15 de abril de 2014
Desde el principio de los tiempos la Luna ha sido objeto de la imaginación de los hombres, que han visto en ella todo tipo de rostros y figuras. Cuando la Tierra pasa entre el Sol y la Luna, como hoy, la oscuridad cubre los cráteres y relieves del satélite, una oportunidad perfecta para descubrir nuevas formas.
Quizá la más habitual, en la cultura occidental, sea la cara de la luna. En las culturas orientales ven un conejo; en India, un par de manos. En otros lugares y en diferentes periodos de la historia, han visto árboles, figuras de mujer o sapos escondiéndose entre sus sombras.
«Cuando miramos a la Luna lo que vemos es zonas de luz de sombras, algunas más grises que otras», explica la experta Cassandra Runyon. «Las áreas más claras son las montañas y las oscuras son los llamados mares».
Entre esos colores y contornos de la superficie lunar, la Humanidad ha querido encontrar figuras con significado, igual que algunos ven la cara de Elvis o de Jesucristo en un sándwich o una patata frita.
«Nuestro cerebro funciona así», explica Nouchine Hadjikhani, de la Universidad de Harvard. «Tratamos de encontrar sentido en todas las cosas y rellenamos los vacíos con información».
El fenómeno de ver formas donde no las hay se llama pareidolia, algo muy habitual en las personas.
Joel Voss, neurocientífico de la Universidad Northwestern de Chicago, en Estados Unidos, estudia cómo el cerebro nos ayuda a darle sentido a figuras y sombras aleatorias. Para su estudio, presentó a los participantes figuras generadas por ordenador, todo tipo de formas sin sentido, desde triángulos o círculos, y les preguntó si les recordaban a algo.
«Aproximadamente la mitad vio alguna figura con sentido», afirma Voss.
El equipo utilizó un procedimiento que mide la actividad cerebral a partir de los cambios del flujo sanguíneo para estudiar las regiones del cerebro que se activan cuando vemos ese tipo de figuras. Así, descubrieron que se activaban las mismas que cuando se ven imágenes con significado real.
«Para nuestro sistema visual, no hay diferencia entre la imagen de una rana y una serie de puntos y líneas que nunca has visto antes y que puede recordar vagamente a una rana», explica Voss. «El cerebro considera que son lo mismo».
¿Por qué hace esto nuestro cerebro? El experto propone una explicación. Pensemos en el cerebro humano como una máquina que busca el éxito en cualquier circunstancia. Para ello, debe procesar rápidamente los estímulos visuales desconocidos y descubrir por qué merecen su atención. Ver figuras y rostros es la consecuencia de la tendencia del cerebro de relacionar información almacenada con nuevos estímulos.
«A pesar de que vemos el mundo como algo muy estructurado, no es más que un montón de líneas, figuras y colores», comenta. «La razón por la que es tan fácil ver cosas con sentido en figuras sin sentido es que éstas contienen las mismas características que las que sí que tienen sentido».
El cielo nocturno es, sin duda, el mayor lienzo en blanco para descubrir figuras dibujos y las culturas antiguas siempre han interpretado lo que veían, dotándolo de sentido y creando leyendas que han llegado hasta la modernidad.