Los niños que abusen del azúcar sufrirán las consecuencias durante el resto de sus vidas
Los niños de hoy en día consumen mucho más azúcar del recomendado, pero los efectos van más allá de la infancia. Una nueva investigación ha revelado formas sorprendentes en que la exposición temprana al azúcar influye en la salud a largo plazo.
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No son sólo los caramelos. Hoy en día, muchos de los alimentos que comen los niños contienen azúcares añadidos. Comer todo ese azúcar de niño puede tener repercusiones en la salud desde la infancia hasta la edad adulta.
Todos los padres se tienen bien aprendido que el exceso de azúcar puede perjudicar la salud de sus hijos, pero quizás no todos sean conscientes de hasta qué punto esta afirmación es cierta: cada vez hay más investigaciones que inciden en lo perjudicial que es el azúcar en el crecimiento del niño, incluso cuando ya está en fase adulta. Un reciente estudio publicado en la revista Science ha revelado que los peligros del azúcar persisten hasta la edad adulta, y que la hipertensión y la diabetes de tipo 2 son más frecuentes en los adultos que son expuestos a un mayor consumo de azúcares añadidos a edades tempranas. Los resultados de este y otros estudios dejan claro que el punto óptimo de consumo de azúcar está muy por debajo de lo que muchos niños toman actualmente.
Aunque el exceso de azúcar también perjudica a los adultos, parece ser especialmente problemático en la edad en la que se forman las preferencias alimentarias. “Si has estado expuesto a alimentos dulces a una edad temprana, es probable que los prefieras durante toda tu vida más que alguien que no lo ha estado”, dice Tadeja Gracner, científica de la Universidad del Sur de California, coautora de la investigación.
El azúcar está presente de forma natural en algunos alimentos, como la fruta, pero a menudo se añade durante el procesado o la preparación. Aunque la Organización Mundial de la Salud desaconseja que un niño tome más de 25 gramos de azúcar, las cifras de consumo en países desarrollados son alarmantes. Los niños españoles duplican ese límite, con una ingesta de hasta 55 gramos de azúcar de media, mientras que en Estados Unidos la cifra directamente se dispara a los 81 gramos de azúcar de media por niño (es decir, 17 cucharaditas de azúcar añadido al día, casi 300 calorías).
Esta cifra supera con creces el 10% de calorías en azúcares añadidos que recomiendan las autoridades dietéticas para los niños mayores de dos años, y está muy lejos del ideal de menos del 5% de calorías totales que sugiere la Organización Mundial de la Salud. El diez por ciento equivale aproximadamente a entre 100 y 200 calorías, según la edad del niño. Y en cuando a los niños menores de dos años, no deberían tomar absolutamente nada de azúcares añadidos.
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Reducir el consumo infantil es un objetivo clave de las metas Healthy People 2030 (Gente Sana 2023) del Gobierno estadounidense. Pero reducir las cifras es todo un reto en una sociedad en la que el azúcar es omnipresente, y no sólo en el pasillo de los caramelos. El azúcar aparece en refrescos, cereales de desayuno, muchos alimentos procesados y aperitivos de sabor salado, e incluso en alimentos infantiles. Que los niños y los dulces son una combinación natural está tan aceptado que en algunas consultas de pediatría se reparten piruletas.
“No es que nunca debas darle un capricho a tu hijo”, dice Gracner. Pero su investigación y otras dejan claro que “reducir el azúcar añadido a una edad temprana es poderoso para abordar la salud a largo plazo.”
Un experimento ideal en el mundo real
Para estudiar el impacto del consumo de azúcar en edades tempranas, Gracner y sus colegas encontraron un experimento natural único. Durante la Segunda Guerra Mundial, el Reino Unido puso límites estrictos a la cantidad de azúcar y dulces que la gente podía comprar. Este racionamiento se mantuvo hasta 1953, mucho después de que hubieran pasado los efectos sobre la salud que podrían atribuirse a la guerra.
