A lo largo de la superficie de Tetis, la luna de Saturno, aparecen marcas curvadas de color carmesí, y los científicos no tienen idea del material del que están hechas ni de cómo llegaron hasta allí.
“Está claramente pintado en la superficie de una forma que no entendemos todavía”, explica Paul Schenk del Lunar and Planetary Institute, quien presentó estas observaciones en la reunión anual de la American Geophysical Union. “Básicamente nos enfrentamos a un pequeño misterio”.
Con poco más de 1000 kilómetros de diámetro, Tetis es una luna de tamaño medio formada casi por completo por hielo de agua. Aparte de las curvas sangrientas, su superficie es bastante normal si la comparamos con lo que es habitual en las lunas del sistema solar: hay un montón de cráteres, incluyendo uno gigantesco de 450 kilómetros de ancho llamado Odysseus, y un montón de fracturas. Y después tenemos las marcas, con unos pocos kilómetros de ancho y cientos de kilómetros de largo.
“Tenemos esas manchas de sangre en Tetis”, afirma Schenk.
Las marcas rojas eran vagamente visibles en las primeras imágenes de la nave espacial de la NASA, Cassini, la cual se zambulló en el sistema de Saturno en 2004. Pero no fue hasta abril de 2015 cuando Cassini pudo echar un vistazo de cerca a la obra de arte extraterrestre. Tras un vuelo de aproximación en noviembre de ese mismo año, los científicos pudieron ver las manchas mucho más de cerca. Y lo que han encontrando no tiene mucho sentido.
“No se aprecian señales de fallas ni crestas ni depresiones de ningún tipo”, dice Schenk, lo que significa que no hay accidentes geográficos evidentes que se puedan asociar a esas manchas, o por lo menos nada lo suficientemente grande como para ser visto con la resolución que permite actualmente Cassini. Algunos cráteres cercanos tienen una extraña materia oscura en su interior, pero no está claro de qué material se trata, cómo llegó allí, o si guarda relación de algún tipo con las marcas. Por el contrario, parece como si alguien simplemente hubiera pintado la luna de rojo.
“Si no fuese por el color que tienen, no sabríamos que están ahí”, explicó Schenk.
Puede que la mejor pista sobre el origen de las marcas pueda encontrarse al trazar su localización en la luna. Cuando Schenk cartografió las líneas en la superficie de la luna, vio un patrón que sugería que la luna estaba deformándose o siendo aplastada por algún tipo de presión global, como una rotación irregular, un cambio de órbita o la migración de sus polos. Pero las simulaciones de esos procesos no producen accidentes geográficos alineados según la localización de las manchas.
No obstante, una cosa está clara: las marcas son relativamente recientes. Por norma general el polvo del anillo E de Saturno y las partículas cargadas del espacio borrarían esas marcas. Pero ahí han permanecido. Y están dibujadas encima de la cuenca de Odysseus, lo que quiere decir que el cráter llegó en primer lugar. Los científicos no están seguros con precisión de la edad del Odysseus, pero Schenk sugiere que no puede haber aparecido hace más de dos mil millones de años.
La mejor suposición que Schenk puede hacer por ahora es que las marcas están asociadas a fracturas que Cassini no puede ver, y que esas fracturas se están formando en la actualidad o han sido reactivadas recientemente, dejando expuesto material que puede que no sea hielo de agua, como el resto de la superficie.
A medida que las jornadas de exploración de Cassini en el sistema de Saturno llegan a su fin, los científicos esperan poder resolver este pequeño misterio y desvelar otros enigmas asociados a este planeta gigante de otro mundo, sus anillos y su puñado de lunas.