¿Hay una forma 'correcta' de leer?
Aunque el español promedio dedica entre una y diez horas semanales a leer, pasa más horas conectado a Internet o viendo la televisión.
¿Cómo lees? Algunas personas sólo leen los diálogos, mientras que otras se saltan partes largas del texto o sólo leen la primera y la última frase de un párrafo. Otros afirman leer cada palabra y repasan la misma sección dos o tres veces para asegurarse de que no se les escapa nada.
La era digital ha influido profundamente en nuestra forma de leer. El Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros en España muestra que, a pesar de disponer de tiempo libre, cuatro de cada 10 españoles no lee nada en absoluto. Y aunque el auge de ciertos hashtags y modas en redes sociales probablemente ha ayudado a aumentar las ventas de libros en los últimos años, otro estudio sugiere que el español promedio lee alrededor de un libro completo por trimestre.
Los expertos afirman que la enorme cantidad de información a nuestro alcance ha cambiado nuestra forma de asimilarla. En Internet, los estadounidenses, por ejemplo, reciben el equivalente en datos a 174 periódicos al día y dedican una media de 55 segundos a leer un artículo.
Hoy en día, los estudios sugieren que pasamos más tiempo hojeando (es decir, leyendo por encima) y escaneando que leyendo detenidamente. Algunos expertos lamentan la pérdida de nuestra capacidad para leer despacio y en profundidad, mientras que otros afirman que es posible recuperarla con un poco de práctica. ¿Existe una forma “correcta” de leer? He aquí lo que dicen algunos expertos al respecto.
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Lo bueno de leer por encima
Según los expertos, leer por encima (es decir, saltar palabras y secciones para captar la idea principal de un texto) es una estrategia de lectura habitual. Según Daniel Willingham, psicólogo de la Universidad de Virginia (Estados Unidos), eso está muy bien, siempre y cuando la ojeada o el escaneo no impidan la comprensión.
A la hora de pensar en la mejor manera de leer un texto, los expertos en lectura dicen que primero hay que tener en cuenta qué se quiere obtener de ella. Si tu objetivo es leer por placer o terminar en poco tiempo, hojear es una forma estupenda de hacerse una idea general de lo que dice un texto, dice Joanna Christodoulou, profesora del departamento de Ciencias y Trastornos de la Comunicación del Instituto de Profesiones Sanitarias del MGH de Boston (EE. UU.). La lectura por encima es suficiente para la mayoría de las lecturas de playa, por ejemplo, que no nos obligan a recordar detalles de una escena ni a abordar muchas palabras complejas o desconocidas. El objetivo no siempre tiene que ser explícito. Ojear puede llevarnos a comprender algo “de un tirón”, por lo que intentar ponernos al día con las noticias puede llevarnos a hojear, escanear y saltar de un artículo a otro, dice Christodoulou.
La familiaridad de una persona con el tipo de texto que lee puede influir en la estrategia que utiliza para leer, afirma Christodoulou. Alguien que lea muchas novelas de misterio, por ejemplo, puede acostumbrarse a la estructura y los sentimientos que provoca el texto y, por tanto, ser capaz de omitir o leer por encima secciones y seguir entendiendo lo que ocurre. Del mismo modo, si lees muchos libros sobre un tema concreto, como historia del arte, es posible que te familiarices con la terminología. Eso puede mejorar la eficacia de la lectura y la capacidad de retención, afirma Christodolou. Los estudios sugieren que la única forma de mejorar la velocidad de lectura sin perder comprensión es aumentar el vocabulario.
¿Qué es la “lectura atenta”?
Los expertos suelen contraponer la lectura por encima del texto a la lectura “atenta”, en la que el lector relaciona la nueva información con sus conocimientos previos, se hace preguntas y profundiza en la comprensión del texto (aunque la definición exacta es controvertida). Algunos estudios han demostrado que una sesión de lectura atenta o detallada provoca una actividad cerebral más generalizada que la de la lectura por encima.
