El hallazgo de una cazadora prehistórica cuestiona las suposiciones sobre los roles de género

Tradicionalmente, los investigadores han pensado que solo los hombres prehistóricos cazaban, pero ¿y si las evidencias que contradicen esa idea han existido durante décadas?

Por Maya Wei-Haas
Publicado 5 nov 2020, 11:42 CET
Ilustración de una joven cazadora en los Andes

Representación artística de cómo habría sido la caza en los Andes de Sudamérica hace 9000 años. Un equipo de arqueólogos se quedó sorprendido cuando el análisis de una tumba de la época reveló que la persona enterrada, que se dedicaba a la caza, era de sexo biológico femenino.

Fotografía de Matthew Verdolivo, Uc Davis Iet Academic Technology Services

Randall Haas, arqueólogo de la Universidad de California, Davis, recuerda el momento de 2018 en el que su equipo de investigadores se congregó alrededor de la tumba excavada de un individuo enterrado en los Andes de Perú hace unos 9000 años. Junto a los huesos de un ser humano adulto había un conjunto impresionante —y numeroso— de herramientas de piedra que los antiguos cazadores habrían necesitado para capturar animales de gran tamaño, tanto para caza como para la preparación de las pieles.

«Debió de ser un gran cazador, una persona muy importante en la sociedad», pensaba entonces el equipo, cuenta Haas.

Sin embargo, los análisis posteriores revelaron una sorpresa: los restos hallados junto a las herramientas pertenecían a una persona de sexo biológico femenino. Es más, es probable que esta antigua cazadora no fuera una anomalía, según un estudio publicado en Science Advances. Al hallazgo del equipo de Haas le siguió una revisión de los estudios de enterramientos de las Américas de antigüedad similar que reveló que entre un 30 y un 50 por ciento de las personas que cazaban animales de gran tamaño podrían haber sido de sexo biológico femenino.

El nuevo estudio es el último giro en un debate de décadas sobre los roles de género en las sociedades primitivas de cazadores y recolectores. La suposición habitual era que los hombres prehistóricos cazaban mientras las mujeres recolectaban y criaban a los niños. Pero durante décadas algunos académicos han sostenido que estos roles «tradicionales» —documentados por antropólogos que han estudiado grupos de cazadores-recolectores de todo el mundo desde el siglo XIX— no se extienden necesariamente hasta nuestro pasado más remoto.

Aunque el nuevo estudio aporta un argumento sólido a favor de que la persona de Perú era una mujer cazadora, durante décadas ha habido otras evidencias a plena vista, señala Pamela Geller, arqueóloga de la Universidad de Miami que no formó parte del equipo del estudio.

«Los datos están ahí», afirma Geller. «La cuestión es cómo los interpretan los investigadores».

¿De quiénes eran las herramientas?

Cuando los arqueólogos excavaron la tumba, hallaron un conjunto variopinto de 24 herramientas de piedra. Entre ellas había puntas de proyectiles para derribar a un gran mamífero; rocas pesadas para romper huesos o despellejar; pequeños fragmentos de roca para raspar la grasa de las pieles; escamas de roca con bordes afilados que podrían haber cortado carne; y nódulos de ocre rojo que podrían haber ayudado a preservar las pieles. Esparcidos por el lugar había fragmentos de huesos de animales, como antiguos parientes de las llamas y ciervos.

En los debates iniciales sobre las herramientas, los investigadores supusieron que pertenecían a un hombre, quizá una figura importante de la sociedad o incluso un jefe del grupo. «Soy tan culpable como cualquiera», dice Haas, que ha trabajado en la región desde 2008. «Pensé que tenía sentido según mi forma de ver del mundo». Sin embargo, en el laboratorio, una inspección minuciosa de los huesos sugirió que se trataba de la fisiología de una mujer biológica. Para confirmarlo, analizaron una proteína que forma el esmalte dental y está vinculada al sexo.

Cabe destacar que el equipo no conoce la identidad de género de la persona, solo el sexo biológico (que, al igual que el género, no siempre es binario). En otras palabras, no pueden determinar si esta persona que vivió hace 9000 años se identificaba como mujer dentro de su sociedad.

Desafiando las suposiciones

El descubrimiento de 2018 desafía el binarismo de género que solemos asumir de nuestros ancestros primitivos: los hombres eran cazadores; las mujeres, recolectoras. Este supuesto viene de los estudios de los cazadores-recolectores modernos, sociedades en las que los hombres suelen ser responsables de la caza, mientras que las mujeres se encargan del cuidado de los niños, señala Kim Hill, especialista en antropología evolutiva humana de la Universidad Estatal de Arizona que no formó parte del equipo del estudio. «Mientras acechas a un ciervo no puedes para un momento para amamantar a un bebé que llora», escribe Hill por email.

