a la hora de saber ‘cómo’ se han gastado, pero desde luego el nivel de transparencia aumentará de forma considerable”.
A día de hoy, con el sistema de banca tradicional, parte de las donaciones y transferencias que se hacen a estas organizaciones se queda en los intermediarios. Blockchain sin embargo permite realizar de forma instantánea todo tipo de donaciones sin intermediarios y, además, asegura la transparencia de las ONG a las que van dirigidas.
“Gracias a la blockchain cualquier patrocinador, sea anónimo, público o privado, puede seguir el recorrido realizado por su donación o subvención a lo largo de toda la cadena de suministros y en cualquier momento”, afirma Íñigo Molero Manglano en la citada obra. “Prácticas como la corrupción, la gestión inapropiada o la mala praxis tendrían difícil cabida”.
En cuanto a otros desafíos que derivan del bien común y ante los que el mundo pone sus esperanzas en el blockchain, como el fraude en la industria alimentaria, aún queda mucho que avanzar, aunque la puerta no está en absoluto cerrada.
Carrascosa explica la mayor complejidad debido a que “el punto de conflicto está en el origen”, al pasar un alimento concreto a su versión digital. “Normalmente siempre necesitaras la intervención de una persona en ese primer proceso de “digitalización”, por lo que sigue habiendo margen al fraude”.
Una realidad que podría solucionarse con medidores inteligentes, “pero es un sector incipiente, y la tecnología aun tiene que desarrollarse”.
Un abanico inimaginable de posibilidades se encuentra abierto ante nuestros ojos, dispuesto a ser la herramienta que determine el giro definitivo hacia el modelo sostenible que guíe el futuro de las transacciones, de la transparencia, y por ende, de la economía circular.