Diversidad genética de las judías: el 3 en 1 de salud, ciencia ciudadana y cambio climático
Un nuevo experimento ciudadano a nivel europeo trata de revertir la pérdida de biodiversidad en las legumbres y poner el foco en sus beneficios dietéticos y en la lucha contra el cambio climático.
El experimento científico ciudadano enmarcado en el proyecto INCREASE, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, se centra en la especie Phaseolus vulgaris.
Judías, lentejas, alubias, garbanzos, fabes o habichuelas. Entre sus mil variedades y nombres, las legumbres son un alimento milenario saludable, muy sostenible y rico en proteínas que, a lo largo de las últimas décadas, ha visto reducida tanto su presencia en nuestra dieta como su biodiversidad.
En la península ibérica tenemos un gran número de variedades de judías que preservar, ya que fue el primer territorio europeo donde comenzó a cultivarse esta especie, originaria de América, y por tanto donde se adaptó al continente.
“Si bien es cierto que en los últimos años hay de nuevo una tendencia al alza en el consumo de legumbres, está muy lejos de lo que consumíamos hace décadas”, explica Cristina Nieto, investigadora del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en el Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA).
En 2016, se celebró el año internacional de las legumbres y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) marcó el 10 de febrero en el calendario como el Día Mundial de las Legumbres por ser clave en la producción sostenible de alimentos, la seguridad alimentaria y la nutrición. Sin embargo, “en general, nuestra dieta ha cambiado y hemos sustituido las legumbres por, por ejemplo, pasta, que es mucho más fácil y rápida de cocinar”, explica Nieto.
La agrobiodiversidad de las leguminosas
Además de la disminución de su consumo, este también se concentra en una cantidad concreta de variedades. La biodiversidad de las especies cultivadas ha disminuido porque se cultivan principalmente variedades comerciales, que son más productivas, pero con una diversidad genética menor.
“La diversidad genética es la “hucha” en la que guardamos cuidadosamente nuestra capacidad de adaptación”
Para evaluar la diversidad genética de las leguminosas que cultivamos en Europa se ha puesto en marcha, de la mano del CSIC, el proyecto europeo INCREASE, donde participan 14 países que aportan semillas de las variedades tradicionales que tienen conservadas en los bancos de semillas.
“Estas variedades han ido sustituyéndose en los últimos 50 años por las comerciales que son más productivas. Pero las variedades tradicionales o locales son aquellas que están muy adaptadas a las zonas donde han sido cultivadas y son una fuente muy rica de diversidad genética”, explica Nieto.
El equipo de investigadores evalúa la diversidad en ensayos de campo en los que se analizan las características físicas de las plantas y en ensayos moleculares para saber qué diferencias presentan los genomas de cada una de ellas. “Combinando estos dos tipos de datos, podremos saber con bastante precisión la diversidad genética de las especies con las que trabajamos”.
Biodiversidad frente al cambio climático
Conservar la biodiversidad es esencial para asegurar que los seres vivos tengan la capacidad de adaptarse al medio que les rodea, es decir, de evolucionar, según explica la experta. “En el caso de las plantas cultivadas, tenemos que asegurarnos de que tenemos la suficiente diversidad genética para que, ante situaciones de aumento de temperatura, sequías prolongadas, aparición de nuevas plagas y enfermedades, etc., tengamos variedades que sean capaces de responder ante estos retos”.
Las variedades comerciales que consumimos hoy ofrecen un gran rendimiento, pero presentan muy poca diversidad genética, lo que las hace muy vulnerables ante amenazas como nuevas enfermedades o el cambio climático y pone en riesgo nuestra seguridad alimentaria.
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Por eso es fundamental preservar y estudiar a fondo las variedades locales que han ido dejándose de cultivar o cuyo cultivo se ha visto limitado. Adaptadas a entornos y condiciones muy dispares, estas variedades pueden contener la clave genética para hacer frente a esas amenazas.
Garantizar la seguridad alimentaria
“La disminución de la diversidad genética compromete seriamente la seguridad alimentaria”, explica Nieto. “Tenemos que disponer de 'cultivos resilientes”, capaces de hacer frente a los cambios provocados por el calentamiento global o de adaptarse a condiciones de cultivo poco favorables”.
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La conservación y caracterización de las variedades tradicionales nos permite tener las herramientas para hacer uso de la diversidad genética, sin ella no podríamos introducir las características que nos interesan en las variedades comerciales. “La diversidad genética es la “hucha” en la que guardamos cuidadosamente nuestra capacidad de adaptación”.
Aunque los problemas derivados de la falta de diversidad afectan a todos los cultivos, este proyecto se centra en las legumbres porque la Unión Europea quiere fomentar su cultivo debido a que aportan proteína de alta calidad a la dieta humana y a los piensos para alimentación animal, según explica la experta. “Además, las leguminosas tienen la excelente capacidad de fijar nitrógeno atmosférico e incorporarlo al suelo, con lo cual se reduce la necesidad de fertilizantes en los cultivos”.
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Agricultura ciudadana
En este contexto arranca el proyecto INCREASE, que invita a la ciudadanía a implicarse en la conservación, investigación y difusión de variedades tradicionales la especie Phaseolus vulgaris, garbanzos (Cicer arietinum), lentejas (Lens culinaris) o altramuces (Luoinus albus y L. mutabilis) en 28 centros de investigación de 14 países, como el Centro de Recursos Fitogenéticos (CRF) del INIA-CSIC.
Sin embargo, el estudio también tiene lugar en los balcones, huertos o jardines de todas aquellas personas que participan en su experimento de ciencia ciudadana. “Las personas que se inscriban para participar en el experimento de ciencia ciudadana, recibirán 6 variedades de judías. Una variedad comercial de control, igual para todos los participantes y 5 variedades tradicionales que pueden provenir de cualquier país europeo de los que participan en el proyecto”, explica Nieto.
“Así podremos saber si una determinada variedad florece antes en Málaga o en Berlín, qué altura alcanza, cuántas semillas da... Pero lo más importante es que los ciudadanos se sientan implicados en el proyecto, que sepan que su participación en importante para los investigadores y tomen conciencia de la importancia de mantener la biodiversidad”, concluye Nieto incidiendo en la importancia de fomentar y revalorizar el cultivo de leguminosas en Europa y reincorporarlas a nuestra dieta, algo que conlleva beneficios para la agricultura y para nuestra salud.