Los buscadores de alienígenas detectan una misteriosa señal de radio procedente de una estrella cercana

No es un telegrama extraterrestre, pero unas ondas que parecen proceder de las inmediaciones de Próxima Centauri ayudarán a los astrónomos a refinar sus técnicas de búsqueda.

Por Nadia Drake
Publicado 21 dic 2020, 13:02 CET
El radiotelescopio Parkes

El radiotelescopio Parkes, en Nueva Gales del Sur, Australia, gestionado por la Organización de Investigación Científica e Industrial del Commonwealth (CSIRO, por sus siglas en inglés), detectó recientemente una señal de radio inexplicable procedente de Próxima Centauri, la estrella más cercana al Sol.

Fotografía de A. Cherney, Csiro

Un grupo de astrónomos que busca señales de vida extraterrestre ha detectado algo raro. Una señal de radio —por ahora inexplicable— parece proceder de las inmediaciones de la estrella más cercana al Sol, una enana roja a unos 4,2 años luz llamada Próxima Centauri. Algo aún más emocionante es que al menos dos planetas orbitan esta estrella y uno de ellos podría ser templado y rocoso, como la Tierra.

Breakthrough Listen, un proyecto que lleva una década buscando transmisiones alienígenas en el millón de estrellas más cercanas, estaba utilizando el Observatorio Parkes de Australia para estudiar Próxima Centauri cuando el equipo detectó la señal sospechosa, que llamaron BLC-1. Las ondas de radio se captaron en observaciones realizadas entre abril y mayo de 2019.

«Cabe esperar que, de vez en cuando, detectemos algo raro, pero esto es interesante porque es algo raro y tenemos que pensar en cuáles serán los próximos pasos», afirma Sofia Sheikh, alumna de posgrado de la Universidad del Estado de Pensilvania y miembro del equipo de Breakthrough que dirige el análisis de la señal.

Aunque Sheikh y otros sospechan que el origen de la señal es humano, la BLC-1 es la detección más tentadora que ha hecho Breakthrough hasta ahora en su búsqueda de inteligencia extraterrestre (o SETI, por sus siglas en inglés). El equipo está preparando dos artículos que describen la señal y un análisis de seguimiento que aún no han concluido. (La detección se filtró a The Guardian antes de que la investigación estuviera lista para publicarse.)

Mientras los investigadores siguen analizando la señal —y los expertos advierten que tiene casi sin duda una explicación terrestre y ordinaria—, hasta una pista remota de la existencia vida más allá de la Tierra resulta emocionante.

«Se habla mucho de sensacionalismo en la búsqueda de inteligencia extraterrestre», afirma Andrew Siemion, investigador principal de Breakthrough Listen. «El motivo por el que nos entusiasma tanto la búsqueda de inteligencia extraterrestre y por el que dedicamos nuestras carreras a ella es el mismo por el que el público se entusiasma. ¡Son alienígenas! ¡Es increíble!».

Seis décadas de búsqueda de vida extraterrestre

Los científicos llevan 60 años escrutando los cielos en busca de señales de radio de posible origen artificial, empezando por el Proyecto Ozma, una búsqueda emprendida en 1960 por mi padre, Frank Drake.

A diferencia de las ondas de radio que produce el cosmos de forma natural, se prevé que estos susurros de vida extraterrestre se parecerán mucho a las transmisiones que usamos los humanos para comunicarnos. Dichas señales cubrirían un intervalo muy limitado de frecuencias de radio. También presentarían una «desviación» característica que indicaría que la fuente se acerca o aleja de la Tierra, una pista de que la fuente de las ondas de radio se encuentra en un objeto cósmico distante, como un planeta que orbita alrededor de una estrella.

Nuestra vecina estelar más cercana, Próxima Centauri, en una imagen del Telescopio Espacial Hubble.

Fotografía de Esa, Hubble & NASA

«Solo la tecnología humana parece producir señales como esa», afirma Sheikh. «Nuestra wifi, nuestras torres de telefonía, nuestro GPS, nuestra radio por satélite, todo esto parece exactamente igual que las señales que buscamos, lo que dificulta mucho saber si algo viene del espacio o si es tecnología generada por los humanos».

A lo largo de décadas, los astrónomos han detectado numerosas candidatas a señales. Algunas procedían de fuentes astronómicas previamente desconocidas, como los púlsares, los cadáveres de estrellas que rotan a gran velocidad y emiten ondas de radio al cosmos. En un principio, las primeras ráfagas rápidas de radio —breves explosiones de ondas de radio que aún son un misterio— parecían señales artificiales. Unas señales llamadas perytons, que son ráfagas menos enérgicas de emisiones de radio, también suscitaron sorpresa hasta que los científicos determinaron su origen: un microondas.

