La posible roca más antigua de la Tierra se recogió en la luna
El hallazgo podría ser el primero de este tipo en manos humanas o una prueba de que debemos reconsiderar nuestra idea del interior lunar.
Los científicos podrían haber encontrado la roca intacta más antigua de la Tierra... en la luna. Un estudio publicado el jueves en Earth and Planetary Science Letters sostiene que una de las rocas recogida por los astronautas de la Apolo 14 en 1971 contiene un fragmento de la antigua corteza terrestre que data de hace más de 4.011 millones de años.
Es posible que el fragmento se formase en un embolsamiento de magma abundante en agua en las profundidades de la antigua luna. Pero los autores del estudio creen que es más probable que la roca se formase dentro de la corteza de nuestro planeta y que la roca fuera expulsada a la luna por uno de los numerosos impactos de meteoros que bombardearon la Tierra en el pasado.
De ser así, el fragmento sería una de las rocas terrestres más antiguas halladas hasta la fecha. Los minerales más antiguos descubiertos en la Tierra proceden de Jack Hills, en Australia, y tienen 4.400 millones de años de antigüedad. Pero dichas fechas se han discutido y, aunque los minerales fueran tan antiguos, son restos de rocas que se desintegraron hace mucho tiempo. En cambio, el fragmento de la Apolo 14 está mucho mejor preservado.
«Técnicamente es una roca, mientras que [los minerales de] Jack Hills son cristales individuales y sin contexto», escribió por email Jeremy Bellucci, autor principal del estudio e investigador del Museo de Historia Natural de Suecia.
El hallazgo se suma a las décadas de legado científico de las misiones Apolo y consolida aún más el papel de la luna como principal archivista del sistema solar. Como la luna es tan antigua, sin aire y geológicamente inactiva, su superficie registra el historial de impactos del sistema solar primitivo, lo que probablemente incluya los restos de impactos que llegaron allí desde otros mundos. Se cree que hasta el 0,5 por ciento del polvo de la superficie lunar se formó por primera vez en la Tierra y es probable que haya fragmentos de otros planetas rocosos, como Venus o Marte, en la luna.
De confirmarse que la roca de la Apolo 14 tiene orígenes terrestres, sería la primera de este tipo extraída de la luna y que está en manos científicas.
«De ser verdad, se trataría de un hallazgo bastante fascinante», afirma Cornelia Rasmussen, investigadora de la Universidad de Texas, Austin, que estudia la composición química de los cráteres de impacto terrestres. «En realidad, no contamos con un registro de rocas de esta época en la Tierra, lo que significa que [el hallazgo] es una ventana a una era que no podemos estudiar aquí».
Una excavación en profundidad
La roca portadora del supuesto fragmento terrestre —recogida por el astronauta Alan Shephard de la Apolo 14 el 6 de febrero de 1971 y cuyo nombre formal es 14321— es una de las más grandes que trajeron de la luna las misiones Apolo.
La piedra del tamaño de una pelota de baloncesto pesa casi nueve kilogramos. Es un tipo de roca denominada brecha, una especie de collage de rocas compuesto por fragmentos de rocas diferentes y más antiguas. Es probable que el impacto que creó el cráter de Imbrium, una de las enormes manchas oscuras de la cara visible de la luna, formase esta enorme roca y la arrojase al lugar donde aterrizó la Apolo 14.
La mayor parte de sus componentes, denominados clastos, son de color oscuro. Pero un fragmento destaca por su rara claridad, con una composición similar a la de los granitos presentes en la Tierra. Para descubrir de dónde procedía este atípico fragmento del 14321, el equipo de Bellucci volvió a tomar muestras de la roca y se centró en minerales de su interior denominados zircones.
«El zircón es un mineral increíblemente duro, robusto y resistente», explica David Kring, coautor del estudio y científico principal del Instituto Lunar y Planetario. «Si se busca una reliquia de los procesos geológicos más antiguos, el zircón es un buen mineral para empezar».
Cuando el equipo analizó estos zircones y el cuarzo circundante, descubrió que el clasto excéntrico se formó en condiciones que habrían sido insólitas en la luna de aquella época. Para empezar, los zircones se formaron en magmas mucho más fríos y abundantes en oxígeno de los que suele contener la luna.
Además, el clasto parece haberse formado a presiones que, en la luna, solo se producirían a más de 160 kilómetros de profundidad. Pero es probable que el impacto que formó 14321, según creen los geólogos, no excavara más de 72 kilómetros del terreno lunar. Si el clasto se formó a tal profundidad, ¿cómo llegó a la superficie?
Los investigadores enseguida se dieron cuenta de que las intrincadas propiedades del clasto tendrían sentido si se hubiera formado en la Tierra. A unos 19 kilómetros bajo la superficie terrestre, los magmas experimentan niveles de temperatura, presión y oxígeno como los que formaron el clasto misterioso. Cuando Bellucci elaboró un gráfico que comparaba los zircones terrestres con los lunares, las similitudes resultaron evidentes.
En busca de más muestras
Los futuros análisis de las muestras podrían consolidar la interpretación de Bellucci. También es posible que otras rocas lunares en las colecciones actuales de la humanidad contengan restos de la antigua Tierra.
«Estoy seguro de que encontraremos muestras adicionales y tengo la sospecha de que va a provocar que otras personas de la comunidad hagan lo mismo», afirma Kring.
Contar con muestras más recientes de la luna sería de gran ayuda, y estas podrían llegar pronto. Por ejemplo, se prevé que la misión lunar china Chang'e-5 tome muestras. Pero, por ahora, el trabajo con el material de la Apolo tiene un fundamento. Aunque supuestamente los legisladores estadounidenses han llegado a un acuerdo para financiar el gobierno de forma temporal, el cierre actual ha desbaratado las vidas de muchos científicos, entre ellos algunos de los autores del estudio.
El jueves por la tarde, Kring dijo que «mi instituto se cerrará a últimas horas de mañana. No vamos a poder llevar a cabo la ciencia emocionante que ilustra este descubrimiento».
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.