Los investigadores compararon a los niños nacidos justo antes del fin de las restricciones con los concebidos o nacidos poco después. Dado que el consumo de azúcar se duplicó poco después de que se levantara el racionamiento, era posible suponer con seguridad que este último grupo fue alimentado con mucho más azúcar durante sus primeros años.
Utilizando una extensa base de datos sanitarios del Gobierno británico, se hizo un seguimiento de la salud de unos 60 000 de estos niños décadas después. Los expuestos a la cantidad racionada presentaban un 35% menos de riesgo de diabetes y un 20% menos de riesgo de hipertensión en la edad adulta que los nacidos en un mundo sin restricciones de azúcar.
Estos resultados concuerdan con los hallazgos de que las condiciones en el útero y en los primeros años de vida sientan las bases de la salud o la enfermedad en el futuro.
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El azúcar también perjudica a los niños a una edad temprana
Otras investigaciones dejan claro que el consumo excesivo de azúcar también afecta a la salud de los niños cuando aún son pequeños.
Por un lado, los alimentos azucarados son densos en calorías, lo que contribuye a que uno de cada cinco niños estadounidenses (incluido el 13% de los niños de dos a cinco años) padezca obesidad, asociada a una serie de problemas de salud (en España la obesidad se da en uno de cada diez niños).
En un informe científico publicado en diciembre, el comité gubernamental encargado de actualizar las directrices de nutrición concluyó que exponer a niños y adolescentes a menos bebidas azucaradas y aperitivos (junto con menos aperitivos salados y menos carnes rojas y procesadas) está “asociado con [un]... menor riesgo de obesidad”.
El exceso de azúcar añadido también está relacionado con el aumento de la tasa de diabetes tipo 2 en niños. Especialmente en Estados Unidos, donde esta antigua “enfermedad de adultos” afecta ahora a casi 50 000 niños. Los estudios demuestran que cada ración diaria de 23 centilitros de bebidas azucaradas (incluidos los zumos 100% de fruta) consumida por niños se asocia a un aumento del 34% de la resistencia a la insulina. Por el contrario, los altos niveles de insulina disminuyeron después de sólo nueve días cuando los investigadores redujeron la ingesta de azúcar al 10% de la dieta de 43 niños negros y latinos con obesidad. Esos mismos niños también vieron cómo su grasa hepática disminuía significativamente tras la reducción, lo cual es importante porque esta grasa puede impedir la función hepática y provocar cáncer y otras enfermedades.
Otros efectos sobre la salud de los niños que consumen demasiado azúcar son que las niñas tienen su primera menstruación antes que las demás y, por supuesto, un mayor índice de caries.
Una cosa que no hace el azúcar es volver hiperactivos a los niños, una teoría muy extendida hace décadas que quedó descartada por las investigaciones de los años noventa. Pero sí que puede provocar otros problemas cognitivos. Un estudio realizado en ratas adolescentes macho descubrió alteraciones de la atención y un aumento de la impulsividad en las que habían recibido mucha fructosa cuando eran bebés.
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Pequeñas cantidades de azúcar pueden tener grandes efectos
No hace falta mucho azúcar para inducir este tipo de efectos negativos para la salud. Cuando un grupo de adultos jóvenes consumió diversas cantidades de azúcar en bebidas azucaradas durante dos semanas, los que recibieron el 25 por ciento de sus calorías diarias como azúcar añadido experimentaron los mayores aumentos de grasa hepática y niveles de colesterol en sangre; pero el problema también apareció en personas que consumieron sólo el 10 por ciento.
“Me sorprendió ver diferencias en ese grupo”, afirma Kimber Stanhope, bióloga nutricional de la Universidad de California, que dirigió la investigación. Aunque la investigación de Stanhope es en adultos, cree que los resultados serían similares para la mayoría de los niños, excepto para los que son extremadamente activos físicamente, en los que el azúcar podría utilizarse como energía.
