¿Cómo actúa la heroína? La posible causa de la muerte de Philip Seymour Hoffman

Por Redacción National Geographic
Una vigilia fuera del apartamento del aclamado actor, donde fue encontrado muerto con una jeringuilla en el brazo.

6 de febrero de 2014

Cuando oímos la palabra «sobredosis» pensamos que alguien esnifó, se inyectó o consumió demasiada droga. Sin embargo, la sobredosis de heroína, como la que pudo haber acabado con la vida del actor Philip Seymour Hoffman, es más complicada que eso.

La sobredosis de esta droga se produce porque ésta altera las neuronas del cerebro, pero esas alteraciones ocurren en distintas partes del cerebro y a diferentes velocidades. El centro del placer, cada vez más difícil de satisfacer, pide más droga; sin embargo, los centros que controlan la respiración y el ritmo cardíaco no tienen la misma tolerancia y piden, por el contrario, que no se consuma más.

«Al aumentar la dosis, el adicto tiene una rápida tolerancia a la respuesta eufórica, pero no tanta a la respuesta respiratoria», afirma David Smith, especialista en tratamiento de adicciones y fundador de una clínica de San Francisco.

Además, debido a que la heroína es una sustancia ilegal, no es posible saber lo que contiene una bolsa de plástico con la droga: ¿Heroína pura? ¿Cortada con azúcar o almidón? ¿O heroína con sustancias más fuertes como el fentanilo, un opiáceo similar a la heroína pero mucho más potente?

«Cada vez que alguien se inyecta heroína, corre el riesgo de sufrir una sobredosis», afirma Jack Stein, del Instituto Nacional de Consumo de Drogas de Estados Unidos.

El número de consumidores de heroína ha pasado de 373.000 en 2007 a 669.000 en 2012, es decir, un aumento del 80 %.

¿Cómo actúa?

Cuando se inyecta, la heroína atraviesa la barrera hematoencefálica, se transforma en morfina y activa el receptor opioide. A los siete u ocho segundos, el consumidor siente un subidón de euforia; después entra en un estado, que dura varias horas, en el que alterna momentos de somnolencia y de actividad.

La experiencia placentera no se repite durante un consumo prolongado, más bien se convierte en el recuerdo que persigue el adicto de forma obsesiva. «Las drogas secuestran el cerebro y se deja de sentir placer. El adicto que consume drogas para sentirse genial tiene suerte si consigue sentirse un poco mejor», añade Stein.

La experiencia del consumo de heroína cambia el cerebro de forma permanente. Las personas como Hoffman, que afirmó que estuvo limpio durante más de 20 años antes de recaer, siempre pueden volver a consumir, una y otra vez. «Las drogas tienen un efecto muy potente sobre la memoria», afirma Stein.

Es posible que Hoffman fuera víctima de la dudosa composición de la heroína de la Costa Este de Estados Unidos: «Tenemos informes de Pensilvania, Vermont, Maryland y de toda la zona sobre heroína mezclada con fentanilo», comenta Stein. «Así, los consumidores reciben dosis mucho más fuertes de lo esperado».

Además, cuando alguien se recupera y recae varias veces, como les pasa a muchos, le resulta más difícil calcular su nivel de tolerancia. «Es como la alergia a las abejas: cuando te pican, la reacción es muy intensa, y cada vez que ocurre es peor que la última vez».

Con demasiada heroína, el cerebro deja de mandar mensajes automáticos para que el corazón siga latiendo y la persona respirando, por lo que ésta muere de sobredosis.

Terminamos con una idea trágica: si Hoffman no hubiera estado solo, es posible que se hubiera salvado. La naloxona es un opiáceo inyectable que los paramédicos suelen llevar en las ambulancias. «Puede dar resultados milagrosos», afirma Stein.

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