La BLC-1 podría proceder de un objeto que no está transmitiendo según lo esperado: un satélite no identificado, un avión, un transmisor en tierra cerca de la línea de visión del telescopio o quizá algo aún más mundano, como un componente electrónico defectuoso en un edificio cercano o un coche en marcha.

«Todos nuestros experimentos de búsqueda de inteligencia extraterrestre se llevan a cabo en un mar de interferencias. Hay un montón de señales», afirma Siemion. «Todo se reduce a ser capaces de diferenciar entre un tecnomarcador muy distante y nuestra propia tecnología».

Y después están las señales que los astrónomos no han podido vincular a una fuente natural de forma definitiva, como la famosa señal Wow!, captada en 1977 por el Observatorio de Radio de la Universidad del Estado de Ohio, cuyo nombre coloquial es Big Ear. Al principio, este aluvión de ondas de radio extremadamente intenso parecía una detección de inteligencia extraterrestre, pero nadie ha logrado verificarlo ni detectarlo de nuevo.

Una señal extraña

En 2015, Breakthrough Listen puso en marcha una búsqueda de una década financiada por el inversor de Silicon Valley Yuri Milner y, por ahora, el equipo no ha encontrado nada definitivo en sus estudios de los cielos.

A partir de abril de 2019, Breakthrough apuntó el telescopio Parkes hacia Próxima Centauri, no necesariamente porque los científicos buscaran alienígenas, sino porque esperaban entender mejor las erupciones colosales que emiten frecuentemente las enanas rojas como Próxima. Mientras procesaba esas observaciones este verano, Shane Smith, alumno de grado del Hillsdale College, en Michigan, que trabajaba con Breakthrough, detectó BLC-1, que aparentemente irradiaba de la estrella.

Aunque la señal es débil, la BLC-1 pasó todas las pruebas que utiliza el equipo de Breakthrough para filtrar las millones de señales generadas por humanos: su ancho de banda era estrecho, su frecuencia parecía variar y desapareció cuando el telescopio dejó de observar Próxima. En los días siguientes aparecieron cuatro señales similares, aunque algunas se han descartado como interferencias de radio.

«Nuestro algoritmo es muy optimista sobre qué podría ser tecnología alienígena», afirma Sheikh. «Pero es muy emocionante porque nunca hemos llegado a la fase en la que el algoritmo detectara algo realmente interesante».

Si la BLC-1 es, contra todo pronóstico, una postal del sistema estelar vecino, entonces estadísticamente hablando la Vía Láctea debe de estar plagada de civilizaciones que se comunican, señala Seth Shostak, del Instituto SETI. «En este caso, habría más de 500 millones de sociedades en nuestra propia galaxia; parece un montón».

Observaciones de seguimiento

Desde la detección, el equipo ha observado de nuevo Próxima Centauri y no ha detectado nada. Los científicos están trabajando para desarrollar pruebas nuevas que puedan indicar el origen de la señal, como seguir apuntando a Próxima con el telescopio Parkes.

«Para hacer afirmaciones científicas, hay que poder reobservar y reproducir el fenómeno», afirma Sheikh. «Así es como funciona el método científico».

A principios de este año, Jill Tarter, del Instituto SETI, me contó que el proceso de crear pruebas nuevas y trabajar cuidadosamente para confirmar el origen de una señal es una parte natural de la búsqueda de inteligencia extraterrestre y de la que todo el mundo puede aprender y beneficiarse.

«Estamos buscando algo más ahí fuera, a alguien más ahí fuera», me contó Tarter entonces. «Ver interferencias de repente y creer que podría ser lo que estamos buscando y después averiguar qué tenemos que hacer para poder diferenciar y estar seguros de cualquier resultado que obtengamos es una buena lección».

Siemion dice que el equipo ya ha aprendido mucho sobre el análisis de datos evaluando la BLC-1. Las observaciones de seguimiento de Próxima Centauri serán valiosas para comprender cómo se comportan esas estrellas, así como para conseguir una búsqueda exhaustiva de inteligencia extraterrestre en un sistema estelar cercano con planetas conocidos, aunque no esté poblado por alienígenas con pericia tecnológica.

«En última instancia, creo que podremos autoconvencernos de que [la BLC-1] es una interferencia», afirma Siemion. «Pero el resultado final será que nuestros experimentos serán más potentes en el futuro».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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