Entra en erupción el monte Nyiragongo, uno de los volcanes más peligrosos de África
La lava de la reciente erupción se detuvo a las afueras de la ciudad de Goma, en la República Democrática del Congo. Pero los factores geológicos y la vigilancia errática convierten al volcán en una amenaza perpetua.
Una estructura rodeada de lava el 23 de mayo de 2021, durante la erupción del monte Nyiragongo, que puede verse al fondo. Un río de lava se detuvo en las afueras de Goma, salvando la ciudad del este de la República Democrática del Congo de un desastre después de que la erupción nocturna provocara la evacuación de miles de residentes.
El monte Nyiragongo rara vez está tranquilo. El volcán montañoso en el este de la República Democrática del Congo (RDC) es uno de los pocos lugares del mundo con un lago de lava persistente burbujeando dentro del cráter de su cima.
Y a última hora del 22 de mayo, en hora local, la situación empeoró de forma abrupta: se abrieron fracturas en las paredes rocosas del volcán por las que salió lava de movimiento rápido por sus laderas. Parte se dirigió hacia la ciudad de Goma, una metrópolis a solo diez kilómetros con una población de casi 1,5 millones de personas. El cielo nocturno se tiñó de rojo carmesí mientras la lava, que a veces alcanzaba una altura de tres pisos, invadía rápidamente las calles de varias aldeas que rodeaban Goma y engullía cualquier edificio con el que se topara, prendiéndole fuego. En el momento de publicación ya se han confirmado 31 víctimas, una cifra que se prevé que aumente en los próximos días.
Dos de las erupciones recientes del Nyiragongo, en 1977 y 2002, fueron desastres en toda regla. En 1977, las estimaciones sugieren que murieron entre 600 y 2000 personas debido a las coladas de lava. En 2002, la roca fundida destruyó hasta una quinta parte de Goma, dejando a 120 000 personas sin hogar y matando a unas 250 personas por asfixia por dióxido de carbono, quemaduras y la explosión de una gasolinera provocada por la lava.
Los desastres pasados han hecho que los vulcanólogos se pongan nerviosos cada vez que el Nyiragongo muestra señales de vida. «Es uno de los volcanes más peligrosos de África», afirma Benoît Smets, experto en riesgos geológicos del Real Museo de África Central en Tervuren, Bélgica.
La reputación letal del Nyiragongo se debe a una tormenta perfecta de factores. Debido a las complejidades geológicas de la región, su lava es muy fluida y es capaz de moverse a 64 kilómetros por hora. Las erupciones también pueden enviar grandes cantidades de dióxido de carbono letal a la superficie. Esto es extremadamente preocupante, ya que millones de personas viven a la sombra del volcán.
Los escombros rodean los edificios de la aldea de Bushara, cerca de la ciudad de Goma, en la República Democrática del Congo, el 23 de mayo de 2021, tras la erupción del monte Nyiragongo.
Si a eso le añadimos la inestabilidad política y los conflictos de la región, el Nyiragongo es un volcán muy difícil de supervisar. A pesar de los esfuerzos del Observatorio Volcánico de Goma —fundado en la ciudad homónima en 1986—, no se detectaron señales de alerta antes de su última erupción.
Con todos estos factores, el monte es capaz de producir «el tipo de erupciones que realmente se temen», dice Corentin Caudron, vulcanólogo del Instituto de Ciencias de la Tierra de Grenoble, en Francia.
Una fisura tectónica
El Nyiragongo, cuya cima se alza a 3470 metros sobre el parque nacional de Virunga, en la RDC, debe su existencia a dos factores. Una es la fragmentación geológica pausada de África oriental. Una franja de tierra desde el mar Rojo hasta Mozambique está separándose: la placa de Nubia al noroeste y la placa de Somalia al sureste se desplazan en direcciones opuestas unos pocos centímetros cada década. Esta división tectónica se conoce como Rift de África Oriental.
Entre otras cosas, esta acción de separación crea vías por las que el magma puede ascender y crear volcanes. Es más, una columna de manto sólido pero muy caliente está subiendo desde una profundidad considerable para interactuar con las partes inferiores de las placas tectónicas. Esta combinación crea brebajes magmáticos extraños, afirma Christopher Jackson, geólogo de la Universidad de Manchester, en el Reino Unido.
La mayor parte de magma tiene una cantidad considerable de sílice, un compuesto que actúa como una especie de esqueleto en la roca fundida. Cuanto menos sílice, menos viscosa o pegajosa es la lava cuando entra en erupción. El magma basáltico, el material que está erupcionando de la península de Reykjanes en Islandia ahora mismo, tiene una baja proporción de sílice, por lo que es bastante líquido, pero en una superficie plana es posible escapar de él a pie.
Pero no ocurre lo mismo con la del Nyiragongo: su lava tiene tal déficit de sílice que avanza a gran velocidad por el suelo, sobre todo si sale lava a un ritmo acelerado. Si la lava entra en erupción desde una gran elevación, la pendiente pronunciada del volcán podría darle impulso y velocidad adicional.
En el punto fronterizo conocido como «Petite Barriere» en Gisenyi, Ruanda, el 23 de mayo de 2021, una persona lleva una maleta en la cabeza mientras la gente huye de Goma, República Democrática del Congo, tras la erupción del monte Nyiragongo.
El magma del volcán también es abundante en dióxido de carbono, un gas invisible e inodoro. Este gas suele emanar a la superficie a través de acuíferos por encima de masas profundas de magma desgasificado. Al ser más denso que el aire, el gas se acumula de forma inadvertida en zonas bajas. Los lugareños lo llaman mazuku, o «viento malvado».