El jarabe de maíz rico en fructosa que se encuentra en la mayoría de las bebidas azucaradas y en muchos alimentos ultraprocesados (que combina dos azúcares, fructosa y glucosa) parece especialmente problemático para el hígado, afirma Stanhope. Esto se debe a que una enzima limita la cantidad de glucosa que puede enviarse al órgano desde los intestinos de una sola vez, pero no existe la enzima correspondiente para la fructosa. Cuando entra tanta cantidad a la vez, “gran parte acaba almacenándose en forma de grasa en el hígado”, afirma.
Cómo convertirse en un detective del azúcar
Reducir el consumo de azúcares añadidos de tu hijo es difícil. Hay que empezar por ponerse el sombrero de Sherlock Holmes, dice Joshua Tarkoff, endocrinólogo pediátrico del Nicholas Children's Hospital de Miami, que suele aconsejar a los padres sobre cómo reducir el consumo. Leer las etiquetas sólo es útil cuando te das cuenta de que el azúcar recibe docenas de nombres en las listas de ingredientes de los productos, como maltosa, dextrosa, jarabe de maíz de alta fructosa e incluso concentrado de zumo de fruta natural, “que puede sonar bien aunque no lo sea”.
Exigir a las empresas que hagan las etiquetas más claras podría ayudar. Un estudio reveló que la colocación de simples advertencias gráficas en las bebidas azucaradas reducía las compras de los padres en un 17%. Pero mientras tanto, centrarse en determinados tipos de alimentos podría ayudar a los padres a sortear los dilemas del azúcar. Las galletas y los caramelos son objetivos obvios, pero también existen muchos otros alimentos cargados de azúcar añadido que podrían resultar menos obvios.
Anima a los niños a beber más agua y menos bebidas azucaradas, sobre todo porque casi dos tercios toman una o más de estas bebidas a diario. “Si toman zumo en el desayuno, leche con chocolate en la comida, Gatorade después del colegio y refresco en la cena, tienen cientos de calorías, y no se sienten saciados”, dice Tarkoff. No te fíes de las etiquetas que indican que un zumo es 100% natural o rico en vitamina C, ya que, según los estudios, inducen a los padres a pensar que la bebida es menos nociva de lo que es.
El desayuno también es un culpable habitual. Los cereales del desayuno envasados que muchos niños toman son en realidad “un postre semilíquido”, dice Tarkoff. Optar por avena natural (no instantánea) con fruta puede reducir el azúcar por la mañana.
Los tentempiés que los niños toman a lo largo del día plantean un reto mayor, ya que la mayoría contienen grandes cantidades de azúcar. Lo mismo ocurre con la comida rápida. “La naturaleza hizo que el azúcar fuera difícil de conseguir; el hombre lo hizo fácil”, dice Tarkoff. Los alimentos procesados pueden ser cómodos, pero cuantos más alimentos integrales y comidas caseras coma un niño, inevitablemente, menos azúcar consumirá.
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También es útil evitar darle a un niño una golosina azucarada para calmar el disgusto de una caída o una pelea con otro niño. “La gente puede volverse adicta al consuelo que le proporciona su comida favorita rica en azúcar”, una mentalidad que puede empezar en la infancia, dice Stanhope.
Aunque podría resultar tentador recurrir a los edulcorantes artificiales, estos conllevan sus propios riesgos. El edulcorante común sucralosa, por ejemplo, se ha relacionado con la obesidad, así como la inflamación del hígado y daños a los microbios intestinales beneficiosos, de acuerdo con una revisión publicada en 2024.
Aun así, restringir por completo los azúcares añadidos no es realista. Durante los primeros años de vida de un niño, los padres son los guardianes de la nutrición, pero esa burbuja estalla muy pronto. “El objetivo es tratar de enseñar límites a los niños: cuándo comer azúcar y cuánto”, dice Gracner. “La esperanza es que, cuando estén fuera de casa y puedan comer lo que quieran, tengan en cuenta las preferencias que les ayudaste a establecer en los primeros años de su vida".
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.
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