Una nueva reconstrucción de la historia geológica revela un continente perdido

Una recreación muy detallada de los últimos 240 millones de años muestra el intrincado relato de un continente antiguo llamado Gran Adria.

Por Robin George Andrews
Publicado 12 sept 2019, 12:25 CEST
Corno Grande
El Corno Grande, la montaña más alta de los montes Apeninos, sobresale entre las nubes. Los Apeninos, en la región central de Italia, forman parte de los restos del antiguo continente de Gran Adria, según ha revelado la investigación tectónica.
Fotografía de Guido Paradisi, Alamy Stock Photo

Si practicas senderismo por las cordilleras en torno al mar Adriático, quizá te topes en los restos de un continente perdido.

Este revoltijo de rocas representa las ruinas de un fragmento de corteza continental del tamaño de Groenlandia que quedó destruido hace millones de años, según se informa en la revista Gondwana Research. La saga de la desaparición del continente forma parte de un nuevo informe que recrea los últimos 240 millones de años de la historia tectónica mediterránea con un nivel de detalle sin precedentes.

El modelo muestra cómo se separó este continente de la actual España, el sur de Francia y el norte de África, formando una masa continental independiente que el equipo ha denominado Gran Adria. Pero conforme las placas rocosas del planeta seguían moviéndose inexorablemente, este continente se hundió por varias zonas de subducción, las destructoras fauces geológicas de la Tierra.

Conforme se hundía en las profundidades infernales del manto, la capa superior del continente se raspó y quedó hecha añicos, como si un titán pelase una manzana colosal. Estos restos se descargaron en las placas suprayacentes, listos para formar futuras montañas a lo largo de Italia, Turquía, Grecia, los Alpes y los Balcanes.

Varios fragmentos del continente evitaron ese complejo raspado y la lenta destrucción por subducción. Estas reliquias inmaculadas de Gran Adria se encuentran hoy en día en el talón de la bota de Italia, repartidas entre Venecia y Turín, y en la región croata de Istria, lo que significa que puedes ir de vacaciones a las astillas de un continente perdido.

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El líder del estudio, Douwe van Hinsbergen, experto en tectónica y geografía antigua en la Universidad de Utrecht, afirma que reconstruir este capítulo de nuestro pasado geológico es fundamental para comprender el presente.

«Todo lo que vemos a nuestro alrededor que no es madera ni tela ha sido descubierto por un geólogo en una montaña», afirma. Dentro de estas montañas pueden hallarse menas, metales y minerales que son vitales para la civilización actual y, con el paso del tiempo, los depósitos interconectados han quedado fragmentados por el pandemónium de la tectónica de placas.

Modelos como el del nuevo estudio nos permiten retroceder en el tiempo y observar cómo ocurrió esta disección. Por ejemplo, si se descubre un depósito de cobre en un país, dichas reconstrucciones nos permiten desentrañar dónde podrían haber acabado sus trozos antaño conectados, creando «mapas del tesoro» de la era moderna.

Reconstruir el rompecabezas

Recrear la evolución geológica del Mediterráneo desde el Triásico no fue tarea fácil. Desde hace ya algún tiempo, los científicos han comprendido la historia tectónica de la región, pero el laberíntico rompecabezas geológico hizo que un análisis más detallado resultara abrumador.

«El Mediterráneo es un revoltijo», afirma Robert Stern, experto en tectónica de placas de la Universidad de Texas en Dallas que no participó en la investigación.

En esta región desordenada, varios geólogos habían descubierto pistas de la existencia de un continente perdido, pero se desconocían los detalles fundamentales de su historia. Sus restos están repartidos por unos 30 países, cada uno con sus propios modelos, mapas, técnicas de prospección y terminologías. La literatura también daba al continente un abanico de posibles nombres.

Para sortear estos obstáculos, el equipo pasó 10 años recopilando un aluvión de datos geológicos y geofísicos en toda la región y los introdujo en su modelo mediante un software llamado GPlates. En los últimos 15 años, este software, que según van Hinsbergen es «relativamente a prueba de idiotas», ha permitido una visualización más detallada y el ajuste de los sistemas de tectónica de placas. La labor minuciosa del equipo reveló los capítulos restantes de la trayectoria enmarañada de este continente perdido.

Hace unos 240 millones de años, Gran Adria formaba parte del supercontinente Pangea y lindaba con el actual norte de África, España y el sur de Francia. Se separó de África 20 millones de años después y de Francia y España 40 millones de años después, convirtiéndose en un continente aislado.

Aunque su geografía no está del todo clara, es probable que se pareciera al continente casi sumergido de Zealandia, con fragmentos de tierra (en este caso, Nueva Zelanda y Nueva Caledonia) que sobresalían del mar. Quizá se pareciera a los cayos de Florida, con un archipiélago de islas no volcánicas elevadas sobre las olas.

Un esfuerzo monumental

La destrucción de Gran Adria empezó de veras hace 100 millones de años, cuando se topó con el actual sur de Europa y algunas partes se sumergieron bajo una serie de placas por toda la región. Esta subducción dispersa del continente significó que «cada trocito tenía su propia historia», afirma van Hinsbergen. «Y después acabas con el lío que es el actual Mediterráneo».

Sin embargo, «cuando los continentes desaparecen, suelen dejar huella», afirma van Hinsbergen; dicha huella incluye las cicatrices de la creación de montañas.

Las montañas pueden crearse con la colisión de dos continentes, como ocurrió con la cordillera del Himalaya. Pero no siempre se necesita una zona de colisión para crear montañas. Stern explica que la placa superior también podría haber raspado las capas superficiales de las placas que sufrieron subducción y estas raspaduras pueden acumularse y aplastarse para formar montañas.

Según van Hinsbergen, este principio fue fundamental para reconstruir el pasado del Mediterráneo. Los geólogos pueden equiparar la cantidad de restos de la creación de montañas observados en la actualidad con la longitud de la sección de la placa original que ha sido engullida por el manto subyacente, lo que les permite elaborar modelos precisos de los fragmentos de este antiguo rompecabezas.

Este trabajo «ha sido claramente una tarea monumental», afirma el geofísico Dietmar Müller, codirector del EarthByte Project de la Universidad de Sídney, el grupo de investigación que desarrolló GPlates. El esfuerzo invertido en el programa es comparable al invertido en la recreación del grupo de la historia tectónica de todo el planeta, pero lo que pierde este nuevo trabajo en magnitud lo compensa, según él, con un nivel de detalle sin precedentes.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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