Por ejemplo, un estudiante de posgrado puede leer un texto detenidamente para poder recordar la información cuando ya no tenga el material delante, explica Christodoulou.
Sin embargo, algunos expertos sostienen que la distinción entre lectura atenta y lectura por encima (o escaneado) puede no ser tan útil. Inge van de Ven, profesora asociada de Estudios Culturales de la Universidad de Tilburg (en los Países Bajos), sostiene que, durante la lectura “atenta”, los lectores modulan su atención y utilizan tanto la lectura por encima como la lectura atenta para comprender un texto. Los estudios demuestran que los lectores ávidos suelen hojear partes de una novela o saltársela.
Según Willingham, comprender un texto en profundidad tampoco significa leer cada palabra en orden, como podría sugerir el término “lectura atenta”. De hecho, puede ser totalmente no lineal e implicar releer palabras o algunas secciones del texto.
Se cree que la lectura atenta suele requerir una atención más concentrada y más tiempo, por lo que mantener esa concentración puede resultar difícil. “La atención es algo que siempre escasea”, afirma van de Ven.
Para las lecturas que requieren una atención más sostenida, puede ser útil reducir al mínimo las distracciones y concentrarse correctamente, afirma Christodoulou. Los estudios demuestran que nuestros teléfonos (sobre todo los mensajes de texto) pueden ser una importante fuente de distracción.
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¿Ha disminuido nuestra capacidad de lectura?
En los últimos años, algunas investigaciones han sugerido que la lectura en pantallas conduce a una lectura más superficial, ya que la mayoría de los medios digitales, desde los comentarios en redes sociales a los artículos en línea, tienden a ser fragmentos de texto relativamente cortos. Algunos expertos sostienen que esto ha alterado nuestra capacidad de profundizar en textos largos y, en consecuencia, la lectura atenta está en declive. Los investigadores de la enseñanza superior han especulado con que esto ha tenido un efecto perjudicial en las capacidades cognitivas de los lectores, sobre todo de los más jóvenes, y ha afectado negativamente a nuestra capacidad de atención. Sin embargo, se trata de un tema muy debatido, ya que algunos sostienen que aún no sabemos lo suficiente como para determinar el impacto de la creciente tendencia de los lectores a hojear.
“Se habla mucho de que las redes sociales han destruido nuestra capacidad de atención. Ninguno de nosotros lo sabe, porque se trata de un problema de investigación muy difícil. No hay ningún control que podamos hacer”, afirma Willingham.
Willingham teoriza que es probable que nuestros hábitos de lectura cambiantes no se deban a que nuestra atención se haya degradado; eso, dice, tendría profundos efectos en otras áreas de la cognición, como la memoria. Pero como Internet nos brinda la oportunidad de un entretenimiento sin fin, nuestra disposición a concentrarnos en un texto podría estar disminuyendo, afirma. También existe la sensación de que necesitamos consumir información rápidamente, porque hay mucha, añade. Sin embargo, es optimista y cree que la mayoría de la gente puede aprender, con práctica, a leer con atención.
“La mente quiere probar cosas diferentes y ver qué ocurre en su entorno. Y, en cierto modo, mantener la atención en lo mismo durante periodos de tiempo muy largos no es necesariamente un estado natural”, afirma Willingham. No te sorprendas si estás leyendo un denso tomo literario y te distraes, añade: “A todo el mundo se le da mal mantener la atención”. Pero, como pasa con cualquier otra práctica, resulta más fácil cuanto más lo hagas.
En general, la trayectoria lectora de cada persona es única, subrayan los expertos. Su motivación y sus habilidades pueden ser diferentes, así que no es de extrañar que la gente emplee diversas estrategias de lectura, explica Christodolou. Quizá no sea útil contraponer los conceptos de lectura por encima y lectura atenta, sino entender que ambos estilos son importantes para aprender y consumir contenidos, sobre todo en la era digital.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.