«Mucha gente muere por el mazuku cada año en esta zona», cuenta Smets. Si el Nyiragongo expulsa magma abundante en dióxido de carbono, volúmenes peligrosos del gas también podrían salir por las fisuras e inundar algunas zonas de forma repentina.
Una emboscada volcánica
Las erupciones del Nyiragongo suelen producirse cuando la presión por la acumulación del magma o un terremoto abre fisuras en las laderas de la montaña, provocando el drenaje catastrófico del lago de lava o la erupción del magma almacenado a más profundidad,
Pero al igual que los volcanes que las forman, cada erupción tiene su propio comportamiento y propiedades, y no hay dos idénticas. Por lo tanto, la vigilancia de los volcanes para detectar señales de erupciones próximas está llena de dificultades y la última erupción del Nyiragongo es un ejemplo de estos retos.
Entre las erupciones, el cráter de la cumbre del Nyiragongo tiende a llenarse de magma, algo que ha sido así desde la erupción de 2002. En 2016, se abrió un segundo respiradero en la cumbre. En 2020, vulcanólogos trasladados por las fuerzas de paz de la ONU, que protegieron a los científicos de los rebeldes armados de la zona, observaron que el lago de lava se estaba llenando más rápido que nunca. Resultaba preocupante, pero los científicos no pueden estar seguros de si la altura del lago de lava sirve de indicador de que el volcán se prepara para entrar en erupción.
El 10 de mayo de 2021, el Observatorio del Volcán de Goma detectó un aumento de la actividad sísmica en la cima. Esto podría sugerir que se mueve magma a poca profundidad, pero no es un presagio seguro de una erupción.
Los esfuerzos del observatorio para vigilar el Nyiragongo se han visto algo obstaculizados recientemente. Algunas de sus estaciones sísmicas han sufrido robos y vandalismo, y muchas de ellas han quedado sin reparar debido al riesgo de violencia. Además, el observatorio perdió el apoyo financiero del Banco Mundial el año pasado, debido a acusaciones de malversación.
Por consiguiente, durante varios meses, los sensores remotos carecieron de conexión a Internet y no fue posible realizar mediciones periódicas in situ del volcán. A pesar de estos problemas, el observatorio, con un pequeño presupuesto del gobierno de la RDC, y cooperando con otros socios internacionales, siguió esforzándose por vigilar el Nyiragongo.
Al final, el volcán entró en erupción de forma inesperada, sin dar ninguna pista geológica clara de que estuviera a punto de estallar. «No hubo absolutamente ningún precursor de esta erupción», dice Smets. «Nadie podría haberla detectado» con antelación.
La erupción del fin de semana sorprendió a una ciudad atormentada por los desastres pasados del Nyiragongo. Por pura suerte, la lava no afectó a Goma. Para el domingo por la mañana, la erupción había perdido intensidad. La lava se detuvo a menos de 300 metros del límite de Goma, dejando a su paso un río congelado y siseante de roca volcánica.
Con todo, la tragedia afectó a 17 aldeas cercanas, que sufrieron incursiones de lava que provocaron la pérdida de cientos de viviendas, una escuela, tres centros sanitarios y una tubería de agua. Se sabe que dos personas murieron quemadas, nueve fallecieron en una colisión de tráfico durante la evacuación caótica y cuatro prisioneros fueron asesinados cuando intentaron escapar de sus celdas.
Un futuro de fuego
El Nyiragongo todavía hace mucho ruido sísmico, y algunos terremotos importantes sacuden la región, lo que sugiere turbulencias subyacentes. Pero los científicos no saben si se producirá otra erupción dentro de poco.
El pasado fin de semana es la primera vez que estaba en funcionamiento un amplio conjunto de equipo de vigilancia —y no el pequeño grupo de estaciones sísmicas del pasado— durante una erupción del Nyiragongo. Es una gran noticia para quienes quieren estudiar la actividad geológica actual, pero sin datos previos con que compararla, es difícil interpretar la reciente actividad volcánica. Pero Caudron dice que estos registros serán valiosísimos para los científicos que trabajan para comprender los mecanismos del volcán antes de la próxima erupción.
No cabe duda de que, al final, el Nyiragongo volverá a entrar en erupción. La próxima vez, la lava podría arrasar Goma. Si la actividad volcánica subacuática perturba el lago Kivu, que está en la zona, cantidades considerables de dióxido de carbono podrían inundar sus orillas. Y si el magma se desplaza bajo tierra a otras partes, podría abrirse un nuevo respiradero volcánico en medio de la ciudad.
Los riesgos abundan y son omnipresentes alrededor de este volcán hiperactivo. Goma, junto con Gisenyi —una ciudad ruandesa contigua a Goma— corren un peligro casi perpetuo.
Pero se trabaja de forma constante para mejorar la comprensión de los científicos, desde determinar la frecuencia de sus erupciones hasta cartografiar las futuras vías probables para el flujo de lava, explica Matthieu Kervyn, experto en riesgos naturales de la Universidad Libre de Bruselas, en Bélgica.
Revele lo que revele la ciencia, es probable que los residentes de la ciudad no puedan mudarse a otra parte más segura, ni siquiera aquellos que vivan en las posibles vías futuras de la lava. Si la lava vuelve a desplazarse por las calles de Goma, podría provocar graves daños y traumas duraderos a millones de personas.
Pero quizá la reciente proximidad a la destrucción generalizada dé lugar a una iniciativa de mitigación renovada, más investigaciones científicas sobre el terreno, una vigilancia más activa y una planificación urbana renovada en las zonas de mayor riesgo.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.