Descubren un nuevo órgano en ratones que podría estar presente dentro de la piel humana

Es posible que este órgano simple identificado en ratones exista también en humanos, lo que aportaría nueva información sobre la percepción de la presión y los pinchazos dolorosos.

Por Catherine Zuckerman
Publicado 16 ago 2019, 13:10 CEST
Una imagen microscópica en color muestra la estructura de un nuevo órgano denominado «complejo glioneuronal nociceptivo», que vemos en verde. Las células nerviosas de esta imagen aparecen en rojo y las células de la parte externa de la piel, en azul.
Fotografía de Reproducida Con Permiso De Abdo Et Al., Science, 16-Agosto-2019

Cualquiera al que hayan pinchado con una aguja conoce el proceso: primero, la perforación; después, un dolor agudo y punzante y una necesidad de apartarse, o al menos de estremecerse. Aunque los circuitos exactos de esta reacción casi universal no se comprenden del todo, podría haberse descubierto una pieza importante del puzle: un órgano sensorial desconocido dentro de la piel.

Esta estructura, denominada «complejo glioneuronal nociceptivo» (en inglés nociceptive glio-neural complex), no tiene el aspecto típico de un órgano complejo como el corazón o el bazo. Es más bien un órgano simple compuesto de una red de células gliales, que rodean y mantienen las células nerviosas del cuerpo humano. En este caso, las células gliales forman una especie de red entre las capas externas e internas de la piel, con protuberancias filamentosas que llegan hasta la capa externa de la piel.

Una ilustración del complejo glioneuronal muestra la ubicación de este órgano en la capa de tejido interna de la piel, o dermis (d), y la capa externa, o epidermis (d).
Fotografía de Reproducido Con Permiso De Hind Abdo Et Al., Science, 16-Agosto-2019

Según informa el equipo en la revista Science, este humilde órgano parece desempeñar un papel fundamental en la percepción del dolor mecánico, es decir, el malestar causado por la presión, los pinchazos y otros impactos en la piel. Hasta ahora, se creía que unas células denominadas fibras nociceptivas eran el principal punto de partida de este tipo de dolor.

«Durante casi cien años, hemos pensado que el dolor empezaba en los nervios de la piel», afirma Patrik Ernfors, coautor del estudio y neurobiólogo molecular del Instituto Karolinska, en Suecia. «Pero lo que demostramos ahora es que ese dolor también puede empezar en estas células gliales».

La progresión del dolor

El equipo identificó este nuevo órgano en ratones y puso a prueba su funcionalidad midiendo las respuestas de los roedores ante distintos tipos de dolor. Cuando apagaron las células del órgano mediante la edición genética, la respuesta de los animales al dolor térmico o la incomodidad provocada por el calor o el frío fue normal. Pero todos los ratones mostraron una respuesta reducida al dolor mecánico cuando desactivaron el complejo glial.

Los hallazgos modifican la forma en que se imagina el comienzo y la progresión del dolor, al menos en ratones. Aún no han comprobado la presencia del órgano en humanos, pero Ernfors afirma que hay muchas probabilidades de que exista.

«Si tenemos en cuenta que los otros órganos sensoriales hallados anteriormente [en ratones] también existen en humanos, es posible, si no probable, que este órgano sensorial también esté presente en nuestra piel», afirma.

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    De ser así, el trabajo podría servir de fundamento para los tratamientos de una serie de enfermedades con dolor neuropático, que afectan a entre un 7 y un 10 por ciento de la población de Europa y a un 10 por ciento de la población de Estados Unidos, según Ernfors. Por ejemplo, hallar formas de alterar esta red celular podría beneficiar a las personas que padecen alodinia, una enfermedad en la que la piel se vuelve tan sensible que hasta el roce de la luz o de un cepillo puede resultar insoportable.

    «Es un descubrimiento muy prometedor», afirma Luana Colloca, neurofisióloga y profesora adjunta de la Facultad de Medicina de la Universidad de Maryland, que no participó en el estudio. «Resulta emocionante saber que existe un sistema que es mucho más que las fibras nociceptivas que enseñamos a nuestros alumnos».

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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