Con todo, las deducciones a partir de los cazadores-recolectores modernos tienen limitaciones. Geller explica que, durante décadas, algunos arqueólogos han argumentado que la idea de los hombres cazadores y las mujeres recolectoras es simplista. «Con pocas excepciones, los investigadores que estudian los grupos de cazadores-recolectores —independientemente del contexto en el que trabajan— asumen que la división del trabajo por sexos era universal y rígida», afirma. «Y, como es de sentido común, les cuesta explicar por qué los individuos con cuerpos de sexo femenino también poseen los marcadores óseos de la caza o poseen conjuntos de herramientas de caza como ajuares funerarios».

Cuando los investigadores han hallado señales de discrepancia en el pasado, Geller cuenta que «normalmente no dicen nada, como si por ignorar las evidencias fueran a desaparecer».

Es probable que para cazar hiciera falta la mayor cantidad posible de adultos físicamente capacitados para aumentar la seguridad y la eficacia, al margen de su sexo biológico. Tras destetar a un niño, la madre podría haber ayudado en las grandes cacerías, señala Kathleen Sterling, arqueóloga de la Universidad de Binghamton que no formó parte del equipo del estudio. E incluso con bebés, cazar podría haber sido posible con la ayuda de los cuidados comunitarios.

El significado de los bienes funerarios

Tras su descubrimiento de 2018, el equipo de Haas examinó los informes de excavaciones pasadas de cazadores y recolectores primitivos de las Américas. Muchos estudios pasados han desenterrado herramientas de caza similares en enterramientos con personas de sexo biológico femenino, pero no todos los casos eran inequívocos. En algunos no se pudo determinar el sexo. En otros, era incierto si las herramientas de piedra y los restos se habían enterrado al mismo tiempo debido a las alteraciones del contexto. Y en otros, los pocos proyectiles hallados en la tumba podrían haber sido armas homicidas enterradas con sus víctimas.

Pero cuando los equipos de Haas revisaron los casos individuales de su conjunto de datos, descubrieron que, en 27 de 429 tumbas con individuos de sexo conocido enterrados con herramientas de caza, 11 eran de sexo femenino —incluidos los restos recién identificados— y 16, de sexo masculino. Estas numerosas incertidumbres (como el contexto alterado y la identificación del sexo) están presentes en enterramientos de individuos de sexo tanto masculino como femenino, afirma Haas. Incluso excluyendo los casos más inciertos, la abundancia de enterramientos con herramientas de caza es similar entre mujeres y hombres.

«Estos patrones no son lo que cabría esperar en una población si los hombres eran [los únicos] cazadores», afirma Haas.

Hill dice que aún no está convencido del todo de que la persona de sexo femenino enterrada hace 9000 años fuera cazadora en vida. Advierte que los bienes funerarios, como las herramientas de caza, podrían haber sido colocados junto a los restos por creencias simbólicas o religiosas.

¿Pertenecía el conjunto de herramientas a la persona enterrada? Sterling cuestiona que : «Normalmente no nos hacemos esta pregunta cuando hallamos estos conjuntos de herramientas junto a hombres», afirma. «Solo hacemos este tipo de preguntas cuando algo desafía nuestras ideas de género».

Geller añade: «Tienen que hacer piruetas mentales para intentar encontrar otra explicación convincente para estas cosas».

El conjunto de herramientas descubierto en la tumba de 9000 años era bastante diverso e incluía tanto instrumentos preciados (como puntas de proyectiles difíciles de fabricar) como herramientas más mundanas (como escamas de piedra que se fabrican fácilmente rompiendo rocas). Esto sugiere que las herramientas no eran un tipo de ofrenda, sino que los objetos habrían sido utilizados por la persona enterrada en vida, sostiene Haas. Sterling añade que los números también respaldan esta teroía, ya que ahora se ha descubierto que muchas mujeres habían sido enterradas con herramientas en las Américas.

Para Geller, el debate tiene repercusiones importantes en la actualidad. «Ahora mismo hay tanta disparidad de género que, si asumiéramos que existe un factor biológico que nos predispone, entonces se podría justificar esa disparidad de género», afirma. «Creo que eso es peligroso y totalmente infundado».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.
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