Dos transbordadores espaciales soviéticos permanecen abandonados en un desierto de Kazajistán
Un vídeo nos revela imágenes espectaculares de los restos de un programa espacial de la Guerra Fría.
Dos transbordadores de la época soviética escondidos en un solitario hangar en el cosmódromo de Baikonur, en la estepa de Kazajistán, permanecen en silencio, acumulando polvo, excrementos de pájaro y óxido. Atraen la atención de fotógrafos ansiosos por acceder en secreto a las ruinas, como es el caso de Alexandar Kunas, quien recientemente ha grabado parte de su viaje a la cueva donde se encuentran las naves abandonadas.
Uno de los transbordadores, llamado Ptichka, nunca ha llegado al espacio. El otro, un vehículo de prueba, jamás estuvo diseñado para volar.
Se trata de un final poco ceremonioso para estos iconos olvidados que en su día formaron parte de un programa espacial del que enorgullecerse. Los transbordadores espaciales se diseñaron y construyeron entre las décadas de 1970 y 1980 como parte del intento de la Unión Soviética de superar los orbitadores alados de Estados Unidos. Los transbordadores soviéticos fueron concebidos, además de para ser capaces de volar por sí mismos, para poder transportar al espacio una carga de peso muy superior que, posteriormente, sería empleada en la construcción de estaciones espaciales y armamento.
Pero esto jamás sucedió.
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Víctima de los últimos días de la Guerra Fría y del hundimiento de la economía soviética, el programa de los transbordadores nunca llegó a despegar, a pesar del éxito del vuelo en 1988 de un orbitador no tripulado llamado Buran, cuyo nombre podría traducirse como «tormenta de nieve» o «ventisca».
Buran se convertiría en el único orbitador soviético que ha despegado desde la Tierra y llegado al espacio. En 1993, Boris Yeltsin canceló el programa por completo, abandonando algunas de las naves en un hangar, dejando que se pudrieran, mientras que otras se destinaron a exposiciones en eventos como los Juegos Olímpicos de Verano de Sídney o lugares como el parque Gorki de Moscú.
Buran, el transbordador que realmente llegó a volar, quedó destruido en 2002 cuando el hangar en el que se encontraba se derrumbó tras un terremoto, causando la muerte de ocho personas. Ptichka y el otro transbordador de prueba permanecen en Baikonur, atrayendo la atención de aquellos que disfrutan visitando las reliquias enmohecidas de la Guerra Fría y de aquel antiguo afán por enviar humanos al espacio.
En 2015, el fotógrafo Ralph Mirebs se adentró en el complejo y tomó imágenes de los monumentos olvidados de una antigua carrera espacial.
Hace seis meses, el fotógrafo y director cinematográfico Alexander Kunas recorrió junto con un compañero 38 kilómetros por el desierto, consiguiendo acceder al lugar con métodos poco ortodoxos desde el punto de vista jurídico, y pasaron tres noches entre los deteriorados transbordadores soviéticos.
La puerta contigua al hangar, a prueba de explosiones, esconde otra cueva solitaria que contiene los restos del enorme cohete Energia, que hubiese sido el encargado de impulsar los transbordadores hacia el espacio.
Si esto fuese una película de Hollywood, Kunas y su amigo pondrían de nuevo en funcionamiento uno de esos transbordadores, resolviendo con astucia algún tipo de acertijo, conseguirían hacerlo volar hasta el corazón de una batalla intergaláctica y así salvarían a la humanidad. Pero esto no es una película y lo más probable es que los transbordadores permanezcan cubiertos por los deshechos generados durante varias décadas, esperando al próximo fotógrafo que se inmiscuya en su reino.