24 de marzo de 2014
Llevó décadas demostrar que fumar provoca cáncer, enfermedades cardíacas e incluso la muerte, y varios años más afirmar que los fumadores pasivos sufren consecuencias similares.
Ahora, los científicos están preocupados por el llamado «humo de tercera mano», el humo que se pega a las superficies y objetos y que dejan los fumadores incluso años después de apagar la última colilla.
Se ha descubierto que ese humo residual se mezcla con contaminantes del ambiente, como el ácido nitroso, creando nuevos compuestos. Así, el humo de tercera mano se mezcla con el polvo, se instala en alfombras y muebles y llega incluso a colarse por los poros de la madera y el yeso. Se queda en el aire, la piel, la ropa y uñas de los fumadores, por lo que, por ejemplo, los padres que salen al balcón a fumar, cuando vuelven y cogen a los niños los exponen al humo de tercera mano. Los nuevos compuestos son muy difíciles de limpiar, permanecen durante mucho tiempo y pueden ser cancerígenos.
Uno de estos compuestos, una nitrosamina específica del tabaco, daña el ADN y puede causar cáncer. «El humo de tercera mano daña nuestro material genético», afirmó Bo Hang, del Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley, en la conferencia de presa en la que se presentaron los resultados de la investigación. «Y la contaminación se vuelve cada vez más tóxica con el tiempo».
De momento no se sabe, por ser un campo de investigación relativamente nuevo, cuánto tiempo duran estos compuestos. «En hogares en los que no han vivido fumadores durante 20 años hemos encontrado restos en el polvo y en las paredes», señala Neal Benowitz, de la Universidad de California.
Los científicos afirman que los bebés y niños son más vulnerable a los efectos del humo residual. Gatean, se duermen en alfombras y muerden muebles, que pueden estar contaminados.
Además de la posibilidad de que provoque cáncer, el humo de tercera mano podría ser responsable de otros problemas de salud, como ataques de asma o reacciones alérgicas.
Los trabajadores de los hoteles que barren, pasan el aspirador, cambian las sábanas y quitan el polvo de las habitaciones están más expuestos a altas dosis de humo de tercera mano que los clientes que se alojan un par de noches. Los expertos no han calculado aún la exposición necesaria para provocar riesgos de salud ni tampoco lo que implican éstos, pero todo bar, restaurante o coche de alquiler en el que se permitía fumar en el pasado puede contener todavía restos de humo residual. Ese riesgo lo corren también las personas que viven en casas que pertenecían antes a fumadores.
Además, resulta muy difícil de eliminar. Los expertos ofrecen algunas sugerencias, como limpiar en profundidad con detergente, repintar el espacio o limpiar el sistema de ventilación. Sin embargos, algunos insisten en que es imposible acabar con los restos a menos que se cambien el suelo y las paredes.