El telescopio espacial Kepler ha pasado a mejor vida. Y ahora ¿qué?
Los astrónomos construyen instrumentos que puede caracterizar los numerosos mundos extraterrestres que ha revelado el telescopio espacial Kepler y buscar señales de vida.
«Gracias al asombroso legado de Kepler, ahora sabemos que los planetas pequeños que orbitan en la zona de habitabilidad de otras estrellas son abundantes», afirma Victoria Meadows, de la Universidad de Washington, refiriéndose a la región alrededor de la estrella donde las condiciones son favorables para la vida tal y como la conocemos «La ciencia exoplanetaria tiene un futuro brillante».
Ahora que el ojo detector de planetas más preciso de la Tierra se ha cerrado, los astrónomos estarán ocupados cribando y tratando de entender montones de datos recopilados por la sonda, planificando nuevas misiones y diseñando nuevo instrumental. Y con la siguiente generación de sondas detectoras de planetas, los científicos se centrarán en la caracterización de estos mundos ocultos en el firmamento.
Al fin y al cabo, las canteras astronómicas más esquivas siguen ahí fuera: un planeta en otro lugar de la galaxia con indicios de vida.
«Cartografiaremos la composición de estos exoplanetas, desde el interior a los límites de sus atmósferas, con un grado de detalle sin precedentes», afirma Jessie Christiansen, de Caltech. «Kepler ha levantado el velo de la diversidad de los planetas y los sistemas planetarios que nos rodean. Es hora de explorar de verdad».
Una misión llena de hitos
Kepler, lanzado en 2009, observó la misma franja de cielo septentrional durante cuatro años en busca de las breves reducciones en luz estelar provocadas por los planetas al pasar frente a sus estrellas. Desveló unos 2.300 planetas confirmados en ese campo estelar, revelando que dichos cuerpos son habituales, que los planetas rara vez están solos y que el cosmos desarrolla una variedad extraordinaria de mundos extraños e inesperados.
Sin embargo, en 2013 Kepler perdió una pieza de su maquinaria crucial que le ayudaba a observar sin parpadear una franja plagada de estrellas. En lugar de apagarse, Kepler comenzó una serie de observaciones diferentes, girando alternativamente para mirar más de medio millón de estrellas —y planetas en nuestro jardín cósmico— como parte de su misión K2.
Pero durante los dos últimos años, Kepler ha tenido los días contados. Los directores de la misión sabían que se quedaría sin combustible y, sin forma de rellenar el tanque de la sonda, Kepler se quedó callado hace dos semanas mientras los equipos se apresuraban por recuperar los últimos datos del telescopio.
«Recopilamos cada fragmento de datos científicos posible y lo trajimos sano y salvo a la Tierra», afirma Charlie Sobeck, del Centro de Investigación Ames de la NASA. «Al final, no quedaba ni una gota de combustible para nada más».
Extrayendo los datos de Kepler
Aunque Kepler ya no envíe nuevos datos a la Tierra, aún queda mucho por descubrir entre sus tesoros escondidos. Más de nueve años de datos del campo primario de Kepler y de los programas K2 de observación secundaria aguardan a que los especialistas los analicen y den sentido al primer censo planetario a gran escala que se ha llevado a cabo.
Una de esas especialistas es Lauren Weiss, de la Universidad de Hawái. Se embarcará en un proyecto para examinar los planetas que orbitan cien estrellas de Kepler para determinar sus masas y órbitas, la arquitectura de dichos sistemas en su conjunto y las formas en que los planetas acaban allí donde están.
«Es la única forma de comprender si nuestro sistema solar en su conjunto es habitual o inusual: caracterizar por completo las partes internas de los sistemas planetarios y después vincular esos planetas a planetas exteriores que aún estén por descubrir», afirma.
Conocer a los vecinos
Y ahora que sabemos que nuestro sistema solar es uno entre miles de millones, los científicos afirman que es hora de conocer algunos de esos mundos lejanos, no solo en sentido estadístico, sino también averiguar su composición y sus historias.
«Kepler nos ha enseñado que los planetas del tamaño de la Tierra están prácticamente por todas partes. Es hora de buscar en las zonas de habitabilidad de las estrellas cercanas para descubrir nuestros vecinos más cercanos», explica Courtney Dressing, de la Universidad de California, Berkeley.
La misión TESS de la NASA estudia actualmente 200.000 estrellas próximas y busca los mejores planetas que caracterizar. En el futuro, dicha labor de caracterización podrá llevarse a cabo con instrumental como el futuro telescopio espacial James Webb o con telescopios gigantes terrestres que se están diseñando actualmente, como el Telescopio Extremadamente Grande europeo, el Telescopio Gigante de Magallanes, o el asediado Telescopio de Treinta Metros.
Christiansen explica que las futuras misiones emplearán sombras especiales que bloquearán la luz estelar y ayudarán a los terrícolas a obtener imágenes directas de los exoplanetas y buscar en ellos señales de vida. Pero, por ahora, hay bastantes resultados intrigantes para mantener a los astrónomos ocupados.
«También usamos los telescopios espaciales Hubble y Spitzer para investigar las atmósferas de los exoplanetas y descubrimos resultados nuevos e interesantes constantemente», afirma.
Debra Fischer, de la Universidad de Yale, añade que una de las grandes motivaciones para observar el interior de una atmósfera extraterrestre es buscar indicios de vida más allá de la Tierra, como biofirmas en las nubes alienígenas.
Ahora mismo, no contamos con el instrumental capaz de detectar estas posibles pistas. Pero se están diseñando varias misiones que podrían detectarlas, como HabEX o LUVOIR, destinadas a desmenuzar la luz procedente de planetas lejanos y leer su composición química en un proceso conocido como espectroscopia.
«¡Espectroscopia exoplanetaria o nada!», declara Fischer.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.