Dos fragmentos de basura espacial corren un «alto riesgo» de colisionar

Las probabilidades de que un satélite fuera de servicio y la parte de un cohete colisionen son de casi un 10 por ciento. Ambos tienen el tamaño aproximado de un coche pequeño.

Por Dan Falk
Publicado 16 oct 2020, 12:28 CEST
Basura espacial

Se cree que hay unos 29 000 objetos artificiales de más de 10 centímetros alrededor de la Tierra, lo que supone una amenaza para las futuras misiones al espacio.

Fotografía de NASA

Se prevé que dos fragmentos de basura espacial del tamaño aproximado de un coche pequeño tendrán un acercamiento a casi mil kilómetros sobre la superficie terrestre. Si colisionan —algo de lo que, según los expertos, hay una probabilidad de un 10 por ciento—, el golpe podría crear una nube de desechos que comprometería otros satélites y sondas durante décadas.

Los dos objetos son un satélite de navegación ruso lanzado en 1989 y una parte de un cohete chino lanzado en 2009. Los cálculos de LeoLabs, una empresa con sede en California que rastrea los objetos en la órbita baja terrestre, determinan que el momento de máximo acercamiento será a las 2:56 de la mañana del 16 de octubre (hora peninsular española) sobre el sur del Atlántico, en la costa de la Antártida. La masa combinada de los dos objetos es de unos 2700 kilogramos y su velocidad relativa será de unos 53 000 kilómetros por hora, según LeoLabs.

Si los dos objetos no colisionan será otra «cuasicolisión» —solo se producen unas pocas cada año— y es probable que los objetos se acerquen a unos 12 metros, según estimaciones de LeoLabs. Sin embargo, estos dos desechos espaciales son muy grandes. La tercera etapa del cohete —la parte superior que se separa de las etapas inferiores y que vuela hasta la órbita— mide unos 7,6 metros de largo. El satélite mide casi cinco metros de largo y tiene un brazo de estabilización que se extiende casi 17 metros.

Si sufren una colisión frontal, esta crearía dos grandes nubes «que se extenderían en una cáscara de desechos alrededor de la Tierra», dice Daniel Ceperley, consejero delegado de LeoLabs. Y debido a la altitud de los objetos, los desechos habrían «permanecido ahí arriba durante siglos» y acabarían ardiendo en la atmósfera.

El brazo estabilizador del satélite ruso también plantea la posibilidad de que se produzca un golpe de refilón en lugar de una colisión frontal. Es más difícil predecir las repercusiones de un impacto como ese, señala Jonathan McDowell, astrónomo del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian en Cambridge, Massachusetts.

Con todo, «no supone un peligro para la Tierra», dice McDowell. «Serían restos pequeños que se quemarían en la atmósfera. La mayoría no va a bajar durante décadas de todos modos y, cuando lo hagan, se quemarán».

La Estación Espacial Internacional (EEI) tampoco se encuentra en peligro inmediato. La EEI orbita a una altitud de unos 400 kilómetros, «a salvo por debajo» de la altitud a la que podrían liberarse los desechos. Es «improbable que supongan un peligro grave para la EEI a corto plazo», afirma McDowell. Con todo, a lo largo de muchos años, los fragmentos de los desechos podrían flotar hacia la órbita de la estación espacial. «Incrementaría la cantidad de “lluvia” que cae sobre ella», afirma.

Este año, EEI ha tenido que maniobrar para salir de la trayectoria de los desechos espaciales y evitar los daños resultantes en tres ocasiones, incluida una cuasicolisión hace menos de un mes.

El posible campo de desechos podría suponer un peligro para cualquier sonda que pase por él, incluidos los satélites que ascienden hacia una órbita geosíncrona (a unos 35 000 kilómetros sobre la Tierra) o cualquier satélite que se desorbite para arder en la atmósfera.

La basura espacial

El espacio alrededor de la Tierra está cada vez más abarrotado. En total, se cree que hay unos 29 000 objetos artificiales de más de 10 centímetros alrededor de la Tierra, lo que significa que el peligro de las colisiones espaciales es mayor que nunca. La demanda de un acceso a internet mejor y más amplio está aumentando la población de satélites. Por ejemplo, la empresa privada SpaceX ha lanzado cientos de satélites de comunicaciones Starlink a la órbita baja terrestre y planea lanzar miles más.

En febrero de 2009 se produjo una de las peores colisiones de material espacial, cuando el satélite de comunicaciones operativo Iridium 33 colisionó con un satélite militar ruso fuera de servicio, el Kosmos 2251, sobre Siberia. McDowell cuenta que este choque produjo más de 1800 fragmentos de desechos espaciales que aún se están rastreando e incrementó la cantidad total de desechos de la órbita baja terrestre en casi un 10 por ciento.

«No tenemos normas específicas de tráfico espacial para mitigar estos problemas de seguridad», afirma Moriba Jah, investigador de mecánica orbital de la Universidad de Texas, Austin, que desarrolló ASTRIAGraph, un sistema de vigilancia del tráfico espacial. Si no desarrollamos un sistema mejor para evitar las colisiones, la basura espacial podría limitar el acceso a la órbita. «Vamos encaminados en esa trayectoria si no cambiamos nuestra forma de hacer las cosas».

Hasta la fecha, la mayoría de los datos sobre las trayectorias de estos objetos proceden del ejército de Estados Unidos. La Red de Vigilancia Espacial, parte de la Fuerza Espacial de Estados Unidos, utiliza un conjunto de telescopios global para rastrear cualquier objeto más grande que un pomelo. Sin embargo, con el aumento del uso de la órbita baja terrestre con fines comerciales, la Oficina de Comercio Espacial —parte del Departamento de Comercio de Estados Unidos— está preparándose para desempeñar un papel más importante en el rastreo de todo lo que hay sobre nuestras cabezas, así como las empresas privadas como LeoLabs.

Ceperley señala que la mayoría de las instalaciones de radar del ejército estadounidense se construyeron durante la Guerra Fría «para buscar misiles que volaran sobre el Polo Norte». Antes de que LeoLabs abriera su estación de rastreo en Nueva Zelanda, apenas había vigilancia en los cielos del hemisferio sur. (La empresa también tiene estaciones en Alaska y Texas.)

Por su parte, la NASA creó un Programa de Desechos Orbitales en 1979, pero solo vigila las sondas y satélites de la agencia, no los miles de objetos más que orbitan alrededor de nuestro planeta. El Departamento de Defensa ofrece advertencias anticipadas a la NASA, así como a empresas y países de todo el mundo, si detecta que hay naves espaciales en peligro de colisionar.

Ceperley dice que su empresa sabrá el resultado final de la posible conjunción de hoy un par de horas después del momento de máximo acercamiento. Será entonces cuando ambos objetos —o lo que quede de ellos— pasarán sobre la estación de rastreo de LeoLabs en Nueva Zelanda.

A medida que se lancen más satélites al espacio, será inevitable que haya más acercamientos y colisiones, señala Ceperley. «Estas cosas pasan y pasan con mayor frecuencia, y tenemos que averiguar cómo hacerles frente».

Dan Falk (@danfalk) es un periodista científico afincado en Toronto. Sus libros incluyen The Science of Shakespeare y In Search of Time